domingo, 13 de marzo de 2022

La última batalla de la II Guerra Mundial

 

Artículo publicado en el periódico Ideal, marzo de 2022


El discurso de Putin reconociendo las repúblicas separatistas de

Donetsk y Lugansk es la autolegitimación de su programa prebélico de

autodefensa.




El enfrentamiento de las dos grandes potencias triunfantes en la II

Guerra Mundial, ha sido permanente desde la creación del telón de acero.

Aún estaba caliente las ruinas del Reichstag y ya hubo necesidad

de establecer un puente aéreo para abastecer el Berlín occidental.

Después de ello, guerras entre países interpuestos: Corea, la crisis

de los misiles, Vietnam, la progresiva descomposición del bloque

soviético, la caída del Muro, las guerras de Oriente Medio y la retirada

americana de Afganistán.

Todo este cuadro de acontecimientos ha llevado a Putin a la

evidencia de que Rusia está rodeada de bases militares de la OTAN,

situadas en aquellos países que más han conocido en sus carnes la

ocupación soviética.


                                                        Fuente: El Pais https://elpais.com/elpais/2014/02/28/media/1393613580_396358.html

Se ha dicho que Putin se ha vuelto paranoico. Simplemente no está

ciego.

La salida al mar es estrecha y bien vigilada por los Países Bálticos

y por la propia Suecia. Ésta, ha movilizado tropas en la isla de Gotland

junto a la posición rusa de Kaliningrado, patria de Kant, cuando dicha

ciudad se llamaba Königsberg y era parte de Prusia.

Todos los antiguos satélites de la Unión Soviética son ahora

asiento de bases militares de la OTAN y sus escudos antimisiles.

El Pacto de seguridad ruso con algunos países cercanos desde

Bielorrusia a Kazajistán, no merecen comparación con el “cordón

sanitario” que ahoga a la Federación rusa.

En estas circunstancias, en 2014, Putin tras declarar su no

intervención en Ucrania, ocupa Crimea y establece un frente bélico en las

zonas ucranianas del Donetsk, zonas industriales de idioma ruso. Esta

circunstancia ha llegado a propiciar que Putin hable de genocidio por

parte de Ucrania. Con esta valoración queda justificada, por lo menos

para el consumo interno, una verdadera guerra.



El miedo al cerco militar está llevando a Rusia a una misión

imposible: el enfrentamiento con la OTAN manifiesta la desigualdad de

potencial económico y militar entre los dos bloques, aun teniendo en

cuenta el armamento nuclear que no es sensato pensar que pueda

utilizarse.

Suele decirse que el nacionalismo ruso quiere recomponer el

territorio de la Unión Soviética. A nivel de deseo subconsciente, no hay

duda, pero el que tenga capacidad de llevar a cabo esta empresa, es

improbable.

Un signo revelador es la actitud de China que no se comporta como

beligerante sino más bien como un factor templado.

El centro de gravedad que parecía desplazarse del Oriente Medio al

Indopacífico, es una meta que exige un paso previo: el bloqueo de Rusia y

reducción de su área de influencia.

Ucrania sólo tiene la opción de pedir socorro. Es consciente que en

una guerra convencional, el ejército ruso puede ocupar su territorio en

menos de una semana.

La lucha armada en el Este no es más que la defensa de parte de su

territorio.

El problema de fondo es que los pueblos, las etnias, las religiones y

los idiomas son tan variados que sólo es posible mantener un estado

organizado con una autoridad de hierro. Lo demuestra la larga

experiencia del último milenio.

A veces la historia parece, desgraciadamente, más un capítulo de la

mecánica clásica que de una ciencia humana.

Si Ucrania aguanta, si los rusos se retirasen, muchos “enanos”

pedirían la entrada en la U.E.

La Gran Rusia sólo tiene una alternativa: o zarismo o

descomposición.

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