martes, 24 de diciembre de 2019

La gran orfandad


Artículo publicado por el periódico Ideal el 18 de diciembre de 2019

La manifestación se ha convertido desde hace dos siglos en la alternativa a la Constitución. Hay algo en la naturaleza humana tal como se presenta en los dos últimos siglos que necesita romper-temporalmente- con todos los vínculos y compromisos siquiera sea por unas horas  y mostrarse desnuda en su verdad.
La gente quiere gritar su verdad pero no en confidencia sino en masa, donde todos somos unos, todos hermanos, nadie es más que nadie: todo verdad.
Desde la Revolución francesa las Constituciones han previsto la necesidad que tiene la masa de romper protocolos, legalidades y manifestar en directo y con faltas de ortografía “la voz del pueblo”
No importan los contenidos cualquiera es bueno porque no es lo esencial lo que se manifiesta sino la manifestación misma. Será la subida de pensiones, los trasvases, el orgullo gay, el aborto, la inmigración o la corrupción. Todas las grietas del sistema necesitan salir fuera como la pus de las heridas.
Hay en todo este fenómeno un halo romántico, de juventud eterna, de verdades reprimidas de incomprensiones acumuladas, tímidamente rencorosas.
Una explicación fácil del fenómeno es que en la calle saltan los agujeros del sistema. Se siente y el sentimiento es una evidencia inmediata que todo hace aguas y cuanto más aguas hace, más se percibe la ausencia de un sistema justo, es decir, bello, ajustado, armónico.
La masa con la juventud en la vanguardia dicen que todo va mal, sea el clima, sea el modelo productivo, sea el estilo de vida y los congresistas y senadores demuestran con su comportamiento desmadejado y maleducado que realmente todo va mal.
Esa sensación de presente inmediato es una luz cegadora que impide entender que el problema no es que aquí y ahora todo vaya mal sino que desde los socialistas utópicos Saint--Simon, Proudhon etc., más de dos siglos, la sociedad balancea entre la estructura política del Estado, y la antiestructura de la calle.
La estructura política quiere ser  razonada, articulada, con un estudio de los modos de representación para que las necesidades y las opiniones de la gente  se vean representadas en unos delegados, diputados y senadores, elegidos por sufragio universal por un período  de tiempo establecido.
La antiestructura tiene como método la acción directa, la fiesta, los globos y serpentinas. Esto cuando lo que se quiere es no asustar y dar la impresión de que los manifestantes son buenos y pacíficos.
Porque no siempre es así como desde el motín de Esquilache, pasando por el dos de Mayo en Malasaña hasta las manifestaciones que llenan todo el siglo XIX español, hubo de todo: quema de conventos, expulsar curas y violar monjas que es una constante desde mucho “antes de la guerra”, período que entonces se llamaba como “tiempo normal”.
Siempre ha sido “tiempo normal”, siempre ha habido estructuras políticas corruptas salvo cuando los puritanos imponen por la fuerza el estado justo. Me refiero al caballero Robespierre y la legión de salvadores que después han sido, los Hitler, Lenin, Stalin que depuran la corrupción, estableciendo las instituciones más corruptas que sus predecesoras.
No nos extrañemos de nada porque el asunto del pecado original es de sentido común.
Esta idea del pecado original le sienta a cuerno quemado a los que marean las manifestaciones. No les falta alguna razón porque supone la creencia de que “esto no tiene arreglo” o “esto es lo que hay”.
La estructura se corrompe y se llena de falsa modestia como de dama ofendida cuando se ha repartido cantidad de millones entre los “amiguetes”. No importa demasiado. Veremos a la antiestructura encaramarse a la estructura y hacer del Congreso una fiesta o un circo según en que lado de la bancada se esté.
Esa novedad, el que la antiestructura y la estructura de confundan ocupando el mismo espacio legislativo, a medio plazo-si es que hubiera medio plazo- es un síntoma de que los “buenos” van a civilizar a los “malos.”.
Como no podía ser  de otro modo, los educados toman las maneras de los maleducados y los maleducados ponen de moda el horror de la turba, la masa o la chusma.
La marea sube alegre sin remordimientos y con exigencias de moralidad colectiva, concepto bastante contradictorio porque la moral es por definición personal.
Las estructuras son incapaces de salvar a los que no quieren ser salvados. Viene a ser  como el padre que le han salido los hijos rebeldes y que intenta “enderezarlos” ligándolos al negocio familiar.
Y esto los hijos lo notan. Sienten que la gente decente se corrompa como el que ha perdido a un padre.
Cuántas veces se ha dicho que la moralidad es la represión interiorizada, algo así como que uno acaba siendo el policía de sí mismo y cuantas veces la masa se lo ha creído.
La fraternidad universal sin padre tiene una gran ventaja: todo está permitido y nos suprime los remordimientos de conciencia, mediante la extirpación de la conciencia y el implante de una conciencia colectiva en donde las personas no progresan, sólo son las colectividades las que progresan.
La lucha interior personal por ser mejor se cambia por la lucha global por implantar la justicia socialista cuya corrupción no hace más que imitar la corrupción de los padres fundadores. No se puede aspirar a menos.
No hay más que un modo de progreso moral, el personal: uno a uno.


Estrategias impuras

Artículo publicado por el periódico Ideal el 28 de noviembre de 2019

La democracia, con todos sus defectos tiene el acierto de manifestar más pronto que tarde, el incumplimiento de sus programas, por parte de los políticos.  
No hay una correspondencia exacta entre el incumplimiento y la desafección del electorado porque existe una base de votantes incondicionales, inasequibles a los mayores incumplimientos.
La sensibilidad del elector no es tan estricta que no sea capaz de perdonar algunos incumplimientos. Lo que no suele perdonar es un incumplimiento que, de haberse conocido de antemano, hubiera determinado el cambio de voto en aquellos que se sienten defraudados.
Los partidos nacionalistas son muy rigurosos con lo suyo porque las ideas integradas en sentimientos profundos no tienen por qué cambiar. Son la verdad absoluta. El diálogo lo entienden como una deuda del adversario obligado a dialogar y a reconocer la pureza de los ideales independentistas.
Los grandes partidos ya es otra cosa.
La experiencia de gobierno les proporciona plasticidad, adaptabilidad. Sus programas son  lo que son pero el cumplimiento de los mismos por el Poder es harto discutible.
Felipe González nos llevó a la NATO y no hubo grandes desórdenes públicos porque al fin y al cabo, “no podía hacer otra cosa”.
Los incumplimientos graves, radicales, los trajo Zapatero que sin cambiar la letra del programa socialista, cambió no sólo la música sino el sentido de lo que es la socialdemocracia. Es cierto que el nuevo rostro del socialismo es la ideología de género, el feminismo y el progresismo que revíve la angustia de Carrillo teniendo a los sublevados a tiro de cañón desde la Casa de Campo.
A Zapatero se lo llevó la crisis y dejó el sabor de boca de que nos mintió en la Gran Crisis de 2008 por boca de Pedro Solbes y Salgado.
Mariano Rajoy, bien por ser gallego, hombre de paz o por el complejo de la superioridad moral de la izquierda  se cerró a nada que no fuese la solución a la crisis económica. La crisis, era, sin embargo una coyuntura muy grave pero el programa del partido no es coyuntural sino de principios y tras el temor a tocar los temas esenciales del país fue relegado primero por una moción de censura nefanda y luego por un hundimiento de su electorado.
La sensación del país en general es que los años que van de Rajoy a Sánchez no se ha hecho nada entre el temor y la inercia.
Pedro Sánchez retoma el zapaterismo, sin gran confianza de sus barones a los que vence pero no convence e inicia una estrategia que de triunfar conduciría a un modelo similar a la Primera República española y al cantonalismo de Pi Margall.
Su táctica es otra cosa. Como no ha tenido Presupuesto, ni mucho dinero, ni grandes adhesiones,
tiene que conformarse y aprovechar los aplausos vergonzantes de sus adversarios, los independentistas, tanto los pacientes como los impacientes.
La respuesta del electorado a los guiños, a la dejación y al estancamiento en el que se ha sumergido porque lo quiso desde un principio, ha sido claro: Ha sido la lista más votada pero con la boca pequeña y pérdida de votos porque Sánchez no convence a nadie empezando por los suyos. Es lo peor que puede hacer un presidente en funciones: No hacer sus deberes.
Albert  Rivera, cuyo funeral político ha sido el más concurrido, es la respuesta emblemática más estridente a su abandono de  su sentido fundamental: dar la batalla al independentismo, lo cual casi logró.
Las llamadas extremos, Podemos y Vox no engañan a nadie pero de una manera muy distinta.
Pablo Iglesias da una imagen que parece sacada del Pravda con una vocación de poder que le convierte en antagonista de Sánchez. Se ponga como se ponga, no se sale de su guion.
En cuanto a Vox, tampoco engaña, aunque ha demostrado flexibilidad en la política autonómica.
En buena parte VOX es una obra de ingeniería de Sánchez -como ha proclamado Ávalos: el triunfo de Sánchez ha sido frenar a “España- Suma”. Dividir al adversario es una operación de manual pero no da votos.
La Memoria histórica, la exhumación de Franco, la complicidad empática con el independentismo y la crisis han dado la victoria Santiago Abascal.
Y con todo Sánchez, ha perdido escaños.
¿Y ahora qué?
La situación no está ahora, mejor que antes del 10 N, más bien peor.
En un contexto mundial de estancamiento y en una parálisis europea muy acusada, Sánchez, necesita una investidura y un Presupuesto. Sólo Esquerra Republicana le puede hacer Presidente, el partido cuyos dirigentes están en la cárcel.
Gestionar el Presupuesto será aun más difícil contando con que Bruselas no le permitirá grandes alegrías en el gasto público y la Recaudación está como una vaca con las tetas secas por la sequía.
Aunque el paro es acuciante, el verdadero problema es Cataluña.
Si Sánchez no hace el papel de Sánchez, sino sigue su estrategia impura de no cumplir con la socialdemocracia a la que dice asumir, en las próximas y no lejanas elecciones, seguirá perdiendo.
La socialdemocracia ha dejado un vacío en Europa que ha  cubierto el conservadurismo nacionalista que en algunos países ronda la mitad del electorado.
La naturaleza “aborrece el vacío”.


domingo, 3 de noviembre de 2019

Matrimonio “tradicional” y Matrimonio cristiano

Artículo publicado en el periódico Ideal, noviembre de 2019

La expresión “matrimonio tradicional” ha llegado a significar una forma de relaciones conyugales que antiguamente era normales. Se caracterizaba por la unión de un hombre y una mujer para toda la vida y abierto a la fecundidad.
Esta forma arcaica de matrimonio se daba-y aun se da- entre católicos más bien conservadores y que no han sabido adaptarse a las nuevas formas evolucionadas de convivencia.
El progreso moderno y las distintas crisis laborales y sociales que conlleva hace, naturalmente, que los padres apenas puedan ver a sus hijos ni verse entre ellos, pues los horarios laborales suelen coincidir de modo que las personas estén en el hogar sólo para dormir y eso, según y como.
Por las mismas razones, la gente se casa tarde y los hijos o no se tienen o se tienen tarde.
 La formación de los hijos se delega en los colegios y guarderías. Este hecho favorece la emancipación de los hijos que llegan a serlo más del Estado o de la sociedad civil que de sus padres. Es un fruto de la educación por la que abogaba Platón y que practicó Ceaucescu en Rumanía
La libertad y las opciones que conlleva  son lo más importante, por eso una de las disciplinas troncales se refiere al género que los niños deben elegir tempranamente según sus gustos naturales.
     Así pocas de las antiguas familias se sientan a la mesa con sus hijos, dando gracias a Dios por estos alimentos porque los padres a esa hora se están comiendo un bocadillo de calamares en el bar cercano a sus lugares de trabajo.
La contaminación ideológica ambiental ha difundido la idea de que la familia tradicional que fue el modelo cristiano por antonomasia, no tiene lugar en  esta época de cambios constantes en donde cambiar es tan gustoso que vale la pena cambiar a cualquier cosa porque cambiar es la esencia de la democracia.
Por eso es necesario aclarar en que consiste la familia tradicional y en qué consiste la familia cristiana.
Afortunadamente quedan en nuestro tiempo grandes reservas de familias tradicionales, especialmente en África, Oriente Medio y Asia.
Como todo tiene su historia es bueno saber que lo más tradicional en materia de familia es la ley del más fuerte como puede observarse primero, entre lobos, ciervos y carneros. El macho que es capaz de vencer a sus rivales en tal noble lucha se queda con las hembras más atractivas y de paso convierte a los derrotados en sus criados.
En los hombres primitivos no fue muy distinto porque las relaciones sexuales se formalizaban a pedradas por los riscos cercanos a las poblaciones.
Estas costumbres que algunos hoy por ignorancia histórica, llaman violencia de género, dejaron paso a versiones más humanizadas de familia.
Las niñas siempre fueron mal vistas porque no podían ser sabios ni guerreros, modelo de nobleza según se creía. Esta mentalidad llevó al infanticidio de las niñas por sistema, como se suele aún practicar, hoy en China,lo que ha producido un exceso de varones.
Esto es muy  tradicional. Todavía en el presente hay restos de poliandria  en África y en el Tíbet pues, como es lógico, la reproducción se realizaba con varios maridos.
La presunta fragilidad de la mujer hizo llegar en el avance histórico progresivo a formas más humanizadas: Muy frecuentes en los países islámicos. Poder tener cuatro mujeres legítimas y todas las concubinas que se puedan mantener es un cierto modo de Seguridad Social para las mujeres. Recogidas en el harén, no tienen que ir por la calle.
Hasta que, de pronto -en esas culturas tradicionales, aparece Jesús de Nazaret y declara el matrimonio entre hombre y mujer para toda la vida y estableciendo la igual dignidad de ella y de él.
Declara nulos los matrimonios forzados, prohíbe el divorcio y el aborto, creando un tipo de matrimonio revolucionario rompedor de todas las tradiciones anteriores.
Los cristianos consideraban su matrimonio como una alianza eterna como la de Dios con su pueblo, como las del amor joven que se narra en el Cantar de los Cantares, un poema epitalámico único en la Biblia.
Ese matrimonio revolucionario y que exige agallas por ambas partes tiene como finalidad inmediata el amor mutuo y la formación de los hijos en ese amor. Se las ven y se las desean para conciliar trabajo y familia.
Lo más grande es que la cultura de los países desarrollados quiere volver al sistema tradicional basado en la fuerza y que en muchos casos es la violencia de las mujeres y contra las mujeres y contra los hijos con la natural reacción de los hijos contra sus padres.
Las relaciones sociales van progresivamente derivando hacia la violencia y se va extendiendo la presunción de inocencia para los violentos: si queman, envenenan o linchan “por algo será”.
El matrimonio cristiano es una autodonación en las dos direcciones y esa entrega es el modelo en el que los hijos aprenden lo que es la verdadera familia.
Somos libres para muchas cosas,  algunas muy destructivas pero el fin final de la libertad es el amor.
Esa idea del amor como entrega y servicio al otro u otra es lo más contrario a la ley del más fuerte, la terrible legislación que fuerza el matrimonio de las niñas, que las arroja por el Taigeto y que las considera propiedades del varón como la casa o los bueyes.
Lejos de nosotros, esas tradiciones.


