Artículo publicado el el periódico Ideal, enero de 2025
La expectativa es una forma de esperanza que se apoya en lo que se ve
como anticipación deseada de lo que no se ve.
Así de Trump sabemos ya muchas cosas. Las más ocultas en la gente
común: el deseo de poder, el sexo, la del dinero y la capacidad de arrastre
o gancho, la imprevisibilidad es a ojos vista escandalosa, pero no porque
escandalice a nadie sino porque quien los posee los considera buenos en
sí mismos, auténticos. Su estilo no es el fariseísmo, la timidez o la falsa
modestia. Es un animal primario y de algún modo supone una vuelta a la
naturaleza, a la acción directa y a la ausencia de complicaciones
burocráticas.
¿Es demócrata? A los demócratas les parece que no. La democracia de
Trump es la democracia fundacional de Estados Unidos, que no es tanto
el liberalismo de dejar hacer dejar pasar sino de apropiarse de todo lo que
esté a mano por el método de la iniciativa empresarial.
No se detiene ante problemas como el coste social de la producción.
No está contaminado por las ideologías europeas que constituyeron la
Europa de la unión U.E. No olvidemos que en América no se dio la
Revolución Francesa. Más bien la rebelión del puritanismo contra el
anglicanismo.
El puritanismo escocés que en Franklin nos dejó un modelo de piedad
laica e innovación creativa, nunca fue revolucionario sino independentista
y conquistador.
Parece mentira que los americanos hicieron en el Lejano Oeste, algo
parecido a lo que hicieron los españoles en el resto del continente.
La diferencia está en que ellos no tenían las Leyes de Indias y trataban
a los indios como animales. Una paradoja: los ilustrados que crearon
Estados Unidos, no siguieron el programa de igualdad y fraternidad que
rezaban en las logias.
Los españoles consiguieron mestizaje.
Hernán Cortés más político que conquistador, modelo de conquista
inteligente. Pone a los indios a la cabeza de las aldeas y del gobierno.
Ahora vuelve la América profunda.
Tras las elecciones, parece como si el reloj del mundo se hubiera
detenido, haciendo una pausa. Todas las cosas importantes o están
resolviéndose o se mueven en la esfera de las expectativas.
Observen que el programa informal que ha dejado caer el presidente
electo es un programa de desarrollo geopolítico, lleno recomendaciones,
pero en el que no se incluye explícitamente, ninguna guerra.
Como ya hizo en su primer mandato, su trato con Putín era de
competencia deportiva y hasta de amistad. Con China como también con
Europa, la subida de aranceles creará tensiones.
A Europa le pide el incremento del presupuesto militar, nada menos
que un 5% a la vez, cruje su economía con la subida de aranceles. Se
supone que, además las compras de armas, beneficiará a los Estados
Unidos.
Europa está amedrentada por el Este y por el Oeste, por el Norte y por
el Sur, pero no tendrá más remedio que “seguir la corriente” a Trump.
Un asunto que se ha resuelto con el empujón tanto de Biden como de
Trump, es la situación de Oriente Medio y de la que Trump recogerá los
beneficios.
Turquía por el Norte e Israel por el Sur, han dado la vuelta a la situación
con un coste humano de dimensiones bíblicas. La NATO por arriba, Israel
por abajo, el destino de los palestinos ya no depende de ellos mismos.
Irán calla porque se han desmantelado sus bases nucleares.
Rusia por su parte, mientras entierra norcoreanos, tiene la expectativa
de ganar territorios y acabar con la guerra.
Tal vez piense que Trump, su amigo arreglará esa ambición de
recuperar la Rusia eterna.
Dios bendiga a América.
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