sábado, 21 de diciembre de 2024

La sostenibilidad del sistema

 Artículo publicado en el periódico Ideal, 13 de diciembre de 2024

Llamo sistema al edificio del Poder político del  Estado y que permite su gobernabilidad con representación de los ciudadanos.  


 



En este constructo cuyo proyecto viene diseñado por la Constitución, hay un requisito previo que no figura en esa ley de leyes: que la mayoría de los ciudadanos -la “pars maior et sanior”- esté deseando que el edificio se levante y funcione.

Este requisito se debe dar en el momento inicial y mantenerse durante el período que discurra, mientras sea sostenible.

Hay otro hecho, esta vez psicosocial, que también acaba siendo determinante:  El sistema debe sobrevivir al cambio generacional: quince o veinte años. De no ser así, aflora un malestar social y político que llamamos “crisis”. Si la crisis se prolonga, lo normal es que se dé un cambio de régimen pacíficamente o no tanto.

En Francia, nuestro primo más cercano, se siguen bastante bien esos requisitos y condiciones.

Tras la II Guerra Mundial, la IV República entró en crisis a los siete años por un factor externo, el fenómeno de la OAS, la revolución de los generales y el establecimiento de la V República con el General De Gaulle que estableció un régimen presidencialista.

Diversos Presidentes le sucedieron hasta llegar al movimiento de los chalecos amarillos y la situación actual en que la extrema izquierda apoya al Centro para evitar la llegada de la extrema derecha, creciente en toda Europa.

Es un momento crucial, porque el malestar social está descontento del sistema y porque la situación económica es inquietante, reflejo sin duda, de la alemana.

En nuestro país, hubo tres períodos en los que las Instituciones se sostuvieron en torno a cuarenta años, lo que aparentemente habla de la sostenibilidad de los respectivos sistemas.

La Restauración de Cánovas restableció la monarquía constitucional y el bipartidismo que no supo resolver el movimiento social. Tanto es así que Alfonso XIII tuvo que echar mano del Ejército y nombrar un Gobierno presidido por Primo de Rivera, que llevaba a su favor acabar con la guerra de Marruecos.

La Dictadura, como también la guerra, son rupturas del continuo político y suelen nacer insostenibles, como ocurrió en este caso y en otros muchos en nuestro siglo XIX.

El sistema de la Restauración era un falso sistema porque las elecciones se veían distorsionadas por el caciquismo y en el otro extremo por el anarquismo libertario.

La gente deseaba un cambio y éste llegó en 1923, con la “Dictablanda”. Ésta, no configuró un nuevo sistema, aunque lo intentó.

La II República nació con la esperanza de construir una democracia definitiva e ilustrada. “No fue posible la paz” que diría Gil Robles, no porque los intelectuales no fueran gente valiosa sino porque no acertaron en conseguir la gobernabilidad.

La guerra civil, la mayor pérdida de vidas, junto a las guerras carlistas, fue además de su dureza, un cambio generacional profundo.

Traumatizados por el desastre, la ciudadanía contenta o descontenta toleró la Dictadura y fue, gracias a la prosperidad que los planes de Estabilización y Desarrollo propiciaron, crearon un deseo común de volver a un régimen “normal” como se decía entonces.

El Régimen fracasó en su intento largo y laborioso de establecer un sistema representativo. Como le dijo Adolfo Suárez a Franco, en el año de su muerte: “La gente está por otra cosa”.

Sinceramente, pienso que vivimos un período de crisis que afecta a todas las instituciones y que tropiezo tras tropiezo, impide la gobernabilidad del país.

No podemos creer que un Partido o una coalición que día tras día, olvida la Constitución, vaya a relajar el malestar social sino más bien a aumentarlo.

Alguien tiene que decirle: “la gente está en otra cosa”

 

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