Artículo publicado por el periódico Ideal, octubre de 2022
Los que empiezan las guerras suelen casi
siempre creer que van a
ser cortas. Para eso tienen estudios, pero
guerras cortas desde finales
de 1945 no ha habido casi ninguna: Las
Malvinas quizá.
Esta movilización parcial de Rusia que quiere
incrementar en
300.000 hombres las fuerzas que ya combaten
en Ucrania, es otra
cosa. Parece más bien el último episodio de
la II Guerra Mundial.
Las motivaciones psicológicas del Presidente
Putin sólo las
conocemos a través de la propaganda, o sea,
no las conocemos, pero
deben existir razones objetivas muy graves
para que se haya atrevido
a una operación cuya naturaleza real es
inconfesada y cuyos efectos
colaterales son globales, profundos y sin
expectativas de solución.
Como todos comprendemos- ya los polacos se
están administrando
yodo- la mayor amenaza viene del peligro
nuclear.
Mientras los medioambientalistas están
haciendo planes para la
década de los cincuenta, la expectativa real
e inmediata de Europa se
cuartea por los cuatro costados.
El poder del espíritu de Occidente se ha
mostrado poderoso en
Londres, pero en forma difunta. Los Estado
Unidos cerca de las
legislativas están en ebullición porque los
republicanos pueden volver.
Los problemas de cualquier magnitud ya están
resueltos de
antemano, aunque las observaciones inmediatas
no lo puedan
descifrar. Lo que sí es evidente que toda
guerra acaba en una paz, por
razones estadísticas. De esa manera se cumple
la definición militar de
paz como el intervalo entre dos guerras.
A pesar de los oscuros horizontes sabemos que
la paz perpetua no
es cosa de la razón pura, sino de la
Providencia que todo lo ordena
para el bien de los hombres sin informarnos
de las técnicas que utiliza,
permitiendo un mal para sacar un bien mayor.
Entre tanto los humanos debemos armarnos de
esperanza y de
paciencia.
En una presunta máquina del tiempo, nos
podemos situar en la
escena final, aunque tal escena esté por
llegar. Es posible anticipar sin
profetizar, que intentemos dibujar el final, pidiendo
perdón al
Todopoderoso por invadir sus competencias.
En mi opinión que querría ser modesta, el
asunto clave es el empleo
de la fuerza nuclear, porque la potencia
militar convencional de Rusia
es grande, pero limitada.
¿Podrá Putin con una guerra meramente
convencional alcanzar su
objetivo que tampoco está tan claro?
Seguro que no. Esta movilización prolongará
la guerra, afectará a la
economía mundial, pero a ese nivel, no puede
ganar en una guerra de
desgaste indefinido.
Como por otra parte, Putin no quiere ser un
perdedor, no hay más
remedio que pensar seriamente en la fuerza
nuclear.
Los misiles nucleares se pueden usar en diversos
grados y
magnitudes, utilizarlos como medio de terror
o para exterminar al
enemigo.
No olvidemos que después de Hiroshima y
Nagasaki, Japón sigue
existiendo y Rusia también existe, después de
Chernóbil.
Adivino sin pruebas- que el núcleo duro del
Ejército ruso y del PC-
están presionando a Putin que, como buen
político, quiere estar
siempre en el centro: Le piden una
movilización general y la decreta,
sólo parcial. Es un signo.
La escena final que sólo Dios sabe, conjeturo
que no puede ser otra
que la derrota de Rusia con el alivio de
todos los países de su periferia,
especialmente, Ucrania.
Sin el poder ruso, Eurasia estallará en mil
repúblicas y la Unión
Europea y la NATO ampliarán su influencia
hacia el Este.
La idea genérica de Putin es evitar este
final. Él no lo desea en
modo alguno, pero el núcleo duro del Partido y del Ejército se mueven
por la pasión y por el temor.
No creo que Putin pueda resistir.
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