Artículo publicado en el periódico Ideal, septiembre 2024
La migración no cesa. Como un manantial de vida, como un manantial
de muerte. Los espectadores contemplan el espectáculo desde un asiento
preferente: el mirador acaramelado de la sociedad del bienestar.
Lo positivo está en que todos queremos una solución urgente, que
resuelva el problema en su raíz.
A la hora de decidir, el corazón de aquellos que todavía lo tienen,
piensan en la apertura de fronteras, en el acogimiento y en la solidaridad.
Los que temen una invasión de razas y culturas distintas con costumbres
desconocidas, sienten pánico y optan por la expulsión pura y simple.
Estamos ante gente que prefieren morir en el Océano que vivir en la
miseria, las epidemias, las guerras, o sea el apocalipsis perfecto, sólo una
salida: Europa.
Las migraciones masivas que han hecho historia y que han variado su
curso sin posible vuelta atrás, se pueden consultar en cualquier atlas
histórico: romanos, bárbaros, normandos, musulmanes, sin contar
aquella originaria migración del Homo sapiens desde el Sur de África
hasta Asia, pasando por Palestina. Los mongoles, los turcos. Todos han
sido invadidos y todos han sido invasores.
(Fuente: wikipedia, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Migraci%C3%B3n_humana_fuera_de_%C3%81frica_mapa_ADN_gen%C3%A9tico.png)
Hubo momentos felices en que una reacción decidida consiguió
detener las mareas humanas, los griegos detuvieron a los persas.
Bizancio resistió mal que bien más de mil años a bárbaros y musulmanes.
Esta capacidad de resistir el vendaval migratorio, es fruto de una síntesis
de espíritu y táctica porque en general los persas eran una masa
aplastante y los griegos una minoría. Lo mismo los bizantinos frente a los
turcos.
Sabemos lo que podemos hacer por las bravas: nos lo muestra la
actitud exterminadora de Israel en Gaza y Cisjordania. Una solución final
del problema por la vía de la aniquilación.
Un cristiano no puede decir o pensar lo que Trump: “Dejar a Netanyahu
acabar su trabajo”.
¿Qué cabe hacer ahora?
Las devoluciones masivas no sirven porque los que vinieron volverán
indefectiblemente. Nadie espera que expulsando narcotraficantes se
resuelva el problema de la droga.
Los planes de una estrategia circular que ha tenido éxito en la campaña
de la fresa o de los trabajadores marroquíes que tras su trabajo en Europa
regresan cada temporada a su país, tampoco es solución por la diferencia
esencial entre Marruecos y los países del Sahel en guerra permanente
contra el yihadismo.
La gente de Mali, Níger, Senegal viven en la nada y desean no sólo
salvarse en Europa sino ser europeos, encontrar un hueco de
supervivencia.
Europa está encaminándose hacia una política de expulsión sino a algo
peor: resolver la migración por el hambre. Nosotros somos incapaces de
tomar estos caminos que generarán odio, venganza y un estado
permanente de desasosiego. Tenemos el ejemplo en Israel con la lenta,
pero eficaz instalación de los judíos que han creado un estado
permanente de odio contra los árabes. Una situación única en la historia
pues los judíos, en otros tiempos, han colaborado con los árabes, en
España, el Magreb y en Oriente Medio.
Hay que evitar el bucle creado de migración, expulsión y vuelta a llegar
a nuestras costas.
Hay que racionalizar el corazón mediante planes inteligentes de
integración, acogida y educación. Las personas que nos llegan no son la
gente más pobre sino aquellos que sus familias pueden pagar su viaje.
En muchos casos gente universitaria y cualificada.
Es necesario sacar partido de este destino inexorable y visualizarlo
como Providencia.
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