Artículo publicado en el periódico ideal, julio 2022
La ONU ha recomendado la práctica del yoga para conseguir un
“estilo de vida sostenible.”
Las Naciones Unidas fueron creadas para conseguir la paz en el
Mundo sobre las bases del diálogo, el consenso y la democracia.
Ahora añade como complemento, el yoga.
La idea de que una técnica puede ayudar a sostener el mundo tiene
milenios de antigüedad y va ligada a religiones orientales como el
hinduísmo y el budismo.
La práctica del yoga en estas religiones y sus variantes que han
influido mucho en Occidente, también se ha secularizado de modo que
incluso se puede ser ateo y practicar yoga.
En determinada postura se inspira profundamente, concentrando la
mirada del alma en un punto en el centro de la frente y se pronuncia la
palabra “OM” que viene a ser una llamada al Espíritu del Mundo que se
funde íntimamente con el nuestro, mientras expiramos el aire. Y así
una y otra vez.
Las Naciones Unidas nacieron ecuménicas mucho antes del
Vaticano II, en el siglo XVII cuando se buscaba una religión natural y
racional que supliese la agresividad de las religiones de la época.
Para que el yoga “haga efecto” lo primero que necesitamos es que
nos lo creamos como ocurre, aunque no se reconoce, con todas las
cosas de este mundo y del otro.
La fe, en modo voluntarista del que quiere creer como si
pronunciando una fórmula se abriera el cielo, cansa pronto.
La naturaleza humana es más resistente que las fórmulas y las
técnicas; las gentes vuelven a sus guerras que son algo más “natural”
que el yoga.
La guerra es el estado de aquellos pueblos que piensan que lo
natural es la ley del más “fuerte”. Cómo es lógico, la prueba de la
autenticidad de tal ley, es que lo pesado vence la resistencia del aire y
se va al centro de la tierra.
El yoga tiene un valor añadido. El aspirante a fundirse con el gran
OM, comienza quitándose de en medio, porque el dios no quiere saber
nada de este mundo y promete un estado de bienestar que anima a
conseguir un estilo de vida sostenible.
La meditación transcendental, ese abstraerse para quedar
insensible al dolor y al placer consiguiendo la imperturbabilidad sin
psicotrópicos, nos protege contra el estrés y sobre todo nos protege
contra el trabajo.
¿Qué tiene de malo el trabajo?
Es posible que los funcionarios de la ONU quieran para los demás,
lo que ellos ya poseen con facilidad. Los humanos en general
necesitamos trabajar no sólo para poder pagar los impuestos sino para
mejorar este mundo tan necesitado de transformaciones.
Meditar es una gran cosa, díganselo a los benedictinos que
inventaron el “ora et labora”, no sólo ora sino también labora.
Los cristianos debiéramos orar más y mejor, pero como quien habla
con un amigo de todas las cosas que pasan por este mundo, de las
enfermedades, guerras y pestes que siempre lo asolaron desde que
existe.
Oramos, pero no nos quitamos de en medio.
Decía Clausewicz o Suzuki o ambos a la vez que la “paz es el
intervalo entre dos guerras”, expresión más bien pesimista que refleja
la extendida conciencia de que el origen de la especie fue el
canibalismo.
La civilización no civilizó la guerra que en la Edad Media era
bastante más sostenible que en los dos últimos siglos, guerras de
exterminio sistemático.
Por una vez tan sólo, pudieran las Naciones Unidas recordar que el
Cristianismo practica la oración a todas horas y si la paz no llega al
mundo, no será por eso.
Hay tandas de Ejercicios Espirituales (o Cursos de Retiro) Podrían,
por una vez, recomendarlos.
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