sábado, 21 de diciembre de 2024

En Belén, no hay “belén”

 Artículo publicado en el periódico Ideal, 17 de diciembre de 2024

Los cristianos de raza árabe que quedan en Palestina son el 1% de la población. Su fuente de ingresos procede de las peregrinaciones, lo que significa que padecen más de un año de hambruna.

Una estudiante palestina que se apoya en una muleta- en la zona hay más palos que accidentes- nos explica, la triste situación de su familia y paisanos. Es un mundo de víctimas, mujeres, niños y los varones todos sospechosos de ser enemigos de su propio estado.

En Belén funcionaba una universidad árabe de orientación cristiana, en condiciones tan difíciles, casi milagrosas. La guerra la hace inviable.

Un muro de varios kms. les separa del territorio judío y para llegar a su lugar de trabajo, los que lo tienen, deben pasar una especie de aduana, con largas esperas mostrando los salvoconductos que día tras día y hora tras hora, les permiten pasar a la “otra parte”.

Esta situación insostenible lleva años de vigencia, unos doce, y la actual guerra la ha pluridimensionado.

Después de rezar el Padre Nuestro en árabe, nuestra estudiante nos pide ayuda y luego monta en la puerta de la iglesia un tenderete con los curiosos objetos que se vendían a los peregrinos en otros tiempos.

La idea de establecer una plataforma distribuidora de belenes de madera de olivo, de cruces y otros objetos del país, parece que ayudaría mucho.

Si no son posibles las peregrinaciones, tal vez sea posible, el movimiento inverso, que ese comercio vital para ellos, se haga circular por todo el mundo cristiano.

Toda esa zona, la Gran Siria y sus poblaciones como Tiro, Beirut, Alepo y Damasco, figuran en los Hechos de los Apóstoles. Allí nació y se expandió el Cristianismo.

La población palestina, tanto cristiana como musulmana, ante un acoso permanente, tiende a dejar los lugares sagrados y buscar su vida fuera de Israel.

Estos cristianos no llegan a 180.000 en Israel mientras que en Jordania alcanzan un cuarto de millón.

En Siria el régimen recién derrocado de Bashar al-Asad, que anteriormente había sido tolerante, destruyó más de cincuenta iglesias.

En Palestina, los cristianos, aunque tolerados en Egipto y emiratos árabes unidos, sufren la hostilidad de árabes y judíos.

Los yihadistas que actualmente gobiernan en Damasco, parece que tienen la intención de establecer un gobierno de transición que podría encabezar el primer ministro anterior. Hasta que se decante la tendencia, los talibanes saludan la victoria como propia.

Oriente Medio con una fragmentación étnica, religiosa, política y económica sólo entiende el lenguaje de la autocracia, como ocurrió durante el Imperio otomano hasta la II Guerra Mundial.

La presencia, primero británica y luego estadounidense fomentó el establecimiento del Estado de Israel, al estilo democrático occidental. También se intentó expandir la democracia en Irak, la Persia del Sha y Afganistán.

El “daño colateral” ha sido la identificación (absurda) de la agresión americana con el Cristianismo.

Esta barbaridad es comprensible en unos pueblos que casi nunca han distinguido entre religión y política.

Tierra Santa espera más que nunca la Tierra prometida: la esperan los judíos con su Mesías guerrero, la esperan los islamistas con la vuelta al califato. Los cristianos, unos mantienen su presencia como mártires, otros miran a cualquier tierra en la que se pueda respirar.

Una babélica situación: turcos contra kurdos, americanos ayudando a los kurdos, los yihadistas en un caos victorioso que sólo puede serenarse con otra dictadura.

Los ejércitos israelíes avanzan por el Líbano y desde los Altos del Golán, van ocupando el sur de Siria.

En Belén, el buey y el asno, no saben qué pensar.

La sostenibilidad del sistema

 Artículo publicado en el periódico Ideal, 13 de diciembre de 2024

Llamo sistema al edificio del Poder político del  Estado y que permite su gobernabilidad con representación de los ciudadanos.  


 



En este constructo cuyo proyecto viene diseñado por la Constitución, hay un requisito previo que no figura en esa ley de leyes: que la mayoría de los ciudadanos -la “pars maior et sanior”- esté deseando que el edificio se levante y funcione.

Este requisito se debe dar en el momento inicial y mantenerse durante el período que discurra, mientras sea sostenible.

Hay otro hecho, esta vez psicosocial, que también acaba siendo determinante:  El sistema debe sobrevivir al cambio generacional: quince o veinte años. De no ser así, aflora un malestar social y político que llamamos “crisis”. Si la crisis se prolonga, lo normal es que se dé un cambio de régimen pacíficamente o no tanto.

En Francia, nuestro primo más cercano, se siguen bastante bien esos requisitos y condiciones.

Tras la II Guerra Mundial, la IV República entró en crisis a los siete años por un factor externo, el fenómeno de la OAS, la revolución de los generales y el establecimiento de la V República con el General De Gaulle que estableció un régimen presidencialista.

Diversos Presidentes le sucedieron hasta llegar al movimiento de los chalecos amarillos y la situación actual en que la extrema izquierda apoya al Centro para evitar la llegada de la extrema derecha, creciente en toda Europa.

Es un momento crucial, porque el malestar social está descontento del sistema y porque la situación económica es inquietante, reflejo sin duda, de la alemana.

En nuestro país, hubo tres períodos en los que las Instituciones se sostuvieron en torno a cuarenta años, lo que aparentemente habla de la sostenibilidad de los respectivos sistemas.

La Restauración de Cánovas restableció la monarquía constitucional y el bipartidismo que no supo resolver el movimiento social. Tanto es así que Alfonso XIII tuvo que echar mano del Ejército y nombrar un Gobierno presidido por Primo de Rivera, que llevaba a su favor acabar con la guerra de Marruecos.

La Dictadura, como también la guerra, son rupturas del continuo político y suelen nacer insostenibles, como ocurrió en este caso y en otros muchos en nuestro siglo XIX.

El sistema de la Restauración era un falso sistema porque las elecciones se veían distorsionadas por el caciquismo y en el otro extremo por el anarquismo libertario.

La gente deseaba un cambio y éste llegó en 1923, con la “Dictablanda”. Ésta, no configuró un nuevo sistema, aunque lo intentó.

La II República nació con la esperanza de construir una democracia definitiva e ilustrada. “No fue posible la paz” que diría Gil Robles, no porque los intelectuales no fueran gente valiosa sino porque no acertaron en conseguir la gobernabilidad.

La guerra civil, la mayor pérdida de vidas, junto a las guerras carlistas, fue además de su dureza, un cambio generacional profundo.

Traumatizados por el desastre, la ciudadanía contenta o descontenta toleró la Dictadura y fue, gracias a la prosperidad que los planes de Estabilización y Desarrollo propiciaron, crearon un deseo común de volver a un régimen “normal” como se decía entonces.

El Régimen fracasó en su intento largo y laborioso de establecer un sistema representativo. Como le dijo Adolfo Suárez a Franco, en el año de su muerte: “La gente está por otra cosa”.

Sinceramente, pienso que vivimos un período de crisis que afecta a todas las instituciones y que tropiezo tras tropiezo, impide la gobernabilidad del país.

No podemos creer que un Partido o una coalición que día tras día, olvida la Constitución, vaya a relajar el malestar social sino más bien a aumentarlo.

Alguien tiene que decirle: “la gente está en otra cosa”