domingo, 23 de enero de 2022

SITIADOS O SITIADORES

 Artículo publicado en el periódico Ideal, enero 2022




Las revueltas interiores en Bielorrusia, la guerra abierta en la llamada

República del Donetz frente a Kiev, las amenazas a los países bálticos y

Polonia, las migraciones provocadas para soliviantar las fronteras y ahora el

estallido en las principales ciudades kazakas y el envío de aviones y tanques

en ayuda del gobierno kazako, obligan a un examen de una situación

geopolítica en plena ebullición.

Algún comentarista ha creído que la revuelta en Asia Central es un regalo para

Putin pero más bien que un regalo, es un regalo envenenado.

Por lo menos se ha creado un nuevo frente que obliga a Rusia a dividir su

atención militar entre Ucrania y el Asia Central.

A esos dos frentes, se añade la tensión en todas sus fronteras que son en

realidad fronteras con la NATO.

El problema kazako es bastante complicado, aunque ha tenido como

detonador, la subida del precio de los carburantes.

Debajo de esa razón, por otra parte común a todos los países, está la labor

sorda de la inteligencia americana a través de fundaciones y una universidad

que funciona hace años.

Las revueltas simultáneas-similares a las que se dieron en Minsk- pueden ser

debidas a dos concausas combinadas: la indignación por la subida de precios y

su instrumentalización por los gobiernos bielorruso y kazako según el método

de la “falsa bandera” que empleó brillantemente Endorgan en Turquía para

promover un levantamiento y así decapitar a la oposición.



Este procedimiento de dirigir a distancia revueltas internas, provocó un cambio

de régimen en Ucrania, justificando que Rusia recuperase Crimea y los pueblos

pro-rusos del Donetz.

La tesis rusa manifiesta su inquietud porque sus fronteras desde Lituania a

Turquía están sembradas de bases militares de la NATO. Estados Unidos no

permitiría algo parecido en sus fronteras.

Este argumento subraya la debilidad de la posición de Putin porque contrasta

dos situaciones muy dispares.

Rusia no está en condiciones ni remotas de rodear a Norteamérica ni de bases

ni de misiles. Ya se comprobó en 1962 en la crisis cubana. Por ello advierte de

la posibilidad de desplazar tropas rusas a Cuba y a Venezuela.

Es un planteamiento maximalista y aparatoso, pero sólo en el papel. No está

Rusia en condiciones de cumplir amenazas de tanta envergadura que

parecerían próximas a una gran guerra.

Cierto que la ocupación de Crimea no ha encontrado ninguna respuesta de la

NATO. Este ponerse de perfil, ha permitido a los rusos iniciar agresiones

cibernéticas y migratorias en Lituania y Polonia e incrementar sus efectivos

militares en Ucrania. A ello sumemos las revueltas en Bulgaria que repiten el

modelo de Kazajistán.

También tiene en su mano el cortar el suministro de gas a Europa lo que sería

una sanción económica contra sí misma.

Por eso da la impresión de que contemplamos una guerra psicológica de farol

en farol.



Según las fuentes georgianas, polacas y húngaras se describe el sentimiento

de pavor ante la amenaza rusa mientras que Putin se queja de lo mismo.

La solución a este jeroglífico depende de la habilidad de ambas partes que les

permita negociar desde posiciones de fuerza sin traspasar la línea roja de una

hipotética guerra.

Es como un combate de boxeo amañado: los contendientes se están tocando

las narices, pero saben que ninguno quedará “nocaut”.

sábado, 15 de enero de 2022

¿Qué es decadencia?

 Artículo publicado en le periódico Ideal en Enero de 2022


Hoy se habla mucho de bienestar y poco de decadencia. Son dos conceptos que se condicionan mutuamente. Decimos, por ejemplo, que la Unión Soviética colapsó tanto económica como socialmente y entró en decadencia. Sin embargo, esa decadencia alimentó la independencia y el auge de aquellos países y nacionalidades que formaban aquel imponente imperio.

Georgia, Ucrania Bielorrusia, las repúblicas de Asia Central, han saboreado la independencia.

Como ocurrió en la época del califato de Córdoba, cuando el poder central se debilitó, los jefes de las guarniciones militares se constituyeron en taifas independientes. No gozaban del esplendor del califato y por eso suelen considerárseles “decadentes”.

Rusia, ahora mismo, se siente asediada por países que tradicionalmente se han sentido y han sido asediadas por ella: Polonia, Países bálticos, Ucrania y países caucásicos.



Desde la II Guerra mundial, los países occidentales han creído que el poder económico y militar de los Estados Unidos era casi infinito y como se demostró enseguida el del Imperio Soviético también.

Después de la guerra fría sólo es incontestable el potencial americano y la emergencia de China.

¿Estamos todos los demás en decadencia? O ¿qué es decadencia?

El factor esencial de la decadencia es el miedo a perder el propio estatus. Esta es la razón de la capitulación de Francia ante los alemanes. En esa ocasión la decadencia de Francia contrastó con la actitud de Inglaterra, dispuesta a luchar hasta el final.

Rusia mueve ficha e invade Crimea-su salida al mar- y estimula el independentismo de la llamada República del Donetz, muy industrializada.

Simultáneamente los Estados Unidos abandonan Afganistán y ese vacío lo ocupa, Rusia y el islamismo.

