(Artículo publicado en el periódico Ideal de Granada, 26 de octubre de 2012)
"Los estimulantes
químicos, alcohol o drogas, hacen efecto penetrando en el cerebro, sea de
hombres o de animales. Es evidente que no son específicos de los seres humanos.
Un café o dos, despejan la mente, estabilizando el cerebro, haciendo más fácil
que las ideas brillen mejor, siempre que se tengan. La serotonina hace efecto
de colchón frente a los desequilibrios del exterior o del interior, que pueden
desconcertarnos, y actúan igual más o
menos, para pulpos y moscas que para nosotros los seres humanos, animales con
la autoestima vacilante, precisamente porque somos inteligentes (más o menos)
Es
cierto que a un pulpo no se le ocurre irse al supermercado y compararse una
botella de coñac, porque se mueve en un mundo más fácil que el nuestro donde el
IPC, el IVA y el Euribor son como torpedos en la línea de flotación de las
personas.
La
expresión “la religión es el opio del pueblo”, era significativa en los tiempos
de la guerra del opio donde los británicos
en nombre del libre mercado se
dieron un buen tute vendiendo opio a los chinos. Cosa admirable engañar a un
chino con su propia droga.
Ahora ,
con el avance tecnológico, los productos derivados del opio se han depurado y
sofisticado incrementando su impacto en las neuronas, dando, en el mejor de los
casos, pan para hoy y hambre total para mañana.
Los
seres humanos rendimos más y mejor, intelectual o materialmente, cuando tenemos
las cosas claras. El humano necesita
orientarse en el mundo del tiempo, tener el pasado, el futuro, bien cimentado,
para poder trabajar a tope en el presente. Aquellos tiempos en los que se
consideraba al clero y las monjas, parásitos de la sociedad trabajadora, eran
tiempos de ignorancia, en los que se pensaba que fortalecer el espíritu, era
holganza indecente, un insulto para los que apenas podían comer trabajando de
sol a sol.
Ahora,
antes de la crisis, la clase trabajadora descubrió la holganza, los placeres de
la vida, la propiedad privada, los viajes a Tailandia, y los cruceros de lujo
por el Báltico. También se trabajaba, hablo en general, pero menos de lo que se
disfrutaba. Ante este panorama que Marcuse esbozó en “Eros y Civilización”,
algunos descubrieron que se podía alcanzar un “alto standing”, sin trabajar
nada o haciendo “como si” se trabajase. En consecuencia, descendieron las
vocaciones religiosas y sacerdotales, porque el “opio del pueblo” no se podía
comparar con el proyecto de placer y bienestar a tope, considerado como un
derecho inalienable de la especie humana. A donde va a comparar el rigor del
claustro con la comuna florida en las laderas nepalís del Himalaya.
Ahora
se dan cuenta, los que no lo sabían, que
el trabajo es la fuente original de la producción y que ésta es el fundamento
de la riqueza de un país. La primera necesidad es trabajar, el problema de la
distribución de la riqueza se plantea cuando hay riqueza. Lo inverosímil de
entrada es poner el carro antes que los bueyes y partir del dogma de que todos
tenemos derecho a todo y que eso de trabajar, cuanto menos mejor.
Se
trabaja con ilusión cuando está uno orientado en el mundo: no tiene miedo al
pasado ni al futuro, pero los tiene en cuenta, el pasado para rectificar, el
futuro, para esperar. Cuando estos miedos se superan, entonces hacen falta
ideas, que surgen si una formación cultural las hace posibles y si una buena
educación moral permite comprobar que la fuerza se adquiere, entrenando.
En
consecuencia, el “todo vale”, “todo es mentira”, “yo no soy tonto”, “la
solidaridad consiste en fomentar la opinión socarrona de “dame pan y dime tonto
y además te voto”, expresiones que se consideran propias de un hombre que tiene
los pies en el suelo, desplazan a otras como “los puestos de trabajo los crea
la competencia del que los demanda”, “El hombre que pudiendo, no trabaja, es
indigno de ese nombre”, “los puestos de trabajo mejores, son los que se crea
uno”. Podríamos seguir el crecimiento real del IPC, es fruto del trabajo, libre
en los países libres, forzado en los que no respetan los Derechos Humanos, que
son bastantes.
La
energía propia del hombre y la mujer está en creer, no para anticipar el
descanso eterno sino para adelantar la vida eterna. ¿Y cómo se yo que hay vida
eterna? ¿Cómo se que Dios existe?
Si
quieres tener energía limpia y no contaminante, es preciso percatarse de que es
contradictorio tener fe y querer verificar o contrastar. Si tocas aquello en
que crees, anulas la fe y la energía que desencadena. El que toca y prueba,
descansa, está lleno y satisfecho en lo que toca. No hay problema. El problema
aparece cuando no hay garantías y uno se fía, simplemente. Se trabaja a fondo
perdido, lo que no quiere decir gratis, sabiendo que, aunque no lo vea, en Dios
está todo ya resuelto de antemano. Es un
juego, éste de la fe, en el que has ganada ya la partida, pero tienes que
comportarte como si n fuera así.
Los
humanos somos una especie que necesita la fe para razonar y mover el cuerpo
para luchar por realizar los proyectos. La razón no permite concretar el
futuro; afortunadamente, la fe, lo promete pero sin detalles, para que la
construcción del edificio no se detenga en poseer lo que aun no se ha
construido."