Artículo publicado por el periódico Ideal, el 11 de noviembre de 2016
En el último medio siglo,
los acontecimientos nos han despertado del sueño ilustrado de que la Historia,
se diseña, se planifica y se prevé según los ingenieros de la prospectiva.
Por el contrario, la corriente histórica es un continuo, salpicado de rupturas (o mutaciones
imprevisibles) Cualquiera de ellas puede cambiar el rumbo de las cosas.
El “impresentable” Donald
Trump ha ganado las elecciones americanas. No sólo era imprevisible sino que
expertos, gurús y analistas habían dado por hecho lo contrario. Las encuestas,
por supuesto, también.
¿Imprevisible del todo?
A la hora de prever el
futuro, inclinación muy propia de la naturaleza humana desde la Prehistoria,
hay que tener en cuenta cultural, el medio socio-cultural de aquellos
que analizan y prevén. Ese medio es el “políticamente correcto”. Por lo tanto,
los analistas sólo se atreven a proponer
futuros agradables para sus mentores. Esto, no solamente por cautela o
servilismo sino porque respirar el clima artificial de lo políticamente
correcto, te lleva a creer, que es una verdad, la verdad absoluta puesto que en
ella vives y existes.
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El vuelco electoral de
Trump, es un caso insólito en la memoria de las elecciones presidenciales
norteamericanas y cabe aventurar algunas razones, bastante comprensibles.
En las “sociedades avanzadas”
según el argot diseñado por los lingüistas de lo políticamente correcto, la
sociedad se puede diseñar y dirigir “racionalmente”, al margen de la historia.
Los ciudadanos son moldeados según las conveniencias del poder. No se cuenta
con eso que se llamaba la naturaleza humana y que hoy podríamos denominar el
subconsciente histórico de un pueblo, sus raíces.
Ese fondo profundo
distingue entre hombres y mujeres, entre hombres y animales, entre hombres y
máquinas, tiene una serie de claves importantes: familia, trabajo, patria y la libertad.
Grandes palabras que
nunca se realizan del todo pero que nunca, es posible olvidar del todo.
Ahí tenemos a Donald Trump,
en su papel de “macho alfa”, comportándose como tal, apuntando al sustrato de
lo femenino, por debajo de las exigencias de la buena educación. Ahí abajo, se
gana el voto de las mujeres. Lo obvio es que las mujeres quieren ser tratadas
como mujeres.
Es sorprendente. Si uno
de nuestros políticos dijese que va a crear, por ejemplo, tres millones de
empleos en un año, no lo creeríamos. Pero Trump, los va a crear, con fuertes
inversiones en la industria automovilística, totalmente hundida en el “Middle
West”, Detroit, Chicago. Resulta que la gente quiere trabajar, otra obviedad y
no prolongar la miseria, con medidas socializadoras que yugulan la iniciativa creadora
de empleo.
¿Y los Derechos civiles?.
Todos daban por hecho que los afroaméricanos y los hispanos se arrojarían a
favor de Clinton. Esta hipótesis desmentida por los hechos, olvida que esos
sectores de población se dividen en dos estratos cada uno. Aquellos que tienen
la nacionalidad americana y los que no la tienen. Los “afro” y los hispanos
nacionalizados quieren estabilidad en la política de empleo. Más empleos y
mucha movilidad. Los que no tienen papeles, no votan.
La crítica a la política
de Obana-Clinton sobre la primavera árabe es de sentido común. ¿Cómo hacer
entender a los americanos que exportar la democracia americana a países con una
estructura tribal y feudal es la cuadratura del círculo?
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La “barbaridad” propuesta
por Trump de entenderse con Putin y hacer la pinza en Oriente Medio, demuestra
que no se va por las ramas, no tiene prejuicios y sabe que Putin tiene
experiencia de como frenar el islamismo en su propio país.
Mentalidad de frontera de
“cow boy”, del americano de toda la vida. Probablemente con menos impuestos y
por lo tanto con más estímulo a la
empresa.
La defensa de la posesión de armas, está en la
misma línea.
Es más fácil que haya
menos guerras en el exterior, porque la tendencia es bastante aislacionista, lo
que hace temblar a las bolsas europeas.
La Constitución
norteamericana, aguanta lo que le echen,
porque tiene como fundamento el estímulo a la libertad y a la iniciativa. Si el
control del Congreso está también en manos de los republicanos, el poder de
Donald Trump puede ser muy grande.
Los populismos, otro
término diseñado para camuflar el fascismo de unos y el comunismo de otros, es
de dos clases: La derecha conservadora que domina hoy en casi toda Europa. El populismo
de izquierdas cuya desembocadura natural es el comunismo que apenas sobrevive
en algún país sudamericano y con muy difíciles perspectivas.
Una restricción: Sólo
vale para ellos, para el “americano feo”.
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