La sombra de la piedad

Artículo publicado en el periódico Ideal, octubre de 2017

Hay gente que sigue amarrada a la infalibilidad de las leyes de la historia y del progreso indefinido. No importan las evidencias en contra: el Muro de Berlín, la caída de la Unión Soviética, el 11 S y el avance del islamismo, o la precariedad salarial e incluso en España.
Los argumentos que justifican la excepcionalidad de estos sorprendentes hechos que nadie previó, no debilita la fe inquebrantable de quienes aseguran que vamos a mejor “por definición”.
En algún sentido, también los cristianos, creemos que vamos a mejor: Vamos a mejor si nos comportamos honestamente, amando realmente a los demás como a nosotros mismos; una fórmula que Kant asumió así: “no tratar a los demás nunca como medios sino como fines”.
El Papa Francisco, aunque habla muy bien italiano, no es italiano sino argentino. La espontaneidad, la expresividad, el sentimiento que abre todo su interés prioritario por los pobres y los débiles, son no sólo cualidades de un buen cristiano sino que en él, es el sello de la personalidad de su pontificado, un período dinámico, conflictivo y lleno de claros y sombras.
 El residir en un hotel y no en los palacios vaticanos ya lo dice todo. En su momento explicó: “es una cuestión de psiquiatría”.
En una reciente entrevista publicada en el “New York Times”, Francisco, tomando el toro por los cuernos ha dicho que “no tiene miedo a los cismas” y añade en otro lugar de la entrevista: “Lutero fue condenado tarde cuando ya el protestantismo estaba extendido en Europa”.
Ocurre que en los países ricos y por más de una razón, Francisco suscita recelos.
Unos, lo consideran cercano al comunismo, otros, intransigente con el pansexualismo y demasiado tradicional en la cuestión de la admisión de las mujeres al sacerdocio. En esos países en donde la jerarquía goza de financiación estatal o está bien dotada económicamente, no dejan de disminuir el número de fieles.
María, la Madre de Jesús, que era una fiel laica, como su marido José, era “una del grupo” de los discípulos de Jesús, la primera en la piedad filial de sus hijos, y que huyó con Juan cuando arreció la persecución de Herodes que decapitó a Santiago.
En María, la Iglesia primitiva veía lo más cercano a Jesús y no sólo por cercanía de sangre sino de espíritu.
Nadie en la Iglesia más alabada, la más santa entre todas las criaturas pero nunca se le ocurrió decir Misa, la fracción del pan, porque no le tocaba y punto.
Las leyes de la historia, dicen, que siguen su paso irresistible y debe haber cambios porque si no se cambia, se queda uno inmóvil y nada más inmóvil que un muerto. Piden un cambio de estructura de funcionalidad y de personas pero no un cambio de conciencia, de conversión de las personas.
En la Iglesia se puede cambiar de boina, de carruaje y otras muchas cosas que se supone que se deben cambiar para no asustar a los niños. Hay cosas que son los muros maestros de la  comunidad y de la que en la prensa protestataria se habla poco: oración y sacramentos.
Cuando se pierde la fe, las catedrales se venden, los monasterios se cierras y sólo queda una sombra de piedad: la política eclesiástica.
Cuando se vive la fe, los seminarios se llenan, las vocaciones llueven y se abren monasterios de clausura. Así lo vemos en África, la India e incluso el Viet-Nam o en Lerma.
La Iglesia sólo es Iglesia si es una en su diversidad. Cualquier otra opción se autoexcluye de la comunidad de los Doce, con Pedro a la cabeza.
Es una cuestión de profesionalidad.
 En la Iglesia hay muchos oficios y ministerios que no se adquieren en concurso público sino por vocación. Son los pastores llamados por Dios mediante la designación de la autoridad legítima. Cada uno ocupa el lugar que tenía cuando fue llamado. Si los doctores se hicieran misioneros, nos quedaríamos sin doctores, si los misioneros aspirasen a ser miembros de la Curia, no habría misioneros, si las mujeres quisieran ser hombres, no habría probablemente ni mujeres ni hombres.
Los laicos somos llamados a ser laicos y no clérigos o asimilados a clérigos. Bastante tiene cada uno en hacer progresar su propio oficio y tarea. Somos los destinatarios de las funciones ministeriales. No nos preocupa en absoluto no celebrar misa como tampoco lo hicieron José y María.
Nuestro apostolado tiene la misma independencia y libertad que tiene nuestra profesión.
El horizonte de los laicos es un mar sin orillas.
En cuanto bautizados somos ungidos como reyes y profetas y como sacerdotes      que participan del sacerdocio común, no del ministerial. Son los atributos de todo bautizado que no se hace visible por distinciones y honores sino con obras.
¿Quién soy yo para opinar sobre el celibato o sobre sacerdocio femenino? No tengo ese don ni lo deseo porque  bastante tengo para mantener la lucecilla de la fe  en un lugar oscuro. Aquello es cosa del Magisterio   
¿Tan difícil es comprender que no hay dignidad en la Iglesia superior a la de ser bautizado? Todas las demás son sólo servicios que se edifican sobre el Bautismo.
¿A qué viene, querer ser más?
El desorden es la marca del mal, lo propio de toda descomposición.

  

Feminismo y nihlismo

Artículo publicado en el periódico Ideal en septiembre de 2019
El ser humano necesita saber distinguir lo importante de lo menos importante, lo necesario de lo contingente.
En líneas generales solemos decir que es una cuestión de sentido común. Ocurre sin embargo que el sentido común se diversifica según las personas y comienza entonces un conflicto social entre miles de perspectivas.
En esa situación, el sentido común es cosa bastante rara si nos fijamos en lo que transmiten los medios, las series televisivas y los comportamientos de la “casta”, los antiguamente conocidos como “pomada”, “espuma” y glamour” de la sociedad.
Cuando una sociedad no tiene claro el sentido común y lo importante pasa a ser accidental y lo contingente se hace necesario, se convierte en ingobernable.
Veamos, por ejemplo, el estatus antropológico de las féminas o qué respuesta damos a la pregunta ¿Qué es una mujer” y su derivada, por tanto “¿qué es un varón?”
Estas cuestiones se vienen planteando especialmente desde el siglo XIX y en el XX, de modo más radical,  se plantean en serio desde poco más de medio siglo, en los sesenta de la pasado centuria y de ahí a las versiones posmodernas.
Si, en la Royal Society se hubieran planteado estos temas, hubiera sonado una gran carcajada en aquellos nobles salones donde se preparaba el progreso científico y tecnológico.
Parece pues que el estatuto antropológico de la mujer es una cuestión que surge en sociedades democráticas avanzadas. Son un producto más del progreso moral y del progresismo.
Dos cosas son importantes respecto a la pregunta sobre qué es la mujer:
Lo primero es establecer la diferencia en relación con el varón. Sólo siendo diferente podrá afirmarse la identidad de ambos en cuanto personas.
La defensa de los derechos de la mujer como mujer, sólo será posible si hay mujeres y la identidad con el varón, sólo se entiende si hay varones.
La unidad del género humano se sostiene en su diversidad. Defendemos los derechos de la mujer precisamente en su relación con el varón.
¿Somos todos iguales? La igualdad absoluta de todos con todos es, decía Hegel, “como la noche oscura donde todas las vacas son pardas”.
El feminismo más que un concepto antropológico de mujer y varón aporta una categoría política iluminada por Simone de Beauvoir, Michel de Foucault  y los intelectuales universitarios de la revolución cultural, tal como iniciaron los intelectuales que restauraron ideas del socialismo utópico del siglo XIX.
La opción de género sólo se entiende si por género entendemos no el género humano sino la orientación sexual de cada uno en un menú de más de cien variantes.
Por tanto no se nace con un género sino con la opción de elegir.
Este voluntarismo del género señala que nacemos indeterminados y que nuestra identidad surgirá con la opción.
No hay pues punto de partida o naturaleza común sino que la naturaleza si se nos permite la forzada expresión es un constructo de la voluntad a partir de cero: un acto creador.
En el fondo está idea viene dada por la economía de mercado en donde se oferta lo que va a tener demanda y todo depende del gusto de cada cual. Los economistas ingleses como Adam Smith fueron todos teóricos del gusto estético.
Esta versión radical del feminismo-“feminismo de tercera ola”- deja a la mujer y al varón como opciones de la voluntad libre. Con ello llegamos a este absurdo: la unidad del género humano que garantizaba la identidad de la persona en sus dos versiones, deja paso a un escenario de absoluta inseguridad ontológica.
En un contexto de nihilismo y relativismo, los seres humanos son átomos absolutamente indefinidos y que se espera que acabarán definiéndose. Esa inseguridad del que no sabe quién es y que se ve obligado por la Agencia estatal de identidad a elegir ya su orientación, crea problemas de tipo, incluso psicológicos.
Esos problemas se incrementan infinitamente si la opción de género no se consolida en la primera elección sino que permite la vuelta atrás y optar en cada momento de una orientación sexual distinta.
Esta posición que es la actual fase hace del movimiento feminista un auténtico ciclón revolucionario, capaz de disolver toda estructura y sobre todo la de persona.
El concepto romano-cristiano de persona va ligado a dos principios: persona es quien puede presentar una demanda ante un juez y que en Roma era facultad de los ciudadano-cives. Es por tanto un concepto jurídico-político.
El Cristianismo rechaza ese concepto político de persona por considerar la igualdad de los sexos en el marco del Derecho, por ser indistintamente, hijos de Dios.
Ambos modos sucesivos y ensamblados de concebir a la persona, presupone un orden jurídico que garantice el libre ejercicio de los derechos de la persona: políticos, sociales, económicos, etc.
La opción de género, en esta última fase posmoderna de la tercera ola, socava todos los referentes y todos los contrafuertes que hacen posible la sociedad humana.
Estamos-en los proyectos de este radical feminismo en una sociedad de átomos que pueden ser cualquier cosa pero no son nada porque, de ser algo, se liquidarían toda posibilidad de opción.
El nihilismo en estado puro.
Nada ya es importante, nada necesario. Sólo importa lo superfluo. Esta  concepción convierte lo insustancial en absoluto, según aquella frase-tenida por aguda- de Oscar Wilde: “A mí que me den todo lo superfluo y me quiten lo necesario”.

¿Quién manda en el Reino Unido?

Artículo publicado en el periódico Ideal en agosto 2019

Los ingleses son un caso único en el constitucionalismo mundial. La razón es que desde la Gloriosa Revolución de 1688 que implantó el parlamentarismo liberal, no ha sufrido ninguna otra revolución. Es importante recordar, sin embargo, que la Revolución Francesa no le afectó en directo y como es natural, tampoco la Constitución norteamericana.

