Artículo publicado por el periódico Ideal en junio 2022
“Normal” puede
significar muchas cosas, además de ser un concepto estadístico.
Una normalidad
estadística puede variar tanto como la dirección del viento. Por ejemplo, saber
el número de pobres que hay en España depende de las estadísticas, de las
oficiales o de las privadas, de las nacionales y las de los grandes organismos
internacionales. El consumo de combustible o de energía eléctrica, quizá sean
más fiables. Pobres, de todos modos, “haylos”.
Cuando hablamos de
un candidato “normal”, atendemos a la percepción de normalidad del hombre medio
de la calle.
No sería percibido
como normal, un candidato vestido en plan halloween o una reina del Carnaval o
un productor-vendedor-camello exportador de “maría” que casi con toda seguridad
figura en la estadística como pobre e insolvente.
Normal es un tipo
que no extraña a nadie ni miente más que habla.
Un candidato normal
no se cree como el más guapo y ejerce como tal.
Tampoco es normal
Boris Johnson, que ha hecho las cosas más estrafalarias del mundo y que hemos
visto su modus operandi por TV. Algunos le votarían, precisamente por ser
estrafalario por aquello de que la “libertad nos hace verdaderos”.
Tampoco me parecería
normal el candidato Putin, simplemente porque da miedo.
Un detalle que
puede herir alguna sensibilidad es un candidato que habitualmente va muy
trajeado y si es candidata, cambia de vestido y gafas cada día. En cuanto los
representantes de los vulnerables alcanzan el poder, salta lo raro que resulta
ir a la última moda.
Un candidato normal
no se rodea de “íntimos” en sus “festorros” porque la distinción entre
ciudadanos “íntimos” y menos “íntimos” ofende al ciudadano normal.
Un general, no suele
ser un candidato normal y sobre todo si viene de la izquierda. Si viene por la
derecha, trae malos recuerdos.
Una persona
vociferante o que se entromete en la vida privada del adversario o que insulta
o calumnia no es una persona honrada y por lo mismo no es un candidato normal a
mi modo de ver.
De ordinario, no siempre es posible tener el candidato que uno querría para su país o Comunidad. Entonces es conveniente buscar alguien que se aproxime a la normalidad.
Una persona muy
técnica y especializada, puede ser un buen ministro, pero no es un candidato
normal porque la política es un arte de dar confianza, adquirir voluntades,
persuadir, consensuar, etc.
Un investigador de
fama como Menéndez Pidal, para mí no sería un candidato normal. Los
investigadores y “super” científicos que buscan la exacta verdad, son
dogmáticos e históricamente nos llevaron a malos encuentros.
Los intelectuales
que lo son de verdad, raramente dan juego en política, unos por ser blandos,
otros por ser duros y en general, por no estar en la calle con la gente.
Un candidato normal
puede equivocarse, pero si lo hace sistemáticamente, si vacila de error en
error como si no tuviera criterio, no sería bueno para el país.
Personalmente aprecié la normalidad de Kennedy, de Tony Blair y la Merkel en sus mejores tiempos.
La polarización de
la política y la fragmentación de los partidos complican mucho las cosas. Así,
Macron que en principio pasaría por normal no tiene más personalidad que la del
mal menor frente a Le Pen.
No es tan fácil la
cuestión de elegir al candidato “normal”. Me conformaría con que fuera de
normalito para arriba.