Artículo publicado en Ideal, en Enero de 2024
En general se suele creer que la verdad y la política viven en mundos
distintos entre los cuales no se expiden visados ni pasaportes.
Sin embargo, los políticos están hablando mucho de la verdad en los
últimos años.
Hay dos frases que me parecen paradigmáticas, no sólo de la
mentalidad de los que las expresan, sino que son, además, reflejo de una
parte importante de la sociedad en la que vivimos.
“La libertad os hará verdaderos” que pronunció Rodríguez Zapatero en
un momento de gloria, en el que se sentía confortablemente realizado.
En un instante feliz en el que no se prevén limitaciones, se pronuncia
una frase tremendamente metafísica e incluso de intención teológica.
Ya el hecho de pronunciarla -urbi et orbe- desvela un estado “subido”
de plenitud que le obliga a proclamar su gran verdad al mundo.
En cuanto después de intentar convencer al personal, de que
estábamos en el mejor de los mundos, la crisis le obligó a dimitir y
convocar elecciones.
Zapatero impuso grandes ideologías y cambió la socialdemocracia por
el social feminismo. Suponía enfrentarse con media España que es el
deseo oculto de todo español desde que hay España.
Sé libre, libérate y serás tú mismo, alcanzarás la verdad del hombre y
serás feliz. Toda una religión de verdades verdaderas.
Otra expresión más pudorosa y confidencial que desgarra el alma y
que declara la metafísica del presente, es la última confesión de Sánchez
sobre la verdad: “La verdad es la realidad” que revela un cierto eco de
aquel fallo de Pilato “¿Qué es la verdad?” pues para él también la verdad
tenía que dejar paso a la realidad efectiva y la necesidad de acallar el
tumulto. Esta “prudencia” no le libró de tener que ser desterrado a la
Galia según parece.
Tras esta forma de entreguismo que muestra la frase, hay una discreta
conciencia de triunfo que podría explicitarse: Me entrego, sí, pero sigo en
la Presidencia”. Tengo el poder.
Una cosa es tener el poder y otra ser reelegido en unas elecciones en
donde todos ponen objeciones menos él.
Entre Zapatero y Sánchez, cabe describir una curva claramente
inclinada. Zapatero cayó porque consciente de que “sobraba dinero” y
todo iba bien, la verdad significaba más bien la autenticidad, en sentido
de Heidegger según la cual ser auténtico (eigenlich) es una “categoría”
que define al hombre.
Sánchez tiene adeptos en la medida que le garantiza mantenerlo y los
tendrá si su poder sostiene a todos los partidos que le votan. Es un
desafío a lo imposible que representa la postura del yo único. La
diferencia con el anarquista Stirner está en que no existe una asociación
de “yoes”. Sólo hay un yo que se asocia consigo mismo mediante el favor
de quienes sirviendo de testaferros, sostienen a quien les sostiene.
El gran fallo de la Constitución está en establecer la desigualdad
electoral de todos los españoles pues los vascos y catalanes gozan del
privilegio de que sus votos tienen un valor superior al de los demás
españoles.
No es problema. La razón de esta desigualdad es de tipo histórico
como lo es la monarquía.
Todo es histórico como lo fue Franco que selló el concierto vasco-
navarro.
Es obvio que los argumento y las palabras no son más que quien se
escuda en ellos para concederse un poder que nunca se dijo que iba a
coaligarse de ese modo y manera.
La audacia de Sánchez es más bien temeridad pues tiene enfrente, no
su conciencia sino la de la mayoría de los españoles incluyendo los
socialistas que no esperaban tanto.
O tal vez Sánchez pretenderá salvar a Cataluña para quedarse con
España….El tiempo lo dirá.
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