Artículo publicado por el periódico Ideal en enero de 2023
Las parábolas y la historia que va más allá de ellas, nos ofrece aspectos
que nos oscurecen la rutina de las tradiciones. Sus fiestas, banquetes y
regalos esconden las verdades que pugnan por llegar a nosotros.
No caemos en la cuenta o no queremos caer que Dios nace en una cuadra
y lo hace por propia voluntad y con toda intención.
En la cuadra hay animales, forraje y excrementos y hay pesebres y
comederos para los animales.
Los ángeles, sabiduría casi divina, dejan muy claro de que se trata: esta
es la señal: “veréis a un niño envuelto en pañales reclinado en un pesebre
donde comen los animales”.
Es sorprendente que, desde las primeras líneas, el mensaje es nítido: El
Altísimo, la perfección suma, la verdad de las verdades, tirita debajo de
unos pañales que sin duda eran limpísimos.
Son los pastores, los únicos del país que reciben el anuncio “os ha
nacido un Redentor”.
El Dios de las tormentas que amedrenta desde el Sinaí, ahora se presenta
a la clase más baja y despreciada de la sociedad. “Estos malditos no
saben nada de la Ley”, dirá el astuto Caifás.
Porque los pastores no acudían al Templo, ni rezaban salmos, ni ofrecían
sacrificios. Eran más bien unos impresentables ante los piadosos y los
sacerdotes que no creían en nada y eran de “buen vivir”.
Los despreciados son los privilegiados y van con sus mochilas y sus
ovejas a adorar a Dios “que ha nacido ya”.
Los buenos son malos, los malos son buenos, paradoja no mayor que la
del cielo y la tierra.
Un pastor que no tiene la menor formación teológica va sin duda a adorar
a un recién nacido, acto que sería anatematizado como idolatría y
blasfemia por los Doctores de la Ley. Como no saben nada los pastores
creen y adoran.
Son dos mundos que no se pueden entender, el de las instituciones
establecidas que viven de Dios sin creérselo en serio y de los que van por
libre con sus pecados y su marginación. No se pueden entender porque
Dios se entiende con los pastores y no con los predicadores con sus
escalafones, sus largas vestiduras, sus filacterias alargadas y sus altos
copetes para distinguirse de los demás.
Está claro que Dios comprende a los malos y no entiende a los buenos
“raza de víboras” según el Bautista.
Además de los pastores también había en aquella cuadra maloliente,
magos, quizá reyes puesto que fueron recibidos por Herodes.
Los Magos ya eran harina de otro costal.
Los Magos, probablemente de Persia, eran los enciclopedistas de su
época, gente curiosa que mediante la astrología judiciaria-la misma que
estudiaba Isaac Newton- trataban de averiguar el futuro. Eran sabios sin
duda, pero no de religión judía sino zoroástrica, unos paganos, en
definitiva.
Así que Dios se anuncia y presenta a los más impresentables y a los
profesionales del espíritu crítico.
Observemos que los pastores eran pobres y los Magos eran muy ricos.
Solían ser los consejeros de los reyes y eran una profesión peligrosa
porque si no acertaban en sus vaticinios podían y solían, ser ejecutados.
Herodes el Grande, el padre de Herodes Antipas, que se burló de Jesús,
era un “maquiavelo” de mucho cuidado, muy ligado a las élites
capitalistas de los equites romanos y que, sin embargo, se estremeció
ante el anuncio de que venía un Mesías.
El temor de Herodes, incluso, visto humanamente, era justificado. Su gran
experiencia y astucia entendía que lo inexpugnable de las fortalezas son
las ideas encarnadas en un hombre, aunque sea recién nacido.
Y con su crueldad acostumbrada, decretó deshacerse de él y de los que
se le parecieran.
Los malos son los buenos y los buenos son los malos.
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