Artículo publicado en el periódico Ideal, septiembre 2022
No nos han explicado en voz
alta qué se hizo de los Fondos
europeos para la recuperación.
Dada la discreción de los que deben
saberlo, nos tememos que se
han quedado tan cortos como los
pantalones de los niños cuando
pasan a adolescentes. El hambre les devora.
Igualmente, la inflación, la peste, el gas y la guerra los han dejado en una
buena
intención, o sea, piernas largas y calzones cortos.
Es una maravilla que las
grandes potencias se hayan fiado de
Putín hasta el extremo
presente. Esa confianza no sólo se ha
extendido a la cuestión
capital de la energía sino también a la
defensa.
Pasada la época de recaudar y
gastar, ahora parece llegar el tiempo
del ahorro particular sin
merma del gasto público a cargo de los
impuestos y la Deuda.
El Gobierno y los Sindicatos
están dispuestos a movilizaciones
frente a las empresas, que
salidas de la pandemia están al límite de
sus posibilidades. Sólo las
grandes y pocas que controlan la energía,
alcanzan fabulosos beneficios.
Con la pancarta que apunta al poder
empresarial-cuya prosperidad
está asegurada- se agazapan los tres
millones de autónomos y las
pequeñas empresas que están pensando en
echar el cierre.
La subida de salarios y
pensiones por convenios o por ley, no se
arreglan con cartillas de
racionamiento como en los “mejores tiempos”.
Tampoco se van a crear fuentes
de energía cerrando las centrales y
esperando que la eólica, cuyo
coste forma parte del recibo de
la luz, resuelvan el problema
presente pues su efectividad, requiere por
lo menos una década.
Como las empresas pequeñas son
la mayoría, la subida de salarios
obligará al cierre e
incremento del paro.
Así Gobierno, sindicatos y los
apoyos de la Coalición afrontan el
curso que está al llegar,
curso de elecciones y tiempos magros.
La astucia del Gobierno
Frankenstein de desdoblarse en Gobierno y
Antigobierno en una sola
pieza, de modo que los “moderados”
siempre tienen -si la cosa sale mal- un chivo expiatorio:
Podemos y el resto de la izquierda. A la Oposición constitucional
le queda sólo el improperio.
Hay una serie de rasgos
estructurales y no simplemente
coyunturales que subrayan la
inquietud general.
La más importante es la
ruptura de las negociaciones sobre la
elección de los jueces. Esa
parálisis, al no satisfacer a los políticos,
resalta la ausencia de
consenso y el riesgo de que el Poder Judicial se
politice vulnerando no sólo el
Estado de Derecho sino los valores
fundamentales de la carta de
la Unión Europea.
Un segundo rasgo es el hábito
de gobernar por decreto-ley,
hurtando así al Congreso de
verdadero debate.
Añadamos que los actos de
Gobierno se conocen a veces, a través
de los periódicos, incluso les
sucede así, a los propios ministros.
Sin olvidar las abundantes
disposiciones ideológicas que tienen
como destinatarios a los
minoritarios grupos anticonstitucionales.
La línea de gobierno
resultante es la de una tendencia progresiva
a esterilizar a la Oposición
constitucional, creando una Oposición
anticonstitucional integrada
en el Gobierno.
Las elecciones andaluzas, las
de la Comunidad de Madrid y la de
Galicia sumadas a las actuales
encuestas y sondeos, permiten
pensar que se está gobernando
para una minoría que ya lo era al
comienzo de la legislatura.
La única salida a este
callejón, meramente democrática es la
disolución de las Cortes y la
convocatoria de Elecciones Generales,
que, en razón del necesario
ahorro, debieran ser el mismo día que las
autonómicas y municipales.
Y cuenta nueva.
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