Artículo publicado en el periódico Ideal, mayo 2022
Desde que se investigaron,
infructuosamente, las diez mil vírgenes y no se encontraron, el objetivo pasó a
ser, investigar los diez mil ladrones y nos quedamos cortos.
¿Qué tienen de más opaco
las vírgenes que los ladrones?
Alberto Garzón, que
por algo es ministro, lo tiene claro: sólo hay un ladrón y en eso conocemos por
qué es ministro.
Tener dinero debe
ser muy bueno cuando todos lo echan en falta, especialmente los trabajadores no
liberados, pero da el caso de que sólo teniendo mucho dinero se pueden crear
puestos de trabajo.
El dinero se tiene
o se descoloca de un bolsillo a otro, pero, en cualquier caso, independientemente
del titular de los bolsillos, el dinero es imprescindible para capitalizar un
país.
En esos movimientos
financieros internacionales en donde tener cuarenta mil millones de dólares es
ir de pobre, siempre queda un “dinero de bolsillo” para pequeños gastos que por
su menudencia y privacidad es poco elegante el difundir: viajes de trabajo a
China, mariscadas en Triana y los pequeños gastos de los ausentes en Waterloo.
Pasamos por alto,
que ya es pasar, los millones distraídos de los trabajadores, las subvenciones
a los amigos, por ser amigos y las fruslerías que los diputados se comen cada
día a cargo del fisco.
Ser de izquierdas
en este país y además ser inteligente, exige un ideal a prueba de ataque nuclear:
un gran estómago.
La Derecha se distingue de la Izquierda en
que éstos gozan de superioridad moral mientras que la Derecha pide perdón.
Es evidente que
pedir perdón es confesar la culpa, pero pasar por integérrimos, muestra un
rostro afilado a piedra.
Otra diferencia
entre las dos bancadas, es que la izquierda gasta en bienes de consumo y las
derechas en bienes de capital.
La diferencia es
importante porque, aunque el consumo mueve la circulación, el capital crea puestos
de trabajo.
Esa y no otra es la
razón de que el Presidente Sánchez haya recibido por todo lo alto al emir de Qatar,
no lejos de Abu Dabi.
A nadie le parece
mal, porque no está mal, porque sabemos que esos contratos se traducen en
puestos de trabajo.
El petróleo es muy
sucio y el metano de las vacas es insufrible pero ambos elementos los desean
todos porque la vida moderna los necesita.
Mientras tanto, los
molinillos de viento giran y giran sin dar abasto cargando de impuestos los
recibos de pobres y ricos, aunque éstos lo lleven mejor.
Debiera hacerse un
inventario de los puestos de trabajo que han creado durante cuarenta años los
viajes del Emérito y la honradez con la que ya hace muchos años confesó a la
prensa: “Claro que hago negocios. Debo hacerme un capital porque en España hay
la mala costumbre de echar a los reyes y yo tengo una familia que alimentar” (la
frase es esencial, no literal)
Las monarquías no
vienen por elecciones sino por necesidades más o menos estructurales o de
coyuntura.
Los primeros reyes
de Roma fueron electivos como también ocurría entre los germanos.
Poco a poco, fue universal el acuerdo de que
los sucesores hereditarios garantizaban mayor seguridad. En aquellas elecciones,
lo normal era el asesinato del anterior, del pretendiente o del sucesor que a
veces, piadosamente, lo metían en un convento.
Cuesta mucho
agradecer, a quien más se debe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario