jueves, 12 de agosto de 2021

Igualando memorias

 Artículo publicado pro el periódico Ideal, agosto 2021


En este país nos cuesta contar los muertos. Unas veces nos pasamos por arriba y otras nos quedamos cortos.



En nuestra guerra civil, la cifra de un millón de muertos se convirtió en una especie de lápida legitimadora del presente, a pesar de las carnicerías del pasado.

Ahora mismo se regatean los muertos por la pandemia. No sabemos los que son, pero sí sabemos hasta con cifras decimales que el Presidente ha conseguido salvar 450.000 vidas en el último mes.

Claro que no es el mismo contexto. Ahora tenemos leyes y jueces y entonces, todo era uno.

La mejor investigación que conozco sobre nuestra guerra civil es la de Hugh Thomas, tanto en documentación como en imparcialidad. Por mucho que se estire la cifra, no llegamos ni de cerca al millón de muertos, salvo que, por muertos, sumemos a los exilados y presos.

Así y todo, en los frentes de batalla hubo unos 250.000 muertos, sumando los de ambos bandos. En la retaguardia, 50.000 en sacas, paseíllos, etc., casi igual en las dos zonas. Después de 1939 había en las cárceles y campos de concentración 250.000 y desde la Capitulación del Ejército republicano, 500.000 exilados, principalmente en Francia, Méjico, Rusia e Hispanoamérica. Así salen las cuentas del millón de muertos.

Es difícil asegurar que todos los muertos son iguales, aunque lo parecen. No son demasiado iguales puesto que a unos se les rinde homenaje y a esos mismos se les vilipendia.

¿Quién da certificados de heroicidad? ¿Quién da certificados de villanía? ¿Quién no modifica su opinión después de 84 años?

Hay dos oficinas donde se expiden esos certificados: la de la Historia que investigan los historiadores y la de los Gobiernos que en cada período utilizan las cifras para demostrar lo malos que son los otros.



Desde el primer día, milicias hubo en ambos bandos, extranjeros, a miles en las dos partes, y aviones alemanes y rusos que sumados equivaldrían al potencial de varias Españas.

La guerra se alargó mucho, pero los proyectos del Dr. Negrín era alargarla unos meses más para hacerla coincidir con la II Guerra Mundial. Si por un lado se alargó por estrategia política, por el otro, se hizo lo mismo por lo mismo.

Napoleón es una gloria de Francia, Pétain lo fue en 1918 y se convirtió en “traidor” en 1945. “Sic transit gloria mundi”.

Concluyamos,  ¿todos fueron iguales?

Pienso que utilizar los muertos para la propia gloria personal es rastrero porque los muertos son nuestros padres y madres -por guerra o por pandemia- pero cuando se emplean esos métodos, se muestra la debilidad del responsable.

En nuestra guerra civil, se condensó la furia contenida de las dos Españas, desde bastante antes del siglo XIX y la transición y retorno al constitucionalismo es un mérito impagable de quienes lo hicieron posible.

Sería de buen gusto -por decirlo así- respetar la Constitución, de hecho y de intención, puesto que sentó las bases para evitar cualquier tentación de retroceso que eso sí, sería una ofensa a tanta víctima.



No tiene sentido que el Gobierno entable batalla con todos los tribunales a todos los niveles. No tiene sentido que sea Euskadi que reclame un mando único para el control de la pandemia.

A no ser que se quiera desestabilizar el país como lo hicieron todos los revolucionarios que en la tierra han sido.

Un botón de muestra: Carlos Marx en la “Gaceta Renana” de la que fue coeditor, se apoyó en los católicos renanos contra el gobierno prusiano. No le salió bien la estratagema porque la gente no siempre es tan tonta.