Artículo publicado por el periódico Ideal, octubre de 2021
El “Brexit” estableció un nuevo mapa estratégico de Europa y por lo
que vemos, un nuevo centro de gravedad de la política mundial.
La tradicional alianza de Gran Bretaña con los Estados Unidos, ha
hecho surgir un “revival” de la Commonwealth, antiguo Imperio Británico.
Es sorprendente pero real. Sucede como el vibrar del ala de la mariposa,
así el Brexit ha cambiado el mundo.
El Brexit, ya no es un corte puntual al proyecto europeo sino más bien
un plan premeditado de los Estados Unidos iniciado por Trump y
culminado por Biden consistente en desplazar el centro geopolítico del
mundo desde Oriente Medio al Mar de China.
El golpe de alerta de este hecho ha sido la cancelación por Australia de
la compra de submarinos franceses y la sustitución de este contrato por
otro similar de submarinos norteamericanos.
Cabe argumentar que estos submarinos son más eficaces para el
ataque, pero el presunto daño colateral -la pérdida por Francia de
cincuenta mil millones de dólares- descubre la cuestión principal: El
problema es China.
El bloque Indopacífico quiere preparar un dispositivo multilateral
liderado por anglosajones y sus aliados para hacer frente a las enormes
inversiones de China en armamento, unos doscientos cincuenta mil
millones de dólares.
China crece con fuerza, compra la deuda de muchos estados africanos
y precisa asegurarse el paso de gas y petróleo por el estrecho de Malaca.
Rodeada por un cordón sanitario que va de Filipinas a Taiwan, necesita
expandirse.
Hace medio siglo, Kissinger afirmaba que la línea histórica de China y
su carácter nacional, le llevaba más bien a la penetración pacífica que a la
guerra.
El abandono de Afganistán, decidido por Trump muestra que es una
decisión a plena conciencia.
El Oriente Medio ha sido dejado en manos de rusos, turcos e iraníes en
su flanco Norte, mientras el flanco Sur, queda a la influencia de Arabia
Saudí.
En esta perspectiva la supervivencia de Israel no peligra porque un
ataque a Israel sería para los USA, un casus belli.
Europa ha quedado desairada como tercera potencia y con serios
conflictos internos cuya evolución vamos a ver pronto.
Hay dos contradicciones principales en la eurozona: Las diferencias
entre países ricos, “frugales” y los países mediterráneos y otra más bien
ideológica entre el llamado Visegrado, liderado por Polonia y Hungría por
su diferente estimación de lo que debe entenderse por “valores
europeos”. Hasta ahora la Sra. Merkel, digna sucesora de los grandes
fundadores de la Unión Europea, ha conseguido mantener la tensión en
una medida aceptable.
La Rusia de Putin con su mayoría absoluta en la Duma en las recientes
elecciones, quiere recuperar los territorios de la antigua Unión Soviética y
además con cierta urgencia.
Las zonas industriales del Donetz, separadas de Ucrania, las
violaciones del espacio aéreo de los países bálticos y las presiones
migratorias sobre Polonia y Lituania, han provocado un traslado de
numerosas tropas polacas a la frontera rusa. Esto sugiere que Rusia
como lo ha hecho Gran Bretaña, no considera que la U.E. sea un peligro
sino más bien un área de penetración.
Se añade que le suministra gas y petróleo. Europa resulta dependiente
y endeble, susceptible de entrar en su área de influencia.
China invade mercados, pero no territorios porque su ADN histórico
tiene esta querencia.
Los Estados Unidos han perdido los nervios hasta el punto de dejar a
gran parte de sus colaboradores en Kabul.
Lo ha hecho con mucha prisa, con urgencia, dejándose colaboradores,
equipos y pertrechos por el camino.
España, sol y playa, futbol y toros como en los mejores tiempos.
Quedan las tumbas como recurso para levantar la moral.
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