Artículo publicado por el periódico Ideal, 16 de mayo de 2019
Las elecciones del último 28 A, aparentan, si
atendemos a los titulares de los medios, una gran hecatombe, especialmente para
el PP. Un análisis en frío de los resultados oficiales, muestran cómo la
correlación de fuerzas de los dos bloques, derechas e izquierdas, permanece
intacta.
Si
sumamos los votos del PSOE y Podemos por un lado y los de las tres derechas por
el otro el número de votantes es equivalente: unos 10 millones.
Hay
por otra parte una evidente
insuficiencia de escaños socialistas que ni siquiera con Podemos alcanza la
mayoría absoluta.
Las
victorias de PSOE, Cs y VOX, son relativas sino pírricas. La sociedad española
está dividida por la mitad y estas elecciones no han cambiado nada.
El
mayor perdedor es el PP pero sus fugas han ido a zonas más templadas o a las
más extremas, por hacernos entender. Esta impresión de equilibrio, refleja una
sociedad moderna que no tiene que ver ni con las enormes distancias entre ricos
y pobres que se dan en Latinoamérica, en África y en Asia. Somos una nación con
una renta per cápita en torno a los 30.000 dólares, semejante a la de Italia y muy superior a las propias de los
países subdesarrollados.
Los
nacionalistas tanto vascos como catalanes, responden al esquema clásico de
derecha/izquierda, como es natural. En materia económica no veo al PNV y a
PdCat, aprobar la derogación de la reforma laboral. En esta perspectiva la
derecha en general es más amplia que la suma de las tres nacionales.
Es
cierto que el PSOE aumentó en 40 diputados, lo que psicológicamente es un
desahogo pero que no va a hacer más fácil la gobernabilidad del país.
Las
reformas económicas que ya inició Sánchez con sus Decretos-Leyes, son gestos y
guiños más que reformas profundas.
Las
reformas posibles, teniendo en cuenta su
elevada financiación, no son viables porque los límites de gasto que fija la
Comisión Europea son muy estrechos.
La
reforma laboral, por ejemplo, fue una medida de emergencia que Rajoy tuvo que
aplicar en plena crisis del 2009. Esa
reforma mantuvo en precario no contratos
indefinidos sino contratos que de no pasar a temporales y precarios determinaban el cierre de empresas e
incremento del paro.
¿Quién
cree que nadie sensato puede convertir de la noche a la mañana los contratos
precarios en indefinidos?
No
es una cuestión ideológica sino de contabilidad. Esa medida generaría una crisis económica de largo
alcance porque en el mercado libre no se puede obligar a los empresarios a
mantener las empresas abiertas en régimen de pérdidas sin fondos.
Una circunstancia semejante se dio en la
España de los 50. No se podía despedir a nadie, no se permitía subir los
alquileres. Esa reglamentación estatalista tuvo que desaparecer cuando para entrar
en la Unión Europea hubo que desmontar la Industria nacional y aproximarnos a
las reglas de Europa.
Pienso
que Sánchez a pesar de su habilidad maniobrera, le queda poco margen.
La
ideología afecta muy poco a las necesidades económicas de la sociedad civil. No
podemos salir del marco del libre mercado, no cabe volver a la autarquía, no
podemos gastar más de lo que ingresamos y los únicos dispendios que nos podemos
permitir son los más baratos: exhumar cadáveres, subvencionar las mujeres
maltratadas, llenar las plazas de banderas republicanas e independentistas y
cosas así.
Pero
derogar la Reforma laboral de Rajoy es una cuestión de hecho, no de ideología.
Quizás a efectos propagandísticos se hagan planes a largo plazo para eliminar
la precariedad, análogos a los que se hacen para mejorar el calentamiento
global.
De
todo ello se desprende que la situación apenas ha cambiado salvo que el capital
y los medios de comunicación que de él dependen, hagan prodigios de maquillaje.
Se puede intentar que los empleos
temporales se mantengan como interinos pero en el nivel del “mileurismo”.
Un
asunto pendiente en este orden de cosas es la economía sumergida y las cifras
fraudulentas del paro.
Nadie
se cree que España tenga el doble de paro que Portugal, se mire por donde se
mire.
Tampoco
admite explicación como la gente vive muy bien de “plantar maría” y de defraudar
a las Eléctricas.
La
mitad del paro estimado está formado por gente que vive bien o relativamente
bien en la economía sumergida y que ni por asomo desearían salir de ella.
Aunque
hasta después del 26 de mayo nadie descubrirá sus cartas. Hay tres líneas rojas
que Sánchez no traspasará: No reducirá la economía sumergida que da de comer a
mucha gente, no convertirá los contratos temporales en indefinidos, no admitirá
la independencia de Cataluña.
Lo
que si hará, es cambios de fachada y filigranas de titiritero.
Tal
vez se podría convertir el país en una república bolivariana en el que todos
tuvieran un empleo fijo y mal pagado siempre que se atreviera a salir de la
economía de mercado.
Eso
un socialdemócrata como Sánchez no lo hará ni en sueños.
En
cuanto a los valores morales inscritos en los programas son responsabilidad de
los votantes. Su incumplimiento ha sido la causa de la fragmentación de la
Derecha. Unos, porque querían más “apertura”, otros querían menos.
Un
programa electoral refleja los valores de quienes lo votan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario