Artículo publicado en el periódico Ideal, junio 2023
Un error es tanto más valioso cuanto aclara que el camino seguido
estaba equivocado.
Esto ayuda a comprender las crisis juveniles, que vienen a ser
turbulencias. Acabarán bien en proporción a la aceptación de la
humillación que conlleva, haberse equivocado.
La democracia española es muy joven por no decir que pasa por un
período adolescente. Cabe pensar si alguna vez hubo democracia en
nuestro país.
Se compraban votos con Romanones y se compran ahora con la
diferencia que marca el IPC. Me refiero no sólo a la picaresca de Melilla y
Mojácar sino al burdo e insultante venta de entradas para los mayores, a
la rebaja en ferrocarril y a los cincuenta euros a los jóvenes que trabajan
y estudian. Un efecto parecido producía el PER.
Pocos reconocen lo mal que se han comportado. En algún caso sacan
pecho como D. Rodrigo en la horca, que cuentan las crónicas que cuando
le llevaron al cadalso se comportó de modo tan bravío y noble que las
gentes lloraban y rezaban por su alma.
La política en España funciona por tanteo y error no por un proceso, sea
tradicional como en el Reino Unido o racional como en Alemania. Al no
haber tradición ni razón, se mira al corto plazo de modo que el azar puede
plantear mejores oportunidades el día de mañana.
¿Quién se ha equivocado y por qué lo han hecho?
Se equivocó el PNV con la moción de censura que abrió la caja de
Pandora de la Coalición imposible, llamada Frankestein, y que algunos
ennoblecieron con el nombre de “habilidad”. Se equivocó Sánchez
atreviéndose a sumar el socialismo al independentismo y al antisistema.
Se equivocó Alberto Rivera olvidando que la única razón de su éxito era
unir todas las fuerzas constitucionalistas en Cataluña. Fuera de ese
contexto, no había lugar.
Se equivocó Pablo Iglesias, que despertó el romanticismo de Lavapiés y
acabó en el clásico de Galapagar.
Se equivocó Pablo Casado, intentando hacer con Ayuso lo que se hizo
con Aguirre.
Toda esta madeja de equivocaciones ha llevado a una política ideológica
de extrema izquierda que ha tenido la virtud de acabar de un batacazo con
el socialismo, con Sánchez, con Podemos y con Esquerra siendo Bildu y
el PP, los únicos beneficiados.
Ese fracaso de habilidades y estrategias de un novato en política casi
alcanza la Presidencia de Europa.
Y la gran obra de Sánchez: las docenas de decretos leyes que vía exprés,
y sin debate, con urgencia, producen en muchos casos nauseas a la gran
mayoría de los españoles.
En alguna medida, la política sanchista imita a la de Manuel Azaña, no en
las tretas y retórica enmascarada, sino en los contenidos de su
legislación, elevados a un nivel superior por la presión de la ideología de
género, pero Azaña nunca pactó con Esquerra y los vascos.
La respuesta global del país es masiva y aplastante, porque en mi
opinión se ha pasado tres pueblos y los siguientes.
El éxito del PSOE fue debido a la moderación, a no traspasar las líneas
rojas que, aunque están en la Constitución, se han desleído en la
interpretación.
El mayor de estos errores es la guerra abierta con la Judicatura, la
intervención política del TC. En estas circunstancias no se puede
sostener el Estado de Derecho.
Encaminar lo mal descaminado. Eso sería la simple derogación. Sería
corto de miras si no hubiera un programa positivo de reconstrucción
nacional que trataría de evitar tanto desafuero.
Si uno quiere llegar a buen puerto no se puede aliar con los piratas.
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