Artículo publicado el el periódico Ideal, diciembre de 2023
Nuestra Navidad, la que vivimos en Occidente, no se va a parecer en
nada a la que vivan los cristianos en Belén.
No hay palmas sino fusiles de asalto, no hay pañales ni agua potable.
La cueva se esconde en un refugio inexpugnable. No hay turistas ni
peregrinos y por ello traen poco pan en la mesa.
Pero está Jesús.
Jesús está en todas partes, escondido por la potente luz de la fe.
La luz deslumbra a quien por amor cree y oscurece a quien no quiere
ver, es decir amar.
Los tanques, los misiles, los bombarderos y el anegamiento de los
túneles expresan el poder del hombre contra el hombre.
Jesús, dueño de la vida y de la muerte parece desaparecido. Se
esconde doliente en el cuerpecillo de los niños, de los ancianos y las
madres que no saben si van a dar a luz o a muerte.
Está hambriento, torturado y preso con los rehenes. Son distintos
modos de estar crucificado.
Pero ¿No es para eso que ha venido a este mundo? A este mundo
concreto que solemos decir que “no tiene arreglo”
José ofrece sus labores y tiene que hacer largas colas en los controles
para pasar el muro y encontrar trabajo, María busca en su corazón lo que
no dan los pañales.
Es un contexto emocional sin duda, pero la racionalidad aquí sólo
sirve para fabricar armas.
¿Cuándo la Sabiduría que todo lo puede vendrá a arreglar el mundo?
Ciertamente que ya ha venido y puesto que Él regula los movimientos
de estrellas y planetas de agujeros negros y quasars, Aquel que hace
nacer los árboles de diminutas semillas, Él sabe medir los tiempos y
preparar el cómo y el por qué.
Esa sabiduría innegable que proyecta el Cosmos y le sostiene entre
otras razones, para que vivamos y vivamos en paz, sabe “cuándo toca”
cuando va seguir crucificado y cuando toca resucitar.
El daño irremediable no se cura con otro daño irremediable de mayor
proporción. Los tanques no negocian con los tanques y el odio no se cura
con el odio.
Las negociaciones quieren conseguir paz sobre la base de toma y
daca: me das tantos rehenes y te doy tantos prisioneros. Una vez hecho
el balance, planear la siguiente partida. Volver a empezar.
Hay quien dice que la culpa de toda esta catástrofe la tiene la religión.
Más bien diría, la falta de religión porque religión significa reconciliación
de Dios con los hombres y de los hombres entre sí.
La religión ha servido desde la Prehistoria como método para
blanquear la ambición de poder.
No es religión verdadera aquella que reza por exterminar a cuántos
hombres, mejor.
Son, como todas, guerras de supervivencias, que surgen del fondo
genético que lanzan los instintos peores del animal humano contra los de
la tribu de enfrente.
La revolución cristiana, la que puede traer la paz al mundo, la verdad
del “belén”, es perdonar al que te fuerza como esos cristianos de Nigeria
sometidos a pruebas indecibles.
El Cristianismo no se asienta sobre tronos sino sobre sillas, “la caña
cascada no la quebrará, el pabilo humeante no lo apagará”.
El Cristianismo es el mundo al revés. No se arregla el mundo
favoreciendo las pasiones sino aprendiendo a encauzarlas al servicio de
los demás. No con frases hechas sino con hechos bien hechos.
No hay villancicos en Belén porque, por el momento, no hay “belén”.
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