Artículo publicado en el periódico Ideal, 17 de diciembre de 2024
Los cristianos de raza árabe que
quedan en Palestina son el 1% de la población. Su fuente de ingresos procede de
las peregrinaciones, lo que significa que padecen más de un año de hambruna.
Una estudiante palestina que se apoya
en una muleta- en la zona hay más palos que accidentes- nos explica, la triste
situación de su familia y paisanos. Es un mundo de víctimas, mujeres, niños y
los varones todos sospechosos de ser enemigos de su propio estado.
En Belén funcionaba una universidad
árabe de orientación cristiana, en condiciones tan difíciles, casi milagrosas.
La guerra la hace inviable.
Un muro de varios kms. les separa del
territorio judío y para llegar a su lugar de trabajo, los que lo tienen, deben
pasar una especie de aduana, con largas esperas mostrando los salvoconductos
que día tras día y hora tras hora, les permiten pasar a la “otra parte”.
Esta situación insostenible lleva años
de vigencia, unos doce, y la actual guerra la ha pluridimensionado.
Después de rezar el Padre Nuestro en
árabe, nuestra estudiante nos pide ayuda y luego monta en la puerta de la
iglesia un tenderete con los curiosos objetos que se vendían a los peregrinos
en otros tiempos.
La idea de establecer una plataforma
distribuidora de belenes de madera de olivo, de cruces y otros objetos del
país, parece que ayudaría mucho.
Si no son posibles las
peregrinaciones, tal vez sea posible, el movimiento inverso, que ese comercio
vital para ellos, se haga circular por todo el mundo cristiano.
Toda esa zona, la Gran Siria y sus
poblaciones como Tiro, Beirut, Alepo y Damasco, figuran en los Hechos de los
Apóstoles. Allí nació y se expandió el Cristianismo.
La población palestina, tanto
cristiana como musulmana, ante un acoso permanente, tiende a dejar los lugares
sagrados y buscar su vida fuera de Israel.
Estos cristianos no llegan a 180.000
en Israel mientras que en Jordania alcanzan un cuarto de millón.
En Siria el régimen recién derrocado
de Bashar al-Asad, que anteriormente había sido tolerante, destruyó más de
cincuenta iglesias.
En Palestina, los cristianos, aunque
tolerados en Egipto y emiratos árabes unidos, sufren la hostilidad de árabes y
judíos.
Los yihadistas que actualmente
gobiernan en Damasco, parece que tienen la intención de establecer un gobierno
de transición que podría encabezar el primer ministro anterior. Hasta que se
decante la tendencia, los talibanes saludan la victoria como propia.
Oriente Medio con una fragmentación
étnica, religiosa, política y económica sólo entiende el lenguaje de la
autocracia, como ocurrió durante el Imperio otomano hasta la II Guerra Mundial.
La presencia, primero británica y
luego estadounidense fomentó el establecimiento del Estado de Israel, al estilo
democrático occidental. También se intentó expandir la democracia en Irak, la
Persia del Sha y Afganistán.
El “daño colateral” ha sido la
identificación (absurda) de la agresión americana con el Cristianismo.
Esta barbaridad es comprensible en
unos pueblos que casi nunca han distinguido entre religión y política.
Tierra Santa espera más que nunca la
Tierra prometida: la esperan los judíos con su Mesías guerrero, la esperan los
islamistas con la vuelta al califato. Los cristianos, unos mantienen su
presencia como mártires, otros miran a cualquier tierra en la que se pueda
respirar.
Una babélica situación: turcos contra
kurdos, americanos ayudando a los kurdos, los yihadistas en un caos victorioso
que sólo puede serenarse con otra dictadura.
Los ejércitos israelíes avanzan por el
Líbano y desde los Altos del Golán, van ocupando el sur de Siria.
En Belén, el buey y el asno, no saben
qué pensar.