Artículo publicado en el periódico Ideal, julio 2021
martes, 27 de julio de 2021
La expropiación de la voluntad popular
La utilidad pública, como es sabido, tiene
la finalidad específica de justificar toda expropiación. Ha sido el Gobierno
corresponsable con su Presidente, el que ha puesto sobre la mesa, la razón explícita
de los indultos por el “procés”.
Otro argumento que se maneja desde hace años
es que las palabras no tienen repercusión jurídica y solamente la tienen, los
hechos.
La concesión de un indulto, es ciertamente
un hecho y tendrá repercusiones.
El error capital de esta política, es que
los indultos expropian la voluntad popular, expresada explícitamente en la
legalidad vigente. Se pretende resolver por vía política, un problema constitucional.
Es tal el salto de nivel que va de lo
administrativo a lo constitucional como lo que va de una multa a un golpe de
estado.
La formalización jurídica como Real
Decreto-Ley, supongo que “por motivos de urgencia”, es el modo en que la
voluntad gubernamental, compromete al Rey y a las Cortes que deben convalidar
ese Decreto.
¿Puede asegurar alguien que la voluntad
popular va a adherirse a unas Cortes cuya decisión no se corresponde con la
voluntad de la inmensa mayoría de los ciudadanos?
Pedro Sánchez, como jefe de Gobierno, que no
de Estado, es la cabeza del Ejecutivo y no puede ni legislar ni juzgar. Por eso
él no puede, propiamente hablando, nombrar diputados ni jueces ni tampoco, por
un acto administrativo autorizar un referendum que rompa la soberanía popular y
segregue una porción del territorio.
El Sr. Ábalos, Ministro de Transportes, con
esa rigidez facial que le caracteriza, ha señalado que “si lo vuelven a hacer
en los próximos seis años, la respuesta será contundente”. ¿Significa que se
cuenta con una larga legislatura?
La
patronal, los obispos catalanes y el Gobierno social-comunista son, según
parece, uno y lo mismo, lo que admiraría a la Pasionaria y a Federica Montseny.
La expropiación alcanza a todos los
españoles y a todos los catalanes que portadores de pasaporte español, ejercen
como tales. Les afecta porque mediante una voluntad política particular, se les
puede sustraer su derecho inalienable a exigir el cumplimiento de la
Constitución y a ser consultado sobre su virtual reforma.
Son todos los españoles, incluidos los
catalanes, los que tienen derecho a opinar y a manifestar en las urnas qué
piensan de esa fractura de la unidad soberana del territorio.
La voluntad de uno solo pasa por encima del
Tribunal Supremo, el Consejo de Estado y la única razón que permite este
antijurídico es el hecho de que una ínfima minoría parlamentaria sea suficiente
para sostener o remover este Gobierno.
Son los poderes fácticos los que contienen
la caída de un Gobierno que con todos los agravantes de premeditación y
alevosía legisle sistemáticamente por Decretos-Ley, y a escondidas, normas ideológicas
de gran calado, aprobadas con celeridad por un parlamento fragmentado.
Esa legislación que afecta a la vida, a la
moral de los niños, a la libertad de enseñanza, a la vida de los ancianos y al
sexo de los ángeles, no pasarían con éxito, un referendum popular.
Mientras tanto, los asuntos que se suponen
que son, históricamente, aquellos que dieron lugar a la fundación del PSOE que
se centran en la promoción de los trabajadores y de su nivel de vida, quedan
sumidos en la oscuridad y el abandono.
Nunca estuvieron tan bajos, la renta per
cápita, el paro, especialmente el juvenil. Nunca la insuficiencia sanitaria fue
tan manifiesta sobre todo en los Centros de Salud de atención primaria.
Nunca
jamás España tuvo un Gobierno con 23 Ministerios y nunca tantos ministros
estuvieron al margen de la “gobernanza”.
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