Parece claro que Putin no tiene miedo y China tampoco. La pregunta que toca hacerse a Europa es si está en condiciones de defender su estilo, sus libertades y su nivel de vida.

Las exigencias del globalismo han empequeñecido a Europa de la que somos un apéndice cuyo valor esencial para Occidente es el estratégico.

Cuando las civilizaciones atardecen, suelen dar de sí renacimientos culturales y espirituales como fue la Edad de Oro o la generación del 98.

No parece detectarse un fresco espíritu que rejuvenezca a Occidente.

España no está en decadencia sino lo siguiente.

Nuestra existencia como país depende directamente, no de nosotros mismos, sino de la UE, la NATO, los pactos con los americanos, de las grandes cantidades de sol y playa y de la benevolencia de la pandemia.

Desde la muerte de Felipe II escriben cronistas e historiadores su sentimiento por la decadencia española.





Puede parecer inapropiado, en el principio del nuevo año, dejar aflorar estos sentimientos, pero el saber ver nuestra situación en el mundo es lúcido más que inapropiado.

Medir la profundidad de nuestra pobreza espiritual debe ser un revulsivo para revolver aquellos virus que están en la raíz de nuestra decadencia:

El descenso demográfico fruto del individualismo y del miedo ante la vida.

La legislación educativa pensada para convertir la juventud en un rebaño sin pensamiento.

La autocomplacencia con nuestra dependencia que lleva a vivir de la sopa boba de Europa y de la beneficencia del BCE.

Los monopolios gigantes, las multinacionales nos llevan de la mano y con la vara como los pedagogos antiguos.

Las naciones se han convertido en correas de transmisión de instancias superiores.

La decadencia está en no tener sustancia, en no ser lo que somos sino lo que otros dicen que somos.

¿Podemos recuperar nuestras raíces?

 

Historia sin adjetivos

 Artículo publicado en diciembre de 2021 en el periódico Ideal




La memoria histórica no debe ser un escaneo del pasado porque obviamente, ningún scanner lleva una aplicación de la máquina del tiempo. Por eso, el relato del pasado, oficio difícil de los historiadores es una reconstrucción de los hechos pasados tanto más difícil cuanto más lejano y tanto más comprometido cuanto más próximo. En ocasiones surge la tentación de tirar la toalla y apostar por lo imposible con el riesgo de caer en la ficción.

Las fuentes en las que se apoya la ciencia histórica son, principalmente, documentos y restos arqueológicos.

Los documentos pertenecen a autores remotos, escritores que tomaron parte en los acontecimientos o que de algún modo estuvieron influidos por ellos.

La labor del historiador es la de realizar una especie de careo o juicio contradictorio del que se espera que aparezcan los hechos desnudos, al margen de las opiniones. Este sería el ideal de una interpretación positivista de la historia.

Parece un ideal, pero no es tan fácil porque es preciso establecer previamente qué es un hecho y en consecuencia asegurar un concepto de los hechos históricos.

En general los lectores suelen creer que el relato se reduce a una propaganda a dos bandas.



Reducir la historia a mera propaganda es ya, propaganda porque en la medida en que hay ciencia las hipótesis deben confirmarse con pruebas científicas fehacientes como ocurre en física.

La arqueología actual que goza de un instrumental tecnológico de quinta generación facilita la cercanía a los hechos en cuanto hechos.

Podemos saber, por ejemplo, el número de habitantes que vivían en Jerusalén en la época de Jesús: en torno a 30.000 que se doblaban en la Pascua como leemos en el exégeta Jeremías. La arqueología estudia los restos de asentamientos, de cultivos, de depósitos de almacenamiento de víveres o espacios para la guarda del ganado.

En tiempos más próximos, las crónicas y los historiadores que las manejaron, nos dan una argumentación verosímil que acaba consolidándose en los manuales.

Luego vienen las interpretaciones y valoraciones en los que es muy difícil sustraerse a los contextos en los que escribe el historiador y de su ideología.

¿Quién ganó la batalla de Belchite, en nuestra guerra civil? También se polemiza si la batalla por Madrid fue un error de estrategia o riesgo calculado.

En cuanto entramos a considerar las causas ya nos acercamos a la “filosofía”, pues esto depende de la perspectiva ideológica desde la que se juzgue.

Así los ilustrados coinciden en considerar a Carlos III como un gran rey, pero no era así para los jesuitas ni tampoco para los amotinados contra Esquilache, poco afectos a la higiene y a la luz de las farolas.

Por todas estas razones y muchas más sería aconsejable despojar a los relatos históricos de adjetivos y adverbios, de juicios temerarios sobre buenos y malos. Sobre las intenciones no se puede hacer historia y las causas generales son siempre el juicio de los vencedores sobre los vencidos.



El historiador no puede ser juez y parte. Por eso los Juicios de Nuremberg no debieron proceder porque, películas aparte, las masacres y bombardeos masivos sobre la población civil fueron compartidos.

Las guerras a partir de la I Guerra Mundial son guerras de exterminio tan salvajes como las luchas tribales en África. Hablar de justicia en estas condiciones es escandaloso.

¿Ocurrió el holocausto? Sin duda. Israel, desde la Torah, hace bien en vengarse. Los cristianos desde el Evangelio, tenemos otra vara de medir.