La guerra civil siria, enfrenta a
las grandes potencias, las occidentales y las emergentes, a través de países
interpuestos. En esa tensión geopolítica, hay distintos planos y ejes de
fuerza: estratégicos, religiosos y sobre todo económicos.
Aparecen
en primer plano, las luchas tribales entre vecinos y entre sectas religiosas
que hacen opaca una guerra fría por el
control, en Asia Central, del gas, la energía limpia del siglo XXI,. Así lo
manifestó en Damasco, el prof. Imad Shueibi. Aunque la fuente es siria y
pro-rusa, la información que difunde es muy sugerente.
En la cuenca mediterránea, Líbano y Siria, no
sólo tienen reservas de gas sino que son el paso obligado de los gasoductos hacia
Occidente.
Occidente
ha optado por el islamismo llamado moderado, de preferencia suní que tiene contenciosos
seculares con los chiíes que son mayoría en Irán pero minoría en el resto de
países musulmanes. La secta alauita del presidente Asad, es minoritaria en
Siria pero hegemónica y cercana a los chiitas, incluso desde el punto de vista
religioso..
El
conflicto es una erupción focalizada de un enfrentamiento secular entre los sunitas de Arabia Saudí y los chiíes
de Irán. Visto desde otra perspectiva, Siria es un estado tapón que equilibraba
bastante las tensiones de la zona, que, dicho sea de paso, es económicamente un
área, muy deprimida. La renta per cápita de Siria es similar a la de Jordania y
el Líbano, unos 4.000 dólares que no pueden compararse con los 31.000 de Israel
o los 30.000 de España. La potencia
económica de los países que rodean a Israel es muy inferior, raya en los límites
de la pobreza. Irán, en contra de lo que parece por su aparición en los medios,
no va más allá: 5.000 dólares per cápita. Le sigue Egipto con 4.000.
Los
Estados Unidos que tienen en Marruecos, el modelo de estabilidad que conviene a
sus intereses, trata de exportarlo al mundo árabe, porque piensa que el
islamismo moderado no desencadenará una guerra contra Israel. Si Jerusalén,
desgraciadamente, estaría dispuesto desde ya, a bombardear las instalaciones
nucleares iraníes, los Estados Unidos, mediante una estrategia a medio plazo, intenta
evitarlo, aislando a Irán que tiene en
Siria un apoyo estratégico importante.
Detrás
hay petróleo pero, no tanto el petróleo de Irán, del que también depende Siria,
sino el control estratégico de las reservas inmensas que hay en Asia Central,
en los países que fueron de la Unión Soviética y que hoy, tienen regímenes
islámicos de todas las gamas. Ese petróleo potencial es atractivo o más bien, una
necesidad imperiosa para Occidente. El tándem Rusia /Irán/Siria,
representa una barrera a la influencia norteamericana, alejándoles del control
de Uzbekistán, Kazajistán, etc.
Turquía,
también hoy, en el marco del islamismo moderado, tiene problemas con los
kurdos, los sirios y los iraníes y tradicionalmente con Rusia. Esto le permite
ocupar un lugar estratégico substancial para los Estados Unidos.
Podemos
comprender, por tanto, que una nueva situación protagonizada por el islamismo
moderado y tutelada por Estados Unidos es la expectativa previsible para
Oriente Medio. Eso, si los israelitas, sintiéndose amenazados, no se adelantan
en otra guerra relámpago de tipo aéreo,
para la que no les falta ganas ni medios.
La visita del presidente egipcio, Mursi a Teherán, es un cable del
islamismo moderado y suní a los ayatolah. El régimen egipcio se desplaza
también hacia la moderación islámica, expresada en la tensión entre los Hermanos
musulmanes y los salafistas, por un lado y el Ejercito, por otro. Los militares
parecen perder posiciones en una situación semejante y paralela a la de Turquía.
El
islamismo moderado cuando goza de poder sólido garantiza un cierto orden, según
lo que suele entender por orden en la sharía. Nada que tenga que ver con lo que los occidentales entendemos por Derechos
humanos, democracia, etc.
El nuevo
giro, que empezó con la primavera árabe, aleja a estos países cada vez más de
Occidente, paradójicamente. No cabe esperar que Turquía entre en el Unión
Europea, cosa que no parece importar a Washington.
Israel con
su ejército en activo (sin contar la reserva) de 250.000 hombres, tiene, a la
juventud unos años en la Administración, ahorrando muchos gastos al presupuesto
del Estado. Este sistema tiene tres consecuencias positivas: Pueden alardear de
un ejército de ciudadanos no de mercenarios, tienen menos cifras de paro y forman
prácticamente a sus jóvenes en las profesiones de la vida real, antes de
licenciarse.
El problema que nos crea el Estado de Israel,
es doble. Por un lado, es un escándalo, en el corazón de Oriente Medio, por
otro, es un experimento en vivo, de cómo nacieron las naciones en cualquier
época. Sencillamente, con fuerza vital.
¿Cómo
el islamismo puede promocionar a su gente para alcanzar un nivel de desarrollo
por lo menos aceptable? Argelinos y egipcios lo intentaron pero quedaron desbordados
por la marea islámica. El fondo de la cuestión no es que sean pobres, sino que
no dejarán de serlo porque su estructura social y cultural, no permite otra
cosa.
Es
alarmante que países con ochenta millones de habitantes cada uno, Egipto e Irán,
no tengan muchas probabilidades de frenar al David de Israel, con sólo diez
millones. La carencia árabe no es económica, sino sociocultural por decirlo
suavemente.
En este
sentido, tal vez, el posibilismo que representa el islamismo moderado, permita
un orden social y una paz que les facilite levantar cabeza.
Articulo disponible en www.universita.es