Artículo publicado por el periódico Ideal, abril 2023
Tanto hebreos como islámicos siguen fieles al “ojo por ojo” de la Torah.
Este precepto que suponía una racionalización de la venganza, viene a
ser elevado a un plano por encima del instinto y del derecho.
La Pasión de Cristo que viene documentada con todo detalle por los
cuatro evangelios, es un castigo tan injusto y tan cruel que ha hecho
pensar a algunos, que no se hizo justicia a Jesús y sería propio el hacerla.
Un argumento que, desafortunadamente se ha empleado en la historia
con efectos devastadores.
No se entiende, sin la fe, que el Evangelio no ha venido a implantar la
justicia sino la caridad, el amor, y esto es lo difícil de comprender.
“Se os dijo: “Amad a vuestros prójimos y odiar a vuestros enemigos”,
pero Yo os digo, bendecid a los que os maldigan”.
Esta expresión: “Pero Yo os digo” tiene el sello de la Divinidad puesto
que sólo el que hizo la Torah, puede superarla.
Todas las escenas sin faltar una, que conocemos después de resucitar
Jesús, ni una sola lleva implícito el rencor, el resentimiento o la venganza.
En ellas encontramos el candor y la ingenuidad de la Magdalena y la
ternura de Jesús. Vemos también cómo prepara el almuerzo para los
discípulos que habían vuelto a pescar sin éxito.
De los que le condenaron, no hace mención, no se acuerda a pesar de
que es triunfador, el Omnipotente. Muchos de ellos, sacerdotes y fariseos
se convirtieron el día de Pentecostés. Concretamente tres mil varones sin
contar sus familias.
Otro detalle sugerente: el Cristianismo se expandió no por individuos
aislados, sino por multitudes desde el primer momento.
A este ritmo, los testigos oculares de la Resurrección dieron su vida,
lapidados, azotados, muertos, dando testimonio de lo que vieron. No era
una broma, no era un invento para contar a los nietos al calor del hogar.
Era la vida misma con sangre y dolor.
El precepto nuevo del Cristianismo es: “Que os améis unos a otros como
Yo os he amado”, es decir, hasta la muerte.
Y sabía perfectamente los avatares de los próximos veintiún siglos de la
historia universal. Por eso, lo último que dijo antes de ascender al cielo
fue: “A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados.”
Tenemos pues claro la esencia del Cristianismo que cuenta de antemano
con el incumplimiento histórico de muchos de ellos, empezando por
nosotros.
No nos engañemos, a los cristianos nos toca perder en las innumerables
formas de ninguneo, cordón sanitario y proscripción.
Nosotros perdiendo, siempre ganamos.
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