Artículo publicado en el periódico Ideal, septiembre 2022
Cuando
la olla express está en ebullición, suele funcionar una válvula de
escape
que frena la presión. En los estados democráticos, esa válvula
viene
asegurada por una democracia efectiva.
Si
miramos con serenidad las informaciones que llegan de América,
desde
las Montañas Rocosas hasta la Patagonia, nos alarman y nos
emocionan,
no nos dejan indiferentes.
Un
esfuerzo por observar tanto conflicto, desde la Europa dormida,
de
donde contemplamos la escena, nos lleva a la siguiente reflexión:
Europa
es un museo, América está viva.
Cuando
hay vida, hay de todo, bueno y malo, pasiones, muerte y
renacimientos,
mucha furia, muchas madres que lloran a sus
desaparecidos.
Terrorismo,
narcotráfico, corrupción en las altas esferas,
explotación
de materias primas por el capital extranjero y exportación de
capitales
a Wall Street. Donde no hay una dictadura, hay un estado
fallido,
donde una república de más de cien millones de habitantes,
podemos
encontrar otra en donde todos quieren emigrar al Norte.
Pensando
en europeo: un desastre.
Si
miramos con los ojos de la historia universal, América está viva
y el
resto del mundo, Europa y Asia, mantienen una inercia que no
siempre
es cómoda, pero como tal inercia de difícil porvenir.
La
interconexión de todo con todo provoca que cuando Trump,
pronuncia
un discurso desaforado, Putin duerme tranquilo, aunque
tenga
una enorme central nuclear en medio de un bombardeo
constante.
Cuando
se negocia con Venezuela por el petróleo, China
envía
unos cuantos cazas a Taiwán para que se preparen.
Todo
este conjunto de situaciones sugerentes, hace pensar que
quien
puede despertar las neurastenias de la vieja Europa es la
democracia
americana. En el fondo de ese protocolo formal que son
los
parlamentos y elecciones hay mucha vida, lucha y muerte. Los
caballeros
del Rifle de Estados Unidos, nos garantizan que hay
reservas
vitales para rato. Los demócratas empeñándose en imitar a
Europa
se olvidan de que su país es el más vivo para bien y para mal.
El
Referéndum chileno sobre el cambio de Constitución es un
síntoma
aleccionador. La gente no quiere dictadura, pero tampoco una
república
bolivariana.
El
gran rechazo por el 62% de las papeletas, obliga al Gobierno a
iniciar
un nuevo proceso constituyente, convocando a todas las
fuerzas
sociales y al Parlamento.
La
única manera de salir de este socavón constitucional, no es
evidentemente
volver a la anterior Constitución, sino rectificar y
serenar
el proyecto que ha sido rechazado.
Lo
malo de la selva no son las fieras, sino su ausencia,
porque
una selva sin fieras es un zoo en el que los leones
domesticados
se avergüenzan ante los niños que les echan pipas.
Como
una olla express a punto de estallar, así está América porque así
nació
y desarrolló una historia muy homogénea de revoluciones y
dictaduras
de nunca acabar.
España
dejó atrás esa vorágine porque los dos bandos de la guerra
civil,
vencedores y vencidos se pusieron de acuerdo en redactar y
aprobar
masivamente una Constitución ejemplar.
Sólo
nos falta un nuevo impulso, unas nuevas ganas de vivir, de
hacer
familia, de emprender, de remediar la insensatez de esas
minorías
residuales, pero con demasiada voz en parlamentos y medios
de
comunicación que no representan la voluntad de una gran mayoría de españoles.
Necesitamos
de la democracia, de la libre expresión del
pensamiento,
de no tener miedo a las minorías gobernantes que
imponen
decretos que se contradicen con el espíritu de la
Constitución.
Nos
vendría bien el cambio de ese caudillismo apenas disimulado y
tornar
a comportamientos políticos normales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario