Artículo publicado den el periódico Ideal , en julio de 2023
El mapa y los resultados que lo iluminan, permiten una reflexión, no
simplemente coyuntural sino esencial.
Si examinamos con atención las siglas de los pequeños partidos que
pueden sumarse a una investidura de Pedro Sánchez, nos encontramos
con un mosaico alegre y confiado.
Los animalistas, los ecologistas, los republicanos, los feministas y un
largo etc.
A las señoras de su casa y a los deportistas amateur que entrenan todos
los días, les puede parecer, si no me equivoco, un abanico feliz de
opciones muy diversas que enriquecen con sus diferencias la unidad de
la diversidad que garantiza un partido histórico como el P.S.O.E. que les
proporciona una disciplina y una habilidad que ellos, emocionales y
apasionados, no encontrarían en sí mismos.
¿Qué denominador común puede haber entre feminismo, animalismo y
“Caminemos juntos”?
A primera vista no muchas y parece un conglomerado de grupos
marginales que de por sí necesitan la sustancia que les dé el Partido
socialista.
El esfuerzo que hay que reconocer al socialismo para remover a sus
militantes y simpatizantes durmientes, ha tenido un éxito notable. En
cierta manera comparable a la gran crecida del PP en el mapa de España,
teñido de azul, menos en tres puntos, el País Vasco, Cataluña y
Extremadura.
Estas elecciones han vuelto a levantar los dos bloques históricos de cuyo
juego se ha nutrido la historia de España desde Felipe V, el primer
Borbón. Eso muestra como las heridas de tantos combates entre los
mismos de hoy y de siempre, carecen de toda capacidad del olvido y
según el momento, se hunden en el oleaje o se levantan a su superficie, a
la menor oportunidad.
Si con espíritu amplio comparamos los resultados de las elecciones de
1934 o de 1936, observaremos, en primer lugar, que salvo algún matiz de
siglas, están representados todos y cada uno de los partidos que pueden
dar la investidura a Sánchez. Socialistas, comunistas, anarquistas,
republicanos y convergente (Junts pel si)
En la Derecha hay dos partidos que se corresponden a mi entender con
los radical-azañistas y con los partidos de extrema derecha del que el
representante más notorio fue Calvo Sotelo.
Los partidos marginales son sólo la guarnición que enriquece el peso del
menú.
Todos los partidos de la actual izquierda desde socialistas a la extrema
izquierda tienen un denominador común que poco tiene que ver, en
ocasiones con sus siglas: los recuerdos de la guerra civil que pudo ser la
cuarta guerra carlista, los oscuro manejos de ilustrados y reaccionarios
en el Motín de Esquilache y suma y sigue.
Sánchez ha centrado su remontada en este punto, mostrando la pugna
entre Sánchez y Feijóo como la lucha entre la Ilustración y la Reacción.
En el siglo XXI este planteamiento no debiera ser de recibo porque la
sociedad es más limpia e higiénica y las aguas menores no se arrojan por
las ventanas. Apenas hay analfabetos y desde los púlpitos (que no
funcionan) no empujan a las gentes contra Esquilache.
Este es otro mundo y el reclamo hacia el pasado para construir un futuro
en el que las pymes, los funcionarios y los tecnólogos, los antiguos
obreros, que acudían a las clases nocturnas de alfabetización y
adoctrinamiento ideológico.
Ahora más bien están con la Ebau, el MIR, las discotecas y paseándose
por Europa.
Los jóvenes siempre hemos querido cambio, pero no un cambio a lo
mismo, al principio newtoniano de acción y reacción.
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