Artículo publicado en el periódico Ideal, marzo de 2022
El discurso de Putin reconociendo las repúblicas separatistas de
Donetsk y Lugansk es la autolegitimación de su programa prebélico de
autodefensa.
El enfrentamiento de las dos grandes potencias triunfantes en la II
Guerra Mundial, ha sido permanente desde la creación del telón de acero.
Aún estaba caliente las ruinas del Reichstag y ya hubo necesidad
de establecer un puente aéreo para abastecer el Berlín occidental.
Después de ello, guerras entre países interpuestos: Corea, la crisis
de los misiles, Vietnam, la progresiva descomposición del bloque
soviético, la caída del Muro, las guerras de Oriente Medio y la retirada
americana de Afganistán.
Todo este cuadro de acontecimientos ha llevado a Putin a la
evidencia de que Rusia está rodeada de bases militares de la OTAN,
situadas en aquellos países que más han conocido en sus carnes la
ocupación soviética.
Fuente: El Pais https://elpais.com/elpais/2014/02/28/media/1393613580_396358.html
Se ha dicho que Putin se ha vuelto paranoico. Simplemente no está
ciego.
La salida al mar es estrecha y bien vigilada por los Países Bálticos
y por la propia Suecia. Ésta, ha movilizado tropas en la isla de Gotland
junto a la posición rusa de Kaliningrado, patria de Kant, cuando dicha
ciudad se llamaba Königsberg y era parte de Prusia.
Todos los antiguos satélites de la Unión Soviética son ahora
asiento de bases militares de la OTAN y sus escudos antimisiles.
El Pacto de seguridad ruso con algunos países cercanos desde
Bielorrusia a Kazajistán, no merecen comparación con el “cordón
sanitario” que ahoga a la Federación rusa.
En estas circunstancias, en 2014, Putin tras declarar su no
intervención en Ucrania, ocupa Crimea y establece un frente bélico en las
zonas ucranianas del Donetsk, zonas industriales de idioma ruso. Esta
circunstancia ha llegado a propiciar que Putin hable de genocidio por
parte de Ucrania. Con esta valoración queda justificada, por lo menos
para el consumo interno, una verdadera guerra.
El miedo al cerco militar está llevando a Rusia a una misión
imposible: el enfrentamiento con la OTAN manifiesta la desigualdad de
potencial económico y militar entre los dos bloques, aun teniendo en
cuenta el armamento nuclear que no es sensato pensar que pueda
utilizarse.
Suele decirse que el nacionalismo ruso quiere recomponer el
territorio de la Unión Soviética. A nivel de deseo subconsciente, no hay
duda, pero el que tenga capacidad de llevar a cabo esta empresa, es
improbable.
Un signo revelador es la actitud de China que no se comporta como
beligerante sino más bien como un factor templado.
El centro de gravedad que parecía desplazarse del Oriente Medio al
Indopacífico, es una meta que exige un paso previo: el bloqueo de Rusia y
reducción de su área de influencia.
Ucrania sólo tiene la opción de pedir socorro. Es consciente que en
una guerra convencional, el ejército ruso puede ocupar su territorio en
menos de una semana.
La lucha armada en el Este no es más que la defensa de parte de su
territorio.
El problema de fondo es que los pueblos, las etnias, las religiones y
los idiomas son tan variados que sólo es posible mantener un estado
organizado con una autoridad de hierro. Lo demuestra la larga
experiencia del último milenio.
A veces la historia parece, desgraciadamente, más un capítulo de la
mecánica clásica que de una ciencia humana.
Si Ucrania aguanta, si los rusos se retirasen, muchos “enanos”
pedirían la entrada en la U.E.
La Gran Rusia sólo tiene una alternativa: o zarismo o
descomposición.
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