El Reino Unido ha atravesado esas dos revoluciones sin que una u otra ideología cambiaran su manera de gobernarse.

La actual crisis-el breaksit- fue desencadenada por el nombramiento de David Cameron como primer Ministro por la Reina Isabel II. La Reina tiene la prerrogativa de designar al Premier y también la de disolver las Cámaras.

De entrada, el Reino Unido, se incorporó a la Unión Europea a su manera, o si se quiere “malamente” porque no adoptó la moneda ni el sistema métrico decimal y otras historias que pueden parecer menudencias.

Este país funciona más como un organismo vivo que como andamiaje o como una planta industrial.   

Los europeos y menos los españoles, no acabamos de comprender la solidez de un sistema que ha superado victorioso dos guerras mundiales con muchos millones de muertos.

En Francia han tenido hasta la V República muchas formas de gobierno en el siglo XX, lo mismo ocurre en España en que cambiar o suspender la Constitución se ha hecho cuatro veces en este mismo siglo.

Curiosamente regidos por la norma del precedente judicial y legislativo, mantienen un régimen democrático, basado en elecciones por pequeñas circunscripciones y siempre sobre la base de la mayoría simple.

Cierto que desde aquella fecha de la Gloriosa, el principio fundamental es la soberanía del Parlamento pero la Reina puede disolverlo en cualquier momento y nombrar primer ministro a quien quiera.

En los sistemas europeos el rey o el Presidente de la República necesitan del refrendo del Jefe de Gobierno casi para todo. En Gran Bretaña funcionan al revés como los automóviles por las calles que van por la izquierda.

La Reina se deja asesorar por el Premier que no es lo mismo que ser refrendada por él.

 Esto ocurre, además en cuestiones gravísimas como declarar la guerra y hacer la paz, nombrar a los oficiales del ejército y comandar las Fuerzas  Armadas.

¿Cómo es posible una forma tan fuera de tiempo? Se preguntarán muchos.

Por una norma no escrita que impregna todas las costumbres constitucionales no escritas: la “property” que puede significas varias cosas: corrección-como en el castellano “obrar con propiedad”, buena educación y sentido común.

La Reina está siempre en la sombra pero no como candelabro apagado sino como un grupo electrógeno en el sótano.

Toda la vida pública lleva el Visto Bueno de la Reina: la elección de los jueces que forman el Consejo privado que desempeña las funciones de Tribunal Supremo, los obispos de la Iglesia de Inglaterra que son elegidos por la Soberana. Son  los “lores espirituales” de la Cámara Alta que al fin y al cabo sirven a un estado confesional, donde la soberana es la cabeza espiritual y temporal.

Todo con mucha “property”, siguiendo las costumbres y con el consenso o anuencia de unos u otros.

Queda claro sin embargo que en un momento dado, según normas no escritas, la Reina puede disolver el Parlamento o prorrogar su período legislativo, como ocurrió en la segunda guerra mundial.

La Unión Europea tiene otra tradición que podemos referir al Código Civil de Napoleón y que ha sido el molde para todos los Códigos civiles del mundo. El liberalismo a la francesa, es la verdad absoluta y Napoleón es su Profeta lo que significa que podemos diseñar la sociedad a muestro gusto.

Los británicos no se dejan diseñar por Bruselas. Este es el fondo.

¿Cómo saldrán los ingleses de lo que nos parece a los europeos un callejón sin salida y  los británicos creen que es la cosa más lógica y correcta del mundo?

¿Cómo dos sistemas democráticos pueden echar chispas  al mero roce?

Los ingleses son constitucionalistas, sin Constitución, se adaptan a las circunstancias.

¿De qué sirve una Constitución escrita si se interpreta al revés del espíritu e intención de los que la fundaron?

Aunque los Estados Unidos se inspiraron más bien en los principios de la Revolución Francesa, heredaron de los ingleses el modelo jurídico de precedente judicial y lo respetan escrupulosamente.

El Presidente Trump quizá tenga menos poderes que Isabel II pero goza de mayor poder de lo que se suele creer. Depende del Presupuesto del Congreso pero tiene una capacidad ejecutiva de acciones importantes. Es posible destituirlo por impeachment pero no es tan fácil. Le ocurrió a Nixon, precisamente por una falta de “property”

No está prevista la sustitución de Isabel II. No hay precedentes desde la caída de los Estuardos mediante una guerra civil.

Sobre todo, no es posible, porque la Reina es una pieza clave de todas las funciones del Estado. No es simple florón.

Ahora mismo la Cámara de los Lores-que solemos creer que es una inútil antigualla- está debatiendo el Proyecto del Gobierno para suavizar la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. La idea es prolongar las sesiones intencionadamente para que los Comunes, que son los que deciden, no les quede tiempo para ponerse de acuerdo.

Todo para que los coches de Londres sigan circulando por la izquierda.

 

 

Cómo las minorías dominan a las mayorías

Artículo publicado en el periódico Ideal en agosto 2019

En cualquier organización social e independientemente de toda valoración moral las minorías dominan o por lo menos dirigen y gobiernan a las mayorías.
Los anarquistas creen o lo dicen que con el método asambleario se consigue el círculo cuadrado de que la totalidad se autogobierne sin especial distinción entre dirigentes y dirigidos.
En el Contrato Social, Rousseau, da el argumento: Cada ciudadano cuando vota actúa como soberano solidario con los demás y cuando obedece a la ley actúa como súbdito. Cada uno alcanza el ideal de la democracia: el autogobierno y la autonomía moral
Engels, empresario y fabricante decía que “la prueba del pudding está en comérselo”.
Mientras veíamos estos días el tira y afloja entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias que por su mismo nombre parece predestinado, recordaba los últimos tiempos de la democracia en Rusia, en 1917. El enfrentamiento se daba entonces entre la mayoría socialista, los llamados mencheviques que tenían como líder y jefe de Gobierno a Kerensky y a Lenin uno de los jefes de la minoría bolchevique.
Lenin llegó a Rusia empaquetado por los alemanes que tenían la esperanza fundada de que, tras la revolución, firmaría la paz y dejaría el frente ruso sin problemas.
Kerensky mantenía la alianza con los franceses y anglosajones, prosiguiendo el conflicto.
¿De qué sirve tener la mayoría, incluso absoluta, si una minoría insignificante con ideas claras y una organización paramilitar, es capaz de dar un vuelco haciendo que los gobernantes sean dominados?
Más aún: La minoría socialista, dada la fragmentación del Parlamento resulta en la práctica no sólo una minoría sino bordeada por dos minorías, los nacionalistas y los de Podemos que tienen dos claves para dominar: saber lo que quieren y una estructura de partida cohesionada.
La minoría si sabe lo que quiere, tiene una clara ventaja, un proyecto unificado: comunismo o independentismo o ambas cosas a la vez
Esa claridad en el proyecto político que resulta incluso infantil en su diseño soñador y sentimental, no admite en el fondo tratos, regateos y acuerdos. Cuando se quiere todo no hay mucho que hablar.
Esta situación no sólo se refiere a la actual relación de fuerzas sino es válido incluso cuando Rajoy tenía la mayoría absoluta.
La única idea clara de Rajoy, era evitar la intervención y el rescate de Bruselas pero respecto de los demás temas no tenía un objetivo concreto.
Sin ese objetivo que unifica la acción y sin un partido articulado y cohesionado al servicio del objetivo, lo mejor que se puede hacer es marcharse como hizo Rajoy.

