Artículo publicado por el periódico ideal, agosto 2024
Desde enero último, han entrado sólo en Canarias 31.000 personas a lo que se
suman los que llegan desde Marruecos, Ceuta y Levante, desde Argelia.
Sabemos la historia de cada uno y básicamente se reduce a que son enviados
por sus familias para abrirse paso en Europa.
Tras ellos quedan detrás mil quinientos millones de habitantes, el doble de la
población europea.
Los países que rodean a Israel, tienen una renta per cápita que no alcanza a
3.000 dólares, diez veces menos que Tel-Aviv.
África empeora estas cifras, por debajo.
Estas gentes se juegan la vida por sus familias y por ellos mismos. Son
trabajadores, algunos cualificados y se suelen integrar.
Son gente que necesitan de todo, alimento, vestido, trabajo, alojamiento y
educación.
En Europa, los Juegos Olímpicos, el turismo internacional, los hoteles de lujo,
son vistos desde el móvil por todos ellos desde cualquier lugar del planeta.
Cuando no se tiene ni agua potable, ni lo más elemental, techo, cobijo, lo raro
es que no hayan despertado antes del letargo.
Esto no es una invasión sino un acercarse a la mesa de los ricos, o sea
nosotros, por si caen unas migajas.
Esta situación expresa escandalosamente no la desigualdad entre los
hombres que de suyo no tiene que ser malo, sino la cerrazón de las conciencias
que no responde al necesitado.
Es evidente que no es una llamada a los particulares que no pueden afrontar
esta cuestión, ni siquiera al Gobierno español que como todos los países del
flanco sur están siendo desbordados. Es una llamada a la Unión Europea que, si
no da una respuesta coordinada a este asunto, dudo que subsista como tal.
Las perspectivas en la frontera de USA con México, es similar. El tratamiento
de esta cuestión por demócratas y republicanos tiene una diferencia de grado.
Esencialmente la misma.
El Papa Francisco repite insistentemente el mismo mensaje. Es una voz que
resuena en un salón vacío.
La hambruna, las epidemias, las necesidades educativas, incluso parte de los
efectos nocivos del cambio climático, tienen solución, pues, aunque sean en
muchos casos, problemas históricos y estructurales, son en el fondo problemas
de organización. Tenemos las armas y la tecnología para eliminar el hambre,
llevar agua potable al Sahel, vacunas para remediar las infecciones que
tradicionalmente diezman la población.
Ellos aportan también la mano de obra que precisa nuestra economía
envejecida. Son gente que sólo pide trabajar, ahora, cuando multitud de empleos
no son cubiertos, en hostelería y en la construcción.
Tenemos problema de paro. No tiene sentido que tengamos el triple de paro
que Portugal. Nuestro paro tiene mucho de psicosocial.
Hay mucha economía sumergida, mucho dinero que viene de la droga y la
trata de personas y un desajuste en el mercado laboral entre la oferta y la
demanda. Suma y sigue con las estadísticas trucadas.
Son los problemas de los países ricos.
La Unión Europea tiene que tomar cartas en el asunto, desde ya, No es
posible resolver el problema por los países de modo unilateral. Tenemos sobre
todo capacidad de gestión económica y tecnologías, sólo falta la voluntad
política.
¿Dónde está tu hermano? Nos dirán y `posiblemente respondamos ¿Acaso
soy yo el guardián de mi hermano?
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