Artículo publicado en el periódico Ideal, julio 2024
Es difícil poner puertas al campo y límites a los móviles. El llamado
progresismo intenta resolver todos los problemas, especialmente los
educativos, con cataratas legislativas que lavan la imagen de quienes
están convencidos de que “hecha la ley hecha la trampa”.
El móvil es una ventana al mundo o, mejor dicho, a casi todos los
mundos, salvo uno, el de la creatividad. Es tanto y tan atractivo lo que
nos ofrece en todos los temas, tanta la velocidad de comunicación que
nos facilita, que hace falta tener muy claro lo que uno espera de la vida
para no sumergirse en los mundos que han creado otros con el fin de
atraernos y consumirnos como usuarios. Algo así, hace la araña con el
insecto en su tela.
Manejar el móvil como manejar un avión requiere, salvando las
distancias, mucha práctica, y cualidades morales de serenidad, equilibrio
y cautela que es más propio de los pilotos que de lo adolecentes y menos
de los niños.
La tecnología digital, desde una sencilla Tablet a los superordenadores
de la IA, presupone para su uso feliz, el ejercicio de la libertad.
Aunque parezca extraño decirlo, la IA es un resultado de la libertad
creativa de millones de colaboradores, o de un escaneo por todas las
bibliotecas del mundo y una sabia combinación ordenada, pues para eso
están los ordenadores: de una materia prima que no serviría de nada si
pareciera un gazpacho.
Todas las bibliotecas, todas las películas, toda la música, los videos y
sin otra pausa, que la que le des, pinchando la tecla correspondiente.
Una maravilla.
Olvidándose del “prohibido prohibir”, la progresía, en ese caso, en
consenso con la tradición, se ha propuesto poner difícil el acceso al
móvil, para permitir que los chicos tengan tiempo para estudiar lo que
toca.
Es fácil construir aplicaciones que filtren contenidos y por módico
precio, facilitar a los padres o, a la comisaría del distrito, información
sobre lo que ven sus hijos o si están en clase o haciendo pipí. También
vale para evitar que los niños entren en chat GPT para contestar sus
exámenes.
La ley es un sucedáneo de la virtud como la metadona de la heroína.
La democracia, tal como la pensó Spinoza, tiene como fundamento
mantener el orden social a falta de la virtud de los ciudadanos. Se
sospecha que el ciudadano en general es un delincuente y por eso
existen leyes.
Partiendo del principio de que donde no hay libertad, no hay
humanidad, mi opinión es que el mayor objetivo de la educación no es
acumular datos sino formar personas. Las máquinas hacen muy bien su
función de acumular.
La libertad, sin embargo, está en la interpretación.
Estimular la creatividad en nombre de la libertad, ese debiera ser el
objetivo.
Formar personas es crear hábitos, pues la repetición inteligente de
actividades como el mismo deporte, la música o los idiomas, hace buenos
músicos, deportistas y profesionales.
Los métodos educativos han evolucionado para bien en muchos
aspectos: el trabajo en equipo, la participación, el anti-dogmatismo y
hasta la supresión de la tarima.
En ese espacio de libertad de estos métodos, hay algunas fisuras
graves: el desprecio de la memoria que permite orientarse en el mundo, la
ausencia de modelos ejemplares, haciendo del profesor, un burócrata. A
eso, hay que añadir el mundo digital que favorece el aprendizaje
subrogado casi tanto, como lo estorba.
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