Sánchez pretendió algo más difícil, dirigir la Nación desde una minoría que no tiene otra idea que conquistar el poder, pero sin un programa de ningún signo.
Aunque algo tarde, Pedro Sánchez se ha convencido que Iglesias no estaba dispuesto a ser un tonto útil, una decoración en un escenario de una revolución ni siquiera pensada.
Hemos perdido el tiempo. Lo más sorprendente es que este leninista minúsculo haya creído alguna vez que Sánchez tragaría el anzuelo. Ha demostrado tener una ingenuidad absoluta y no percibir que Sánchez no tiene ideas ni programa y que por ello, puede adherirse a cualquiera siempre que sea él, el que controle realmente la situación.
Casi podría decirse que Sánchez se ha comportado como un Kerensky inteligente.
Ahora mismo no queda otra alternativa que las elecciones aunque la izquierda está obligada a pensar que Sánchez todavía puede estar tentado a caer en el cepo.
Creo que se equivocan. Los independentistas no tienen un Plan B: o la independencia o volver a la autonomía que la entenderán siempre como un período de transición.
Cuando no hay ideas propias todo queda al albur de la agilidad imaginativa, del tacticismo que desconcierta al adversario saltando de ficha en ficha. No hay ideas. En este sentido, la anécdota de la tesis doctoral no es una fruslería. Algo tan importante como el desarrollo de una idea sobre el papel se convierte en un simple item de Curriculum.
Si pasamos al otro lado de la bancada, la derecha de Rajoy desdibujó su caudal ideológico hecho de libertades y valores, desencantando a la mayor parte de electorado que sigue creyendo en ellos.
El que “las tres derechas” tengan una virtual capacidad electoral no es lo decisivo. La tienen en la medida que su ideología liberal, humanista, conservadora no quede difuminada por razones tácticas meramente instrumentales.
Una derecha con un programa claro y decidido, con contenidos transparentes que mantenga una estructura articulada en torno a su líder, puede llegar al poder.
Los próximos tanteos van a ser más de lo mismo y Sánchez tratará vender su relato pero no formará gobierno.
Situados en Septiembre con la sentencia del “Procés”  que no puede hacer otra cosa que confirmar los dictámenes de la Fiscalía, vamos a mantener unos cuantos diputados en la cárcel y otros, en el exilio, tal vez quince años.

Sánchez pide ayuda a la derecha pero sólo como único camino posible.
Ciudadanos perdió su protagonismo en Cataluña que era su gran logro. Sus valores de fondo no son positivos sino antinacionalistas y eso es poca cosa sino se consigue el Poder.
En la medida en que Pablo Casado acentué los valores del PP y sea coherente con ellos, será capaz de absorber a los decepcionados de Ciudadanos que son muchos y los voluntariosos de Vox que tampoco tienen soluciones mágicas.

sábado, 27 de julio de 2019

Inmigración: como solución y como problema


 Artículo publicado en Ideal en julio de 2019


Las constantes avalanchas de inmigrantes por el estrecho y los recientes asaltos a los CIE en Canet de Mar y otros puntos de Cataluña, deben  ser ocasión de reflexión serena.
Los “mena”, menores no acogidos son supervivientes de las pateras suicidas que llegan a nosotros del Magreb y de los países subsaharianos. Mayores o menores, mujeres y bebés, no son aventureros sino supervivientes de dos guerras, las de sus países de origen y las de las mafias y del paso por el Estrecho.
La inmigración, las grandes migraciones que existen desde el paleolítico siguen una especie de ley similar a la de los gases: Los gases tienden a expandirse y a ocupar el vacío.  
Los humanos no somos gases aunque a veces cuando tomamos forma de masa, lo parecemos, esta analogía nos sirve para explicar gran parte de las causas y las consecuencias de los flujos migratorios que se han hecho evidentes y acuciantes en Europa,  desde  el comienzo de la guerra de Siria.

Cuando se hace el vacío, la gente escapa hacia lugares donde encuentran espacio para la supervivencia. Nadie se va de su casa cuando está cómodo y de acuerdo con sus expectativas.
Estos flujos son en general productos de la necesidad-guerra o hambre- pero a la vez, espontáneas, no dirigidas por los Gobiernos. No como las grandes deportaciones del estalinismo que desplazaban forzosamente a las personas como si fueran hormigas.

