Artículo publicado en el periódico Ideal, julio 2022
El problema del racismo se ha puesto incandescente en los últimos
años. En la medida en que los países desarrollados descienden su
natalidad, los del Tercer Mundo la aumentan. Después de la II Guerra
Mundial, la población del planeta se ha multiplicado por cuatro.
Este dato se apunta, no como alarma para planificar la población
que es una medida corta de alcances.
Si disminuye la población, hay menos inteligencias que es el
verdadero capital y aumenta la paranoia ante las migraciones que
mueve el hambre, la guerra y las enfermedades. Después vienen las
mafias a sacar partido de esas carencias desesperantes. La gente no
se lanza a la muerte por culpa de las mafias que sólo son los
especuladores del hambre.
Desde el punto de vista de la ciencia no hay más que una raza. La
gramática generativa de Chomsky hace años demostró que en el
cerebro humano-y sólo en el humano- hay una matriz generadora del
lenguaje que permita a los niños de cualquier raza, aprender cualquier
idioma de los miles existentes.
Juan Pablo II, atribuía su facilidad de hablar idiomas a su estudio a
través de esa gramática que nos hace a la vez que parlantes,
racionales e iguales a los demás.
Una vez sentados los principios, los hechos se complican
escabrosamente.
Los Estados hacen de las migraciones un arma política. Un
pequeño país como Lituania sufre la invasión de miles de migrantes
presionados por Bielorrusia o sea por Rusia. La imprudente y abrupta
retirada de USA de Afganistán ha invadido Europa de afganos y en
Ceuta y Melilla hay miles de subsaharianos en espera permanente para
intentar “colarse” a través de las vallas fronterizas.
Y peor que todo esto es la avalancha de hispanos a los Estados
Unidos a través de Méjico.
En España propiamente racistas no somos ni hemos sido si
atendemos a las Leyes de Indias y a los teólogos, es decir, en el
terreno de los principios. En la práctica hubo de todo hasta el siglo
XIX, en Cuba y Filipinas.
Es posible que el Gobierno español se esté comportando
correctamente con los migrantes desde el punto de vista humano, en
lo que alcanza mi conocimiento, pero la cuestión del territorio y de sus
habitantes le obliga a medidas políticas que indirectamente
disminuyen la presión en las fronteras.
Utilizar las poblaciones hambrientas o perseguidas como
instrumento político hace de los estados que realizan esas prácticas,
mafias, ellos mismos.
A mí y a muchas personas como yo, nos encanta ayudar a
subsaharianos o sudamericanos. No es una cuestión de raza sino de
conflicto de supervivencia entre las masas hambrientas de fuera y las
que empiezan a serlo en el interior.
Los marroquíes, no se integran nunca aun siendo buenos
trabajadores, por razones culturales. Su Gobierno ha empleado desde
1975, la población como avanzadilla de la conquista.
Es un “marrón” difícil que los gobiernos mantenían en la cuerda
floja hasta que Sánchez, rompió la cuerda y “remedió” el tremendo
abandono del Sáhara.
¿Van las Naciones Unidas a hacer cumplir sus disposiciones y
hacer posible un referéndum limpio en el Sáhara que fue provincia
española como Ceuta y Melilla?
Me temo que no.
La política de las grandes potencias la llevan las grandes potencias
y la ONU es sólo una reliquia de la Sociedad de Naciones.
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