Artículo publicado en el periódico Ideal, febrero de 2018
La opinión es libre pero no siempre inocente. Si la opinión
se convierte en juicio infundado sobre las personas, además viene gravado por
la hipoteca de la responsabilidad. Ser responsable quiere decir que uno carga
con la deuda y que debe devolver la mala fama que ha deteriorado la imagen pública
del ofendido. Esa deuda, humanamente hablando, no se liquida con el perdón del
difamado porque el daño objetivo no lo puede limpiar un perdón subjetivo, salvo
que el perdón venga de Dios.
El comportamiento homosexual, la práctica, no es una idea ni
una ideología sino un hecho. Estas cosas no se aprenden en los libros ni siquiera
se aprende sino que se lleva puesto lo más probable en el cerebro.
Todo este asunto viene a cuento por la campaña y la presión
de ciertos medios para descalificar a una jurista española, María Jesús
Elósegui que goza de prestigio internacional y es defensora de la identidad
cultural, la igualdad hombre y mujer y que además es católica: una feminista
católica.
Los argumentos en que se apoya la petición de revocación de
su nombramiento ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos se reduce a que viene del dedo del PP, es
confesionalmente católica, “del gusto del Opus”
y que es “homófoba”.
Los organismos internacionales, sean las Naciones Unidas o
el Consejo de Europa o este mismo Tribunal, está formado por jueces o
destacados juristas que cada uno procede de donde todos sabemos.
Un juez debe ser justo y no inicuo y en el sistema jurídico,
como ha recordado Elósegui, el juez debe aplicar la ley, le guste o no le
guste.
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No se eligen los jueces entre la
jerarquía de los ángeles.
Por lo menos en el caso de Elósegui, ha trabajado en su
profesión a tope y sus publicaciones sobre estos temas pasan del centenar.
Respecto a la grave mácula de ser católica y del “gusto del
Opus” es decir muy poco. Es tal la variedad de opiniones entre los católicos
sobre estos temas que hasta el Papa Francisco se declara “incapaz de juzgar a
un homosexual de buena voluntad”. Respecto del Opus Dei qué les voy a decir que no se haya dicho
ya, en sus noventa años de existencia.
Recuerdo que en los exámenes de Psicología, en los años 60, preguntaban
tales cosas. En la Obra, nadie hace estas preguntas.
Ha habido personas que se han manifestado muy claramente,
basándose en su experiencia profesional, de los riesgos psicológicos de la
práctica homosexual. Quien tal hizo, fue raspado de las piedras públicas para
siempre.
La mayoría tiene
opiniones de todas las marcas. He oído, incluso, que la contaminación ambiental
puede ser el agente responsable de estas disfunciones.
Existe una máquina de fabricar modas destructivas de la fama
de la gente que apunta sin escrúpulos a todo lo que se mueve.
Circuló en tiempos, un panfleto llamado “Protocolos de los
sabios de Sión”. Diseñaba una conspiración del Judaísmo mundial para dominar el
mundo. Fue muy leído y determinó en buena medida el Holocausto. Un infame producto de la propaganda nazi.
Luego, vino el macarthysmo que comenzó una caza de brujas en
plena guerra fría. Se llevó por delante, actores, periodistas, políticos, etc.
Otra oleada llevó unidireccionalmente a desvelar la pederastia de los clérigos como un defecto
intrínseco de la religión. Se olvidaron de que los más brillantes defensores de
esas prácticas, eran ateos en Estados Unidos y Francia. De donde salió la
ideología de género.
Ahora tenemos denuncias de abusos sexuales cometidos hace unos
cuarenta años por productores cinematográficos.
El feminismo radical vigila celosamente cualquier tipo de
acoso o atisbo de homofobia. Me parece bien. No estaría de más para ser
consecuentes, adherirse y fomentar las campañas a favor de la natalidad para
evitar ser acusados de destruir el género humano: Así se lee en el ensayo “La
bomba pacífica” que defendía que la natalidad contaminaba más que el carbón.
En Asía han caído muchos
millones, víctimas del “diesel”. Me refiero a la planificación demográfica
fomentada por la OMS desde los años 70.
Los medios de información debieran distinguir entre hechos,
valores y valoraciones.
Me puede gustar o no un candidato a lo que sea pero no es
honesto descalificarlo echándole la etiqueta de “homófobo” porque, este término
equivale hoy en día, en el imaginario popular a “criminal nazi” o algo similar.
Si esa acusación tiene fundamento, se acude a los Tribunales, tal vez en base a
un delito de odio.
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Elósegui es una
feminista creyente y además brillante. ¿Es posible que una creyente sea
inteligente? Si los talentos son sólo los de mi club, va a ser difícil
entendernos. Lástima que no tengamos un recambio a su nivel.
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