La espontaneidad no es de las personas sino de las masas que sólo heroicamente permanecen en los lugares donde se les hace el vacío.
El descenso de la natalidad en Occidente crea el vacío suficiente para generar esperanzas. Se vislumbra que en los países desarrollados siempre habrá trabajo para aquellos oficios que nadie quiere. Ellos son, “Nadie”. Están dispuestos a asumir las tareas más bajas de la sociedad occidental.
En principio la inmigración  ofrece, sobre el papel,  solución a este problema. Las cosas, puesto que se trata de personas y no de gases, son más complejas.
Durante la crisis, el número de inmigrantes descendió sustancialmente. Ahora que hemos vuelto “débilmente” a remontar nuestra economía, vuelve a crecer. Si hay trabajo llegan si no, no.
Tampoco este extremo es tan simple. Nuestra juventud emigra por no encontrar trabajos que correspondan a su cualificación. Es evidente que los inmigrantes no van a competir  con los que emigran, salvo por sueldos más bajos.
Son las leyes del mercado que desde el declive de la socialdemocracia y extensión de la globalización y del neoliberalismo, no conocen límites.
Cuando nuestros equipos de salvamento recogen los supervivientes en el Estrecho, no piensan en esas cosas sino que tienen delante personas como ellos mismos a los que hay que salvar, como sea, como probablemente ellos harían con nosotros en circunstancias similares.
Europa tiene miedo de esas oleadas porque vio en su momento masas y no personas. Aunque el fenómeno se ha reducido, persiste. Europa ve con recelo la libre circulación de personas no sólo por su incidencia en el mercado de trabajo sino porque introduce variables en cuanto a identidad. Son variables de lengua, de religión, de costumbres e incluso, afectan a la seguridad nacional.
Este es uno de los factores determinantes del “breakssit” y de la vuelta de muchos gobiernos a concepciones autoritarias e identitarias que quieren frenar el peligro.
En el caso de la inmigración musulmana, se añade el miedo cierto al terrorismo y la convicción de que el islamismo moderado  siempre guardará su moderación, más para los yihadistas que para los países que los acogen.
En nuestro país, franceses, alemanes y británicos se asientan en el Levante, Andalucía y las Islas con la única pretensión de disfrutar de sus pensiones en regiones de clima idílico y con la cobertura adecuada de la Seguridad Social.
Aunque en Castellón y Alicante hay más extranjeros que españoles, en el conjunto del Estado la inmigración ronda el 10%.
Hay un tema en donde ciertamente es preciso  activar la regulación de esos flujos migratorios: el caso de los “mena” o menores no acogidos. Puede haber 50.000 vagando de una parte a otra sin muchas perspectivas más allá de la droga, la prostitución o la delincuencia.
No son peores que nosotros sino que se ven forzados por nosotros a vivir en unas circunstancias de las que no sabemos si nosotros podríamos salir.
No se puede permitir la entrada de aquellos a los que no somos capaces de acoger dignamente.
Eso cuesta dinero pero al mismo tiempo encuentra en nuestras gentes una voluntad humanitaria demostrada.
Si hay que cerrar fronteras para defenderse de los miserables es que falta inteligencia. Hay que sentarse a considerar un problema que tiene también aspectos de solución.


 En España no hemos sido xenófobos sino que al revés que otras culturas hemos practicado sistemáticamente el mestizaje. Paradójicamente los que eliminaron a los indígenas nos acusan falsamente de lo mismo.
Con todo el índice de xenofobia crece en aquellas áreas donde la presencia de los inmigrantes es más numerosa y conflictiva.
Hace falta un Plan Nacional de Inmigración que regule este problema con humanidad y sentido común. Algo que está realizando Cáritas dentro de sus posibilidades.
  No debe dejarse “a la buena de Dios” que es la manera que los españoles, aun los más agnósticos y ateos, suelen dejar correr las cosas.
Hay maneras civilizadas de regular los flujos migratorios.




miércoles, 24 de julio de 2019

El derecho a morir




Artículo publicado en el periódico Ideal, julio 2019


“Eutanasia es una expresión griega que significa “buena muerte” o “muerte feliz”. El nexo entre la felicidad y la muerte no abunda entre los pensadores modernos pero sí, en los antiguos. Es sorprendente que los paganos  tengan más claro el sentido de la muerte que los modernos y especialmente  no digamos ya, los posmodernos o los post-verdaderos.
            La Edad Media  es muy larga y mil años dan para casi todo. Con frecuencia se ha ligado dicho período del Cristianismo con tintes oscuros, y la querencia por lo más negativo, la huida de la vida, las mortajas y los cementerios.
El Cristianismo, aun es más largo y en los primeros tiempos viene impregnado de  la fe en Jesucristo y su Resurrección de los muertos. Esta fe llevaba a los mártires a pensar en la muerte como el paso a la verdadera vida y a la patria verdadera.
      Ahora, se aplica el término “eutanasia” al simple “quitarse de en medio” por el procedimiento más cómodo y eficaz. Este método se extiende en ciertos lugares a las ceremonias funerarias aderezadas con una liturgia laica de violines y poemas de Goethe. Cada uno es dueño de “hacer de su capa un sayo”
A mí, personalmente, si se me permite,  no me atraen los cementerios aunque siempre tengo presente a mis muertos. Me cae bien la costumbre mejicana de ir a las tumbas de los parientes, toda la familia a comer y “pasarlo bien”, lo que me parece revela las raíces cristianas de un pueblo.
¿Qué tiene que ver la muerte con la felicidad?
Si la vida ha sido feliz, el morir puede percibirse como un desgarro, lo que de suyo es deprimente. Si por el contrario ha sido desgraciada, la muerte se percibe como una liberación. En ambos casos, la persona es un sujeto pasivo al que le pasan ambas cosas, la vida, la muerte, la felicidad y la desgracia.
La vida como cosa de suerte, buena y mala.
Y  ahora viene lo bueno. Se levanta la voz de los “esprits forts” para proclamar el derecho de los seres humanos a una muerte feliz. El argumento consiste en ennoblecer la muerte con conceptos como la dignidad, la autonomía y el derecho al propio cuerpo.
Como se ve, estas ideas van mucho más allá de la eutanasia.
El hombre moderno es un cristiano vergonzante, mientras el pagano, se tomaba la vida como un paso breve y a ser posible, feliz, hacia un ciclo de reencarnaciones que son oportunidades infinitas de mejorar en otras vidas. Es una creencia  generalizada en Oriente. Como todo mito tiene un sentido. Otra cosa es tomarlo en serio.
Hay notables excepciones. Sócrates es el paradigma.
Puesto que fue condenado a muerte, toma la cicuta con toda serenidad, como brazo ejecutor de la ley. Sus últimas palabras fueron: “Sacrificad un gallo a Esculapio” lo que significa que la muerte le permitía una vida más saludable que la presente.     Había que agradecer el favor a  Esculapio, dios de la Medicina.
Séneca, hizo otro tanto y lo mismo Aristóteles. Era la costumbre de los disidentes que lo hicieron con mucha paz.
No queremos saber que la vida tanto por el código genético como el cultural, todo nos ha sido dado.
El utilitarismo hace del morir una cuestión técnica y cualquiera sabe- sin armarse de  legalidad y burocracia- de qué pastillas puede echar mano para un gozoso finiquito.
Los modernos,  postcristianos, declaran a la muerte el enemigo mayor de la vida y como se hace con los enemigos, debe ser silenciado, escondido, carnavalizado.
No es serena la actitud de quien esconde una verdad tan evidente. Es un desplazamiento de la angustia por la ideología de que soy tan libre que me muero cuando quiero.
Esconder la verdad no puede ser liberador y feliz.
Lo verdadero es el mayor bien del que tanto  carecemos pero que en la necesidad de morir nos da una demostración de su existencia. Hay que morir, luego algo hay verdadero y que no engaña.
Hay muchas cosas que no engañan: las matemáticas, el arte, la música y sobre todo el amor verdadero, que se entrega sin contraprestación. De esto hay mucho pero tampoco se quiere ver.
No es verdad que todo es mentira, lo demuestran las ecuaciones de segundo grado, el perihelio de mercurio y los millones de vidas que se entregan a los demás en el mundo.
Despenalizar la eutanasia no quita ni pone muerto pero indica mucho del desprecio a la vida de los que la promueven. Con estas tremendas ganas de comodidad, con esta devaluación del vivir, no se pueden esperar iniciativas positivas para vivir felizmente.
¿Se puede llamar libre al acto por el cual eliminas la libertad? ¿Es honesto eliminar a los terminales en función de aumentar las camas en los hospitales? ¿Se debe desatender los cuidados paliativos porque son caros? ¿No son más caros los cambios de sexo?. Añadamos que los pobres y los débiles, los que carecen de “enchufe” son los que más fácilmente dejarán sus camas libres para ahorrar costes.  Hay que estar muy atentos, no sea que los parientes vayan a visitar al abuelo y se encuentren con un sustituto.
¿Cómo van amar a los vivos quienes antes los prefieren muertos con tal que cuadre el balance de resultados?


