Artículo publicado n el periódico Ideal, en noviembre de 2022
Los sentimientos y los afectos no definen, sino que empujan o
frenan. O sea que no tenemos libertad para crear sentimientos o para
rebajar su impulso.
Por medios químicos, sabemos que podemos manejarlos en las dos
direcciones de su polaridad: la estimulación hasta el alucine y el
relajamiento hasta el sueño. En términos coloquiales, desde el
“subidón” hasta el “bajadón”. Desgraciadamente la química no permite
cambiar de sexo porque la testosterona incrementa la libido en los dos
sentidos “hetero” y “homo”.
En la adolescencia, en donde la cultura dominante no enseña a
ejercer la voluntad, los sentimientos, la afectividad, los gustos y los
apetitos, pasan a primer plano.
Dentro del desarrollo normal de los individuos ese estado adolescente
tiene una función de provisionalidad obvia. No tiene sentido “elegir”
seguir
siendo adolescente a los treinta años, aunque las leyes se lo permitan. Si
te comportas a esa edad como un crío, ni vas a encontrar pareja ni
trabajo.
La función principal de la adolescencia no es descansar en ella y
gozarla sino entrenarse para la vida en todas las direcciones, también
en el sexo.
La educación sexual que debiera estar siempre en manos de los padres,
no
necesariamente precisa de manuales y textos.
Lo esencial es que el sexo no está sólo para gozarlo sino para
dominarlo.
El gran problema del adolescente es comprender que el sexo libera
dentro de un contexto y una estructura que es la familia.
Tener un caramelo disponible y esperar que los muchachos y
muchachas se contengan sólo puede ser entendido en términos de
desarrollo de la voluntad y del ejercicio de la libertad. Son palabras
demasiado grandes para un adolescente pero que encierran lo que va a
ser
su vida, feliz o desgraciada.
La humanidad, ellos y ellas sólo pueden ser felices ejerciendo su
libertad no huyendo de ella, excusándose en los sentimientos
pulsiones y afectos.
Cierto feminismo que viene desde Simone de Beauvoir a Michel
de Foucault, enseñan que el género es un “producto social” hasta el
extremo de que algunos dicen que la sociedad mide el pene y según su
longitud, seleccionan los sexos. Es evidente que han leído poca
biología y menos genética.
El sexo viene marcado en cada célula del organismo por un
cromosoma que es XY para los varones y XX para las mujeres. Los
casos de verdadero hermafroditismo son infinitesimales en número.
Ahora bien, en esa edad es frecuente un cierto autoerotismo y
narcisismo que son elementos del oleaje adolescente.
La sorpresa del cambio puberal y su pulsión cíclica hace que se
ponga atención en aquellos órganos que antes, resultaban indiferentes.
Aquí tiene su papel el entrenamiento de la voluntad al que ayuda la
reflexión, el deporte y los buenos amigos.
Si el chico o la chica luchan por vencer los impulsos, conseguirán
ser personas maduras y libres. Podrán atreverse con la vida si se
atreven consigo mismos. No lo pueden hacer solos porque la
sexualidad genera necesariamente sociabilidad (y no al revés)
El autoerotismo fija la mirada en el propio cuerpo que es masculino
o femenino, en su caso. Esta dirección de la mirada se prolonga
naturalmente hacia los cuerpos semejantes.
Si se fijan los hábitos de la mirada es posible que un niño o una niña de
doce años se pregunte por su sexo porque no está en condiciones de
entender todavía con la cabeza la función social del sexo.
Otra cosa más grave es que los parlamentos se pongan a discutir
esas cosas.
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