domingo, 3 de noviembre de 2019

Matrimonio “tradicional” y Matrimonio cristiano

Artículo publicado en el periódico Ideal, noviembre de 2019

La expresión “matrimonio tradicional” ha llegado a significar una forma de relaciones conyugales que antiguamente era normales. Se caracterizaba por la unión de un hombre y una mujer para toda la vida y abierto a la fecundidad.
Esta forma arcaica de matrimonio se daba-y aun se da- entre católicos más bien conservadores y que no han sabido adaptarse a las nuevas formas evolucionadas de convivencia.
El progreso moderno y las distintas crisis laborales y sociales que conlleva hace, naturalmente, que los padres apenas puedan ver a sus hijos ni verse entre ellos, pues los horarios laborales suelen coincidir de modo que las personas estén en el hogar sólo para dormir y eso, según y como.
Por las mismas razones, la gente se casa tarde y los hijos o no se tienen o se tienen tarde.
 La formación de los hijos se delega en los colegios y guarderías. Este hecho favorece la emancipación de los hijos que llegan a serlo más del Estado o de la sociedad civil que de sus padres. Es un fruto de la educación por la que abogaba Platón y que practicó Ceaucescu en Rumanía
La libertad y las opciones que conlleva  son lo más importante, por eso una de las disciplinas troncales se refiere al género que los niños deben elegir tempranamente según sus gustos naturales.
     Así pocas de las antiguas familias se sientan a la mesa con sus hijos, dando gracias a Dios por estos alimentos porque los padres a esa hora se están comiendo un bocadillo de calamares en el bar cercano a sus lugares de trabajo.
La contaminación ideológica ambiental ha difundido la idea de que la familia tradicional que fue el modelo cristiano por antonomasia, no tiene lugar en  esta época de cambios constantes en donde cambiar es tan gustoso que vale la pena cambiar a cualquier cosa porque cambiar es la esencia de la democracia.
Por eso es necesario aclarar en que consiste la familia tradicional y en qué consiste la familia cristiana.
Afortunadamente quedan en nuestro tiempo grandes reservas de familias tradicionales, especialmente en África, Oriente Medio y Asia.
Como todo tiene su historia es bueno saber que lo más tradicional en materia de familia es la ley del más fuerte como puede observarse primero, entre lobos, ciervos y carneros. El macho que es capaz de vencer a sus rivales en tal noble lucha se queda con las hembras más atractivas y de paso convierte a los derrotados en sus criados.
En los hombres primitivos no fue muy distinto porque las relaciones sexuales se formalizaban a pedradas por los riscos cercanos a las poblaciones.
Estas costumbres que algunos hoy por ignorancia histórica, llaman violencia de género, dejaron paso a versiones más humanizadas de familia.
Las niñas siempre fueron mal vistas porque no podían ser sabios ni guerreros, modelo de nobleza según se creía. Esta mentalidad llevó al infanticidio de las niñas por sistema, como se suele aún practicar, hoy en China,lo que ha producido un exceso de varones.
Esto es muy  tradicional. Todavía en el presente hay restos de poliandria  en África y en el Tíbet pues, como es lógico, la reproducción se realizaba con varios maridos.
La presunta fragilidad de la mujer hizo llegar en el avance histórico progresivo a formas más humanizadas: Muy frecuentes en los países islámicos. Poder tener cuatro mujeres legítimas y todas las concubinas que se puedan mantener es un cierto modo de Seguridad Social para las mujeres. Recogidas en el harén, no tienen que ir por la calle.
Hasta que, de pronto -en esas culturas tradicionales, aparece Jesús de Nazaret y declara el matrimonio entre hombre y mujer para toda la vida y estableciendo la igual dignidad de ella y de él.
Declara nulos los matrimonios forzados, prohíbe el divorcio y el aborto, creando un tipo de matrimonio revolucionario rompedor de todas las tradiciones anteriores.
Los cristianos consideraban su matrimonio como una alianza eterna como la de Dios con su pueblo, como las del amor joven que se narra en el Cantar de los Cantares, un poema epitalámico único en la Biblia.
Ese matrimonio revolucionario y que exige agallas por ambas partes tiene como finalidad inmediata el amor mutuo y la formación de los hijos en ese amor. Se las ven y se las desean para conciliar trabajo y familia.
Lo más grande es que la cultura de los países desarrollados quiere volver al sistema tradicional basado en la fuerza y que en muchos casos es la violencia de las mujeres y contra las mujeres y contra los hijos con la natural reacción de los hijos contra sus padres.
Las relaciones sociales van progresivamente derivando hacia la violencia y se va extendiendo la presunción de inocencia para los violentos: si queman, envenenan o linchan “por algo será”.
El matrimonio cristiano es una autodonación en las dos direcciones y esa entrega es el modelo en el que los hijos aprenden lo que es la verdadera familia.
Somos libres para muchas cosas,  algunas muy destructivas pero el fin final de la libertad es el amor.
Esa idea del amor como entrega y servicio al otro u otra es lo más contrario a la ley del más fuerte, la terrible legislación que fuerza el matrimonio de las niñas, que las arroja por el Taigeto y que las considera propiedades del varón como la casa o los bueyes.
Lejos de nosotros, esas tradiciones.


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