martes, 23 de julio de 2019

El "brexit", las grietas de la conciencia europea


Artículo publicado en julio 2019


El tema de la decadencia de Europa se repite monótonamente desde la
Gran Guerra. En esa época destaca la obra de Paul Hazard, de Oswld
Spengler y por último de Edmund Husserl.
Hazard sitúa la crisis en el período que va de 1685 a 1715. El racionalismo y
el empirismo, la razón matemática y el azar conducen al liberalismo en
Inglaterra y al estado absoluto de Luis XIV. El primero se prolonga hasta
nuestros días y el segundo se mantiene tres cuartos de siglo hasta la
Revolución.
La Revolución no hace otra cosa que convertir la monarquía absoluta en la
república absoluta que enlaza hasta nuestros días con el estado digital.
Oswald Spengler puso de moda la decadencia de Occidente en la tremenda
época de entreguerras, tomando elementos de Nietzasche y fascinado por
Benito Mussolini.
El sentimiento de que Occidente está en plena decadencia, ha hecho mella
en la conciencia europea y le ha sumido en un mar de complejos y de
culpabilidad.
Parece que estar en decadencia es ser débil, no tener poder para dominar a
otros y estar acusándose continuamente por aquellas pasadas épocas en que
España, Holanda o Gran Bretaña dominaban el mundo.
Esa falta de fundamento es señalada por Husserl, en su obra sobre la crisis
de las ciencias europeas, alimentada en el fondo por la crisis de la lógica y las
matemáticas, víctimas de las paradojas de Bertrand Russell. La obra es de
1930 cuando el nacionalsocialismo se prepara para el asalto al poder o sea al
fundamento. El caldo de cultivo que lo hace posible es una república, la de
Weimar, socialdemócrata, débil y decadente.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el liberalismo de los aliados y el
estado absoluto que encarna el estalinismo, se enfrentan de nuevo. En el
contexto de la guerra fría, los países que lucharon en la contienda, Francia y
Alemania, tratan de edificar un nuevo ente, la Unión Europea sobre las
mimbres del mercado del Carbón y el Acero (CECA)
Los hombres que construyen esta nueva Europa, son líderes cristianos de
gran talla, Adenauer, De Gasperi, Schuman, Bidault. Son demócratas serios,
no okupas ni salteadores de fincas.
La Humanidad es sin embargo mucho más que Europa y más que las
grandes potencias, Estados Unidos y Rusia. La Humanidad la forman siete mil
millones de almas con sus cuerpos, con sus deseos y sus necesidades.
Las necesidades de la especie son mucho más poderosas que las
Constituciones y las burocracias.
El 11 S, establece un antes y un después en la historia mundial porque al
filo de los cincuenta años del Tratado de Roma, Occidente se siente vulnerable
y las respuestas bélicas, en Oriente Medio, profundizan la brecha entre el
Tercer Mundo y los estados del bienestar.

Las propias contradicciones del capitalismo abocan a una gran crisis
semejante a la de 1929 de la que en realidad no hemos salido, simplemente
nos hemos enfangado.
Es entonces cuando la Unión Europea tiembla ante dos enemigos: el
terrorismo islámico y las migraciones en masa.
Ambos vectores de fuerza, llevan a un punto común: la necesidad de
reforzar la seguridad, clausurar las fronteras, todo ello con el todavía sabor
amargo de la crisis.
Renacen las políticas conservadoras en el Continente y también en USA y
en la Rusia de Putin. Implacables con el terrorismo, los muros construidos se
deshacen ante la presión migratoria que es más bien una fuerza de la
Naturaleza.
Cerrarse sobre sí mismos, intentando ser fuertes en medio de la
“décadènce”. Ser fuertes cuando la norma de esa fortaleza es, el “todo vale”.
Estamos en un momento de gran debilidad y de miedo a todo: miedo a la
vida y a la muerte, miedo a los hijos, miedo a soñar en grandes empresas,
miedo a salir fuera del caldo de cultivo de lo políticamente correcto.
Es una crisis de fe, de valor, una apoteosis de la cobardía.
Los paños calientes y las recetas cortoplacistas son los únicos enjuagues
de los que se vale el enfermo europeo.
El "brexit" es sólo el síntoma escandaloso de la falta de fundamento. No
saben qué hacer. Es Europa la que no sabe qué hacer, enredado en un montón
de paradojas lógicas.
Todos tenemos nuestro propio "brexit", todos quisiéramos saber que hacer.
El Parlamento británico y el Gobierno Frankestein en España, son
modalidades similares de perplejidad histórica,
Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar son los añicos que saltan de una Gran
Bretaña, sin fundamento.
Cataluña y Euskalerría, Los Paisos Catalans son pedazos de una falta de
identidad. Cada uno de esos pedazos siente profundamente sus raíces, unos
fundamentos construidos en medio siglo en luchas contra el “enemigo”.
El “enemigo” es siempre el referente de los estados totalitarios. Sin enemigo
no hay raíces. Esta es la razón de todo totalitarismo: tiene que reinventar su
propia historia, convertir el relato en verdad absoluta y sumergir por inmersión a
todo lo que se mueva.
La Europa del Carbón y el Acero se fundó en el ventajismo económico sin
otros valores que los de una libertad entendida como desahogo histórico de
todos los traumas y complejos del subconsciente colectivo.
Cuando las uvas eran maduras se financian los desahogos y otros créditos
tóxicos. Al venir las verdes, las migraciones y el terrorismo, los éxtasis dejan de
ser un artículo de primera necesidad.