Artículo publicado el 24 de septiembre de 2018
Por lo visto y leído, muchos
piensan que una tesis doctoral es un trámite, un papel, unos sellos, el pago de una matrícula, etc.
Ha calado en esta sociedad de
clase media homogeneizada que la burocracia, los títulos y diplomas son meros
formalismos que ya no significan nada como los lores ingleses o las togas y los
medallones.
Les parece que son los restos de
la bazofia burguesa para epatar a las gentes sencillas que se agolpan para ver
unos señores disfrazados como en el siglo XVI en Salamanca o Alcalá.
Esa falsa creencia interesada que
lleva a igualar doctores con acomodadores de platea o mayordomos vestidos de
aristócratas lleva a lo que lleva y la que está llegando.
Una tesis es algo muy costoso más
o menos como unas oposiciones de alto nivel, abogados del estado, registradores,
etc. con una diferencia: estos funcionarios alcanzan un estatus social y una
rentabilidad que los simples doctores nunca alcanzarán. Ser doctor no se cobra.
Es gratis.
No es lo mismo ser doctor que
catedrático, pues un catedrático además de doctor, tomará posesión de una plaza
en una universidad. El doctor tendrá suerte si le contrata alguna universidad.
¿Por qué cuesta tanto elaborar
una tesis doctoral? Porque lo normal es presentarla al principio de los años 30
de su biografía. Es una edad en que se cruzan las necesidades de la vida que
hay que ganársela en actividades que no tienen que ver con la tesis. Si uno
consigue subsistir en esas condiciones, tiene probable el éxito.
Lo más importante de una tesis es
su naturaleza misma. Y lo más duro.
Una tesis doctoral señala el
futuro intelectual de la persona e influirá en ella decisivamente. Por esa
razón es importante el Director de la misma. Si es un maestro y el doctorando
quiere trabajar, tenemos más puntos.
En mi nada breve experiencia
académica he visto de todo. Desde gente que se viene abajo, a gente,
generalmente honesta, que tarda diez años en acabarla.
Los casos de frescura y poca
seriedad no dependen del pícaro sino del Director que lo permite.
Con las nuevas tecnologías se
facilita mucho la labor del investigador. Tiene acceso a miles o millones de
artículos especializados que el Doctorando no puede, obviamente, leer ni de
pasada. Ahí es donde el Director aporta su experiencia y su criterio. Le puede
simplificar el trabajo con indicaciones concretas: “De este autor te interesa
sólo tal capítulo de tal libro” o “esta revista no tiene categoría”
Una tesis no es una exposición
sino una demostración: “qué quieres decir o qué aportas de nuevo” y muchas
otras preguntas semejantes que el que comienza no sabe por dónde empezar.
Luego viene el trabajo personal,
leer primero, discernir lo leído, ponerse
los anteojos de su tema e ir leyendo con el “prejuicio” de que sólo le
interesa aquel texto bajo el punto de vista de lo que trata de demostrar.
Los grandes
avances técnicos siempre tienen oportunidades positivas y negativas. Hay
vergüenza y hay trampa. Es un aspecto de toda acción humana: se puede frivolizar
o se puede “ir en serio”. Es la libertad de cada cual. En este orden de cosas
supe de un ácrata que presentó su tesis escrita a lápiz. No sé si se le
admitió. Eran los años inmediatos al final de la Dictadura.
Confieso que he sido muy feliz en la
Universidad pública y contando con que la felicidad plena no existe en este
mundo, he sido feliz a pesar de los pesares.
Partiendo del coeficiente básico de
vocación profesional, he podido trabajar en lo que he querido. Es lo bueno que
tiene una universidad liberal como la nuestra que apenas ha variado desde
mediados del XIX.
Me siento un
privilegiado a pesar de no haber tenido grandes becas o premios.
Entre el
liberalismo y la acracia existe el denominador común del amor a la libertad. Lo
diferente está en que el liberalismo, por exigencias del mercado, exige calidad
y la acracia trata de vaciar las formas académicas de su alma, de su potencial.
Es cierto que la
Universidad está muy politizada. Es inevitable porque ¿Cuándo no lo estuvo?
Generalmente se respeta el principio de legalidad. Esto es mucho porque la
legalidad es la garantía de la libertad de cátedra, expresión de hace dos
siglos.
¿Vale la pena
reformar la Universidad?
Quizá mejorar la selección del
personal, corregir la endogamia pero ni esto me atrevería a tocar porque
depende del actual sistema político presente. Es cierto que desde la
Transición, la Universidad parece haberse socializado. Café para todos, todos
licenciados, todos con máster, todos a por todo.
Las reformas estructurales dejan
intactas las redes de poder. De influencia y de alianzas con el poder económico
que controla el euro, saca rentabilidad de las patentes de los investigadores
que no van a salir de apuros.
¿Por qué se suelen hacer tesis
doctorales tan brillantes, con todo el lastre que arrastran las estructuras?
Por pudor o vergüenza,
por pura vergüenza.
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