Artículo publicado n l periódico ideal, diciembre de 2023
Las migraciones hacia los países más desarrollados son torrentes de
vitalidad que tratan de realizar el sueño de una vida digna.
Este fenómeno que es de siempre, se ha intensificado por las guerras,
la inseguridad, los países fallidos de origen y por la presión constante de
los medios de comunicación.
A través de las pantallas de móviles o de TV, se ofrecen paraísos en
los que nosotros vivimos y de los que no sabemos agradecer por ser
habituales. La vida que aparece en las series y en los videos, presenta a
la vez, la corrupción de Occidente, una serie de logros que se han
conseguido en los últimos cincuenta años y que nos hemos olvidado de
lo envidiables que son.
Las gentes de Centroamérica, del Sahel, de Oriente Medio y del
Magreb, de Filipinas y Pakistán, tratan de llegar a las costas de la zona
sur de la UE. Para conseguir de lo que nosotros, andamos sobrados. Todo
ello arriesgando su dinero y su misma vida a manos de las mafias de
traficantes de personas.
En Europa, no sólo en España entendida como zona de confort, se
financia el aborto y la eutanasia, pero no la natalidad y con un oscuro
remordimiento silenciado, se acoge como se puede las olas de miles de
emigrantes que llegan a Canarias y a nuestras costas del Mediterráneo.
Hay que encauzar y aprovechar este fenómeno que no es coyuntural
sino ya estructural, en el que se combina el invierno demográfico con la
demanda laboral en hostelería, construcción y sanidad.
“Los menas”, son acogidos y cuando llegan a la mayoría de edad los
dejamos en la calle donde sin conocer el idioma y sin documentación van
a ser víctimas de otras mafias de la droga, la prostitución y la explotación.
Entre tanto los profesionales jóvenes de mayor valía, emigran a
Norteamérica, Alemania e incluso a los Emiratos árabes en busca de
mejores condiciones de vida.
Un Estado social-no digamos ya, un gobierno socialista- debía poner
orden en este caos, aprovechando un capital humano que nos golpea a
chorros y que se atreven a arriesgarse en aquello a lo que nosotros no
nos atrevemos.
Una organización empieza por una clasificación de la gente que llega
en función de su formación, de sus capacidades. Muchos vienen de Siria
o de los Países del Este con buena formación profesional. Otros,
necesitan aprender español como medio imprescindible que les permita
integrarse en nuestro mercado de trabajo. De ese modo accederían a
todos los beneficios de Sanidad y Seguridad Social y laboral.
No tiene ningún sentido que España alcance la tasa de paro mayor de
Europa, el doble que Portugal, siendo la cuarta potencia económica del
continente. Una tasa de paro que sólo se explica por la economía
sumergida y por el blanqueo de la droga, la prostitución y la delincuencia.
La mafia georgiana, la camorra y todos los delincuentes del mundo
tienen su rincón confortable en Levante o la costa andaluza.
Un gobierno socialista, se supone que tiene que arreglar estas cosas y
no considerar la migración como pre-delincuencia o un peligro, sino
como un aporte de capacidades humanas que no estamos en condiciones
de retener.
Nuestros sentimientos cruzados ante este fenómeno, van del miedo a
una invasión hasta una actitud de beneficencia.
Saquemos partida de este asunto, en especial ahora que tenemos un
gobierno progresista con grandes ambiciones.
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