Artículo publicado en el periódico Ideal, junio 2024
La democracia fue posible gracias a la aparición de ciudades-estado.
Eran frecuentes en las costas mediterráneas, donde el tráfico comercial,
requirió una administración de los ciudadanos por sí mismos y fue
anterior a los griegos. La base económica que la hacía posible es la mano
de obra esclava.
La esclavitud era considerada como un hecho normal y avalado por las
leyes. Las razones por las que un esclavo se constituía como tal, era el
impago de deudas o por pertenecer a los vencidos en una guerra e
incluso por ofrecerse a un señor como esclavo por no poder alimentarse
ni trabajar.
El estado permanente de violencia en la Roma en el siglo II y luego en
la Alta Edad Media, obligó progresivamente a establecer el régimen feudal
por el cual los señores juraban fidelidad a otros señores más poderosos y
los pequeños jornaleros se sometían a alguien más fuerte que ellos.
Todos juntos formaban una pirámide de poder, en donde curiosamente,
el poder era más débil en la cúpula de la pirámide y el señor formalmente
menos poderoso es el que ejercía el poder con mayor eficacia.
Este sistema de autodefensa social, política y militar, se mantuvo hasta
el siglo XI-XII y se deterioró y liquidó en Occidente, aunque en Rusia
funcionó hasta el siglo XIX.
El surgimiento de los estados nacionales, concentró el poder en lo alto
de la pirámide, a lo que debe sumarse la aparición del dinero como fuente
de poder procedente sobre todo del comercio con Oriente. Estos hechos
propiciaron el aumento de la población, mayor prosperidad, nacimiento
de las ciudades con sus ayuntamientos, sus catedrales y universidades
que eran como focos de autodeterminación en una sociedad todavía
apoyada en la fuerza militar de los nobles, a quienes el rey otorgó
grandes tierras en pago de sus servicios de guerra.
La pirámide-lo que se llama el “Antiguo Régimen”- se vino abajo, no
por enemigos externos sino por movimientos internos, dentro de los
cuales destacaban los juristas, los filósofos, los hugonotes, los
jansenistas y como contrapunto, los jesuitas.
Frente a la fuerza de los hechos, la historia y la tradición se levanta la
fuerza del Derecho y las Leyes cuyos pilares son: la igualdad, la libertad y
la humanidad (fraternidad).
El Estado de Derecho trata de fundamentar estos “desiderátum” en la
Declaración de Derechos Humanos (individuales), separación de poderes
y principio de legalidad (nadie puede ser juzgado sin una ley previa a los
hechos)
Este Nuevo Régimen se plasmó por primera vez en los Estados Unidos
y luego en Francia y en los países sometidos por Napoleón.
El liberalismo de la época presuponía que el ciudadano con derecho a
voto debía ser “ilustrado”, lo que iba unido a un nivel de renta. Quedaban
excluido el 90% de la población.
Se era progresista porque se podía votar y en la medida que crecía la
renta, los progresistas eran conservadores y los que querían elevar su
nivel se llamaron demócratas (o moderados y exaltados en España)
Los demócratas, pasaron a republicanos que tenían en frente a los
moderados antiguos que ya eran conservadores y preferían la monarquía.
Este juego de fuerzas (delante-detrás-delante) ha llegado hasta
nuestros días.
Estos, nuestros días, recuerdan lo que Víctor Hugo describe con gran
estilo en “El 93”: los panaderos valen como generales y los generales
como panaderos, aludiendo a los cambios sociales ocurridos en aquella
Revolución. Lo vimos aquí en nuestra guerra civil y aun mucho después.
La democracia que se escribe en los papeles, es la democracia formal
que siempre encuentra su opuesto en la democracia de los intereses, la
democracia material que algunos llaman “real”.
El Estado de Derecho dobla su rodilla ante los republicanos y ahora
sólo cabe esperar ante quien doblarán la rodilla, estos últimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario