domingo, 18 de diciembre de 2016

Europa a la expectativa

Artículo publicado por el periódico Ideal de Granada el 18 de diciembre de 2016

La dimisión de Renzi en Italia y la polarización en Austria entre los dos partidos extremos, abre expectativas de cambios profundos en la geopolítica europea.
El tablero geopolítico de Europa y por extensión, del mundo entero está intentando sobreponerse a una serie de cambios sustanciales.    Hacen pensar en un nuevo panorama lleno de incertidumbres
La información se define en razón inversa a la incertidumbre, por lo que, al día de hoy, hay que aceptar que estamos-globalmente- mal informados. No sucede que nos oculten información sino que no existe. Nadie sabe lo que está pasando.
Es fácil hacer análisis  “a toro pasado”, lo duro es capturar el problema cuando el toro se nos echa encima.
Todo empezó el 11 S, fecha muy convencional porque atentados salvajes de cientos de muertos, ocurrieron antes y por los mismos motivos. Si hasta entonces, los atentados se habían contemplado como hechos puntuales que había que tratar puntualmente, a partir de la caída de las Torres Gemelas y de la intrusión en el mismo Pentágono, se tomó conciencia de que estamos ante un problema global que precisaría respuestas globales.
El esquema es sencillo. Tras la muerte de Bin Laden, los islamistas radicales se radicalizan aun más. Los americanos y los saudíes, salafistas y sunitas, se lanzan a una incursión en Siria para derrocar a Bashar Al-Asad. En otro frente, los Estados Unidos y lo que queda del Ejército iraquí, marchan a la destrucción del Estado Islámico que tomó el relevo de Al-Quaeda, en la vanguardia del movimiento
islamista.
Se apuesta por el islamismo moderado y por la desaparición de los estados laicos. Caen los dictadores y empieza el caos.
La “primavera árabe” se lleva consigo la estabilidad en Oriente Medio y la envergadura y salvajismo de la guerra, no sólo en Siria sino en Sudán, Nigeria y Somalia, promueve un flujo de migraciones que invaden Europa.
Las migraciones, considerando su existencia desde el Sudeste africano, hace miles de años, es una propiedad sustancial al Homo sapiens. No son debidas a impulsos momentáneos sino a situaciones límites que se apuntan en el Apocalipsis de San Juan: el hambre, la peste, la guerra, la muerte y el atractivo lujo de los mercaderes.
 La respuesta de Occidente, viene en cadena y sin previo aviso: Contra  toda previsión, Trump es elegido, Inglaterra sale de la Unión Europea. Los estados que forman la Unión, cierran sus fronteras y los partidos llamados populistas van ganando elecciones.
Toda esta dinámica se da en medio de una crisis económica en la que parece obvio que no se puede vivir el bienestar a base de la deuda. Un bienestar de burbujas que, cuando se “pincha”, incrementa el paro, las migraciones, las translocaciones. En Italia y en Austria, cabe una revolución populista y euroescéptica. La economía está estancada y los repuntes son posibles por una política laboral de submileuristas. Ganar mil euros ya es un “pelotazo”.
Se pueden hacer muchas lecturas. Quizás hemos caído del sueño utópico de la prosperidad sin límites, a la realidad de la vida donde ganar para vivir cuesta un esfuerzo no pequeño.
España inmersa en ese encierro sin vallas que asola Europa, sigue siendo diferente. Sorprende que aquí el único populismo, sea de izquierdas en una forma muy española de anarco-comunismo. Después de muchos años acusando  al PP de extrema derecha, la verdad parece más bien una derecha
floja y navegante. Rajoy, caballero de la mano en el pecho a la gallega, podría ganar el Premio Nobel del cuajo y de la supervivencia a todos los cordones sanitarios que le pusieron.
A todo esto Urkullu dice que en un mundo globalizado “la independencia no tiene sentido”. Una expresión de largo alcance.
Aquí la auténtica ultraderecha, fascista o religiosa no consigue ni un diputado, a pesar de que su alimento es el incumplimiento por el PP, de todo su programa. Como Tsipras en Grecia, los líderes se ven desbordados por el plato de lentejas. ¡Qué duro es caer del plato de langostinos a las lentejas!
Si Trump y Putin se entienden, Europa regresa a sus “esencias”,  a las tradicionales raíces premodernas. La previsible victoria de Dillon en las próximas presidenciales francesas es un marcador de los nuevos tiempos. También lo fue cuando el Presidente Holland  sin vergüenza y sin pudor, laico, socialista y tal vez masón, da su pésame personalmente al Papa Francisco con motivo del degüello del P. Jacques en Bretaña. Y lo mejor es su comentario: “Ningún trabajador aguanta hasta los 84 años sin más exigencias”.
De todo esto, se deducen cosas muy positivas. La guerra en Siria se acaba sobre todo gracias a los rusos. El Estado Islámico va a desaparecer pronto y el flujo de población a Europa disminuirá. La carrera armamentística se reduce.
Me conformaría con que, como dice la Constitución y las Naciones Unidas, los padres pudieran escoger el tipo de  educación que quieren para sus hijos y que aflore la economía sumergida para salvar las cuentas del Estado.
Y si no es mucho pedir, que se robe menos.

domingo, 13 de noviembre de 2016

El subconsciente americano



 Artículo publicado por el periódico Ideal, el 11 de noviembre de 2016
En el último medio siglo, los acontecimientos nos han despertado del sueño ilustrado de que la Historia, se diseña, se planifica y se prevé según los ingenieros de la prospectiva.
Por el contrario, la  corriente histórica es un continuo,  salpicado de rupturas (o mutaciones imprevisibles) Cualquiera de ellas puede cambiar el rumbo de las cosas.
El “impresentable” Donald Trump ha ganado las elecciones americanas. No sólo era imprevisible sino que expertos, gurús y analistas habían dado por hecho lo contrario. Las encuestas, por supuesto, también.
¿Imprevisible del todo?
A la hora de prever el futuro, inclinación muy propia de la naturaleza humana desde la Prehistoria, hay que tener en cuenta   cultural, el medio socio-cultural de aquellos que analizan y prevén. Ese medio es el “políticamente correcto”. Por lo tanto, los analistas sólo se atreven a proponer  futuros agradables para sus mentores. Esto, no solamente por cautela o servilismo sino porque respirar el clima artificial de lo políticamente correcto, te lleva a creer, que es una verdad, la verdad absoluta puesto que en ella vives y existes.
Veamos algunos imprevistos: El derrumbe de la Unión soviética, el 11 S., la crisis económica, a partir del 2009, la actual migración masiva del Tercer Mundo hacia Europa, el “brexit” británico, y algunas otras rupturas de menos cuantía como la victoria de Zapatero.
El vuelco electoral de Trump, es un caso insólito en la memoria de las elecciones presidenciales norteamericanas y cabe aventurar algunas razones, bastante comprensibles.
En las “sociedades avanzadas” según el argot diseñado por los lingüistas de lo políticamente correcto, la sociedad se puede diseñar y dirigir “racionalmente”, al margen de la historia. Los ciudadanos son moldeados según las conveniencias del poder. No se cuenta con eso que se llamaba la naturaleza humana y que hoy podríamos denominar el subconsciente histórico de un pueblo, sus raíces.
Ese fondo profundo distingue entre hombres y mujeres, entre hombres y animales, entre hombres y máquinas, tiene una serie de claves importantes: familia, trabajo,  patria y la libertad.
Grandes palabras que nunca se realizan del todo pero que nunca, es posible olvidar del todo.
Ahí tenemos a Donald Trump, en su papel de “macho alfa”, comportándose como tal, apuntando al sustrato de lo femenino, por debajo de las exigencias de la buena educación. Ahí abajo, se gana el voto de las mujeres. Lo obvio es que las mujeres quieren ser tratadas como mujeres.
Es sorprendente. Si uno de nuestros políticos dijese que va a crear, por ejemplo, tres millones de empleos en un año, no lo creeríamos. Pero Trump, los va a crear, con fuertes inversiones en la industria automovilística, totalmente hundida en el “Middle West”, Detroit, Chicago. Resulta que la gente quiere trabajar, otra obviedad y no prolongar la miseria, con medidas socializadoras que yugulan la iniciativa creadora de empleo.
¿Y los Derechos civiles?. Todos daban por hecho que los afroaméricanos y los hispanos se arrojarían a favor de Clinton. Esta hipótesis desmentida por los hechos, olvida que esos sectores de población se dividen en dos estratos cada uno. Aquellos que tienen la nacionalidad americana y los que no la tienen. Los “afro” y los hispanos nacionalizados quieren estabilidad en la política de empleo. Más empleos y mucha movilidad. Los que no tienen papeles, no votan.
La crítica a la política de Obana-Clinton sobre la primavera árabe es de sentido común. ¿Cómo hacer entender a los americanos que exportar la democracia americana a países con una estructura tribal y feudal es la cuadratura del círculo?
Los dictadores en Oriente medio, no eran nada ilustrados y sensibles pero mantenían sistemas sociales y tolerancia religiosa. Cientos de miles de muertos, caos y el I.S. han sido las consecuencias.
La “barbaridad” propuesta por Trump de entenderse con Putin y hacer la pinza en Oriente Medio, demuestra que no se va por las ramas, no tiene prejuicios y sabe que Putin tiene experiencia de como frenar el islamismo en su propio país.
Mentalidad de frontera de “cow boy”, del americano de toda la vida. Probablemente con menos impuestos y por lo tanto con más estímulo  a la empresa.
 La defensa de la posesión de armas, está en la misma línea.
Es más fácil que haya menos guerras en el exterior, porque la tendencia es bastante aislacionista, lo que hace temblar a las bolsas europeas.
La Constitución norteamericana,  aguanta lo que le echen, porque tiene como fundamento el estímulo a la libertad y a la iniciativa. Si el control del Congreso está también en manos de los republicanos, el poder de Donald Trump puede ser muy grande.
Los populismos, otro término diseñado para camuflar el fascismo de unos y el comunismo de otros, es de dos clases: La derecha conservadora que domina hoy en casi toda Europa. El populismo de izquierdas cuya desembocadura natural es el comunismo que apenas sobrevive en algún país sudamericano y con muy difíciles perspectivas.

El populismo de Trump viene muy condicionado por las raíces del subconsciente americano, que además de valor y fortaleza, ha configurado una Constitución ejemplar que ha mantenido durante casi 250 años, la armonía entre libertad y seguridad.
Una restricción: Sólo vale para  ellos, para el “americano feo”.

viernes, 28 de octubre de 2016

La metafísica latente

 Artículo publicado en el periódico Ideal, octubre de 2016

La metafísica en estado latente, siempre intenta romper la cáscara de la superficialidad.
El postureo o el hacer “como si”, los guiños a la audiencia presente, son el eje de la balanza de precio/coste” o de “sí/no”, en la economía de mercado, es una forma gestual de la sofística que viene ya registrada desde Aristóteles.
La metafísica es la cosa más seria del mundo, dicen, da miedo, huele a naftalina, crisantemos marchitos y a la carne asada de los crematorios. Un violín, sacraliza el momento y provoca una lágrima.
Creo, a pesar de los pesares, que el pensamiento metafísico es de índole genética. La prueba la tenemos en esas mareas de estudiantes y profesionales de difícil colocación, que se atreven a poner la etiqueta de “Podemos” en todos sus frascos.
Curiosa denominación para un partido que se generó en las barricadas-como si lo fueran- y desembocó en una madeja de difícil desenredo.
“Podemos” es una expresión metafísica y sobre todo teológica. Nos remite nada menos que al Evangelio y a la metafísica de lo posible en Leibniz. Todo esto no se puede decir en román paladino porque las orientaciones de la política docente no dan mucho aire a la manía de pensar. Ni siquiera los intelectuales de izquierda saben muy bien si Kant escribió una “Crítica de la razón pura” o más bien una Ética. Será que no tienen ningún sexenio y no tienen tiempo de pensar con tanta burocracia y casillas de verificación.

Es horrible eso de “podemos”, porque tras la etiqueta hierve la conciencia del tiempo, el sentido de la posibilidad y el “puedo porque quiero”.
Tras “podemos” hay mucha matemática, mucha geometría curva y mucha ambición de que lo posible debe fraguarse en la mente e ipso facto, materializarse, ya.
Me alegra esta reactivación de la metafísica, aunque sea con otras emociones y pasiones.
El infinito mundo de los posibles es una verdad matemática que es muy anterior al mundo finito de lo fáctico que no es exactamente lo real. ¿Por qué va a tener más realidad la yerba que se seca y se quema en un día que el número pi que es eterno?

La posibilidad es la cosa más seria del mundo pero no la más funeraria. La vida es esencialmente posibilidad y como escribe Emilio Lledó, memoria.
Las posibilidades de cada cual, no se ven ni se tocan con los dedos con los que descortezamos los langostinos sino que se palpan en la memoria.
La memoria es una maravilla que ni siquiera desaparece cuando se pierde. En un caso extremo, quien pierde la memoria, no lo recuerda.
Ese creer que vendrá mañana, que mañana puedo hacer esto o lo otro, que mañana tal vez encuentre un trabajo indefinido, tiene la característica de la metafísica pura y dura.
Estas cosas son para tomárselas en serio, porque sólo en la ilusión por el mañana, puede brotar la alegría.
La alegría es la esencia del hombre, lo que nos advierte de lo difícil que es subirse a ese podio y lograr un “oro”. Creer que habrá mañana y trabajarlo anticipadamente en la memoria es crear literalmente algo de la nada, algo divino.
“Possumus” (podemos) surge en el Evangelio como un caso de prevaricación y tráfico de influencias en grado de tentativa. La respuesta de Jesús es la adecuada: “No sabéis lo que pedís”.
Este es el problema ¿Se sabe lo que se pide cuando se pide lo imposible?
Me parece bio-psíquicamente, sano que los jóvenes quieran lo imposible antes que lo posible porque en su adolescencia- prolongada por la reforma laboral, lo imposible es más gratificante que lo posible.
¿Por qué pedir lo imposible cuando lo posible es lo único que existe? Es imposible que una cosa sea a la vez y al mismo tiempo, lo que es y lo que no es. Pedir lo imposible es perder el tiempo.
El tiempo y la memoria del tiempo, es el don más precioso del que gozamos. Sólo los humanos, tenemos calendarios, relojes y agendas electrónicas, porque sólo nosotros sabemos que mañana puede venir, con bastante probabilidad, y hay que construirlo anticipadamente.
La dialéctica y su forma noble, la retórica, son tecnologías de la democracia. Se trata de convencer, no de vencer. El problema emerge cuando se da el caso de que te convencen de algo falso, de que la autopista que va a la Coruña, no va a la Coruña sino a los Balcanes.
Torrespacheco,
La diferencia entre una dictadura y una democracia, consiste en que  las democracias te dejan equivocarte, te dan libertad de decir la verdad o no. Las dictaduras, pocas veces te mienten porque el garrote y los bastos son la materialización del cetro.  Hay que elegir entre libertad o muerte. Es la libertad, la que debe administrar la seguridad.

La necesidad que tienen las formas democráticas de engañar es inmensa. La prueba esta en que nadie reconoce que engaña. Una demostración del prestigio de la verdad. El tema de la verdad es un capitulo central de la metafísica.
Todos estos conceptos, están en la calle, en las redes sociales, en las tertulias y en las discusiones familiares. Es la metafísica latente, inextinguible.




Lo que no se puede y además, es imposible

Artículo publicado por el periódico Ideal, octubre de 2016


Se puede ser materialista, entusiasmarse con la Naturaleza y amarrarse “a lo que hay”. El materialismo se presenta como progresista porque entiende el progreso como más de lo mismo. Más carbón, más acero, mejor distribución de lo que se toca y de lo que se ve.
El idealista prefiere apegarse a lo que no se ve ni se puede verificar. Los políticos y los negociantes aspiran a conseguir poder y dinero. En principio, son unos verdaderos pobres de espíritu, porque desde la nada de ser candidato o emprendedor que comienza, aspiran a satisfacer su ego y acumular bienes y dinero. Creen que pueden hacerlo y, contra la evidencia de su presente actual, que les señala como simples ganapanes, conceden el mayor valor a lo que no ven ni pueden tocar, por el momento.
Lo que no se puede, a la vez y al mismo tiempo, ser materialista y conservador de lo suyo e idealista y  ponerse a inventar el futuro. Es cierto que a nivel de dialéctica tertuliana se puede esto y mucho más. Lo que no se puede, es “hacer” eso que se dice. Lo contradictorio es imposible y lo imposible ni existe ni puede existir. Por lo menos de tejas abajo.

      Esta perorata en torno al sentido común viene a cuento de la llamada “ideología de género”.
Comprendo que alguien se sienta feliz con los animales, que les tome un afecto que no saben dar a las personas. Lo comprendo, porque cada uno administra su vida, según le permite su capacidad. Las Ciencias Naturales, la Biología y la Ecología son parientes cercanos.
Ahora, mantener el amor a la Naturaleza y al progreso científico y, al mismo tiempo, decidir que uno pertenece a la especie animal que le sugiera su libre opción, es algo superior al entendimiento de más alto nivel.
 Cabe, incluso, que haciendo “de todo el año un carnaval”, solicite entrar en la manada de cebras o en el ejército de las hormigas. Puedo querer y lo quiero, ser cómo decía Empédocles, que en otro tiempo fue: “muchacho y muchacha y pez mudo en el mar”.
Amar la Naturaleza y romper sus leyes más obvias, es una contradicción material, formal, real y lo que quepa en la clase de las contradicciones.
Si además se intenta dar una aureola científica a esa ideología, que más podemos pedir. Un regreso de la “cantante calva” y de “la loca de Chaillot”.
En la década de los sesenta empezó esta historia, introduciendo el tema en algunas universidades norteamericanas, luego vino el apoyo de la UNESCO y de todos los organismos especializados de naciones Unidas.
El paso siguiente fue la introducción en los textos infantiles de los conceptos básicos de “género”, “opción libre”, etc. Ya no digamos el adoctrinamiento de los pequeños que no distinguen “gustar” de “amar”,
De ahí pasamos a la formación de un lobby, cuya influencia pasa por todas las escalas sociales, especialmente las cercanas al poder y al dinero. Se trata de conseguir a medio plazo, que la “opción libre” sea de obligado cumplimiento. Una opción, unida a otras que propician la cultura de la muerte.
¿Cómo es posible que los científicos, que saben lo que vale un peine, hagan oídos sordos a esta ideología? ¿No está claro que los comportamientos que llevan a convertir la especie humana en una especie a extinguir, se miren con indiferencia o hasta con entusiasmo?
Decía Voltaire que  “la opinión pública es el motor de la historia”. Este aforismo que refleja el ambiente en los medios cercanos a la Enciclopedia, en los salones exquisitos de las “Madames” y en las antesalas de los reyes, tiene más fundamento en la sociedad mediática y digital en la que vivimos. Quien controla el satélite controla hasta el color de los calcetines,  de  “l'uomo qualunque”.
Lo más positivo de la “opción libre” es el respeto para los que no piensan lo mismo.  
No es fácil, con todo, conseguir superar la vocación de poder que tiene la ideología de género.
Un signo negativo de esta tendencia es que parecen convencidos de la verdad absoluta de su argumentario, lo que excluye a los disidentes del mundo de las artes, la ciencia y de la política. 

Los medios de comunicación especialmente la televisión son un exponente cotidiano de la “normalización” del género. No sólo en España pero sí con más intensidad en nuestro país.
La historia, gracias a Dios, es bastante imprevisible, lo que no quiere decir que no se deban prever, parcialmente, algunos acontecimientos. A la postre, el resultado siempre tiene un elemento de sorpresa.
La crisis económica, el “yihadismo”, la masiva inmigración desde el Tercer Mundo, nos advierte de que hay un nuevo giro, precisamente en la opinión pública occidental.
Hay algunas opciones: La reforma del modelo económico que sustituya-en la medida de los posible- los “minijobs”, una política de fomento de la familia y la natalidad, una discriminación positiva de las familias numerosas que son las que suministran cotizantes a la seguridad social, una educación que no se limite a destrezas y habilidades sino a formar personas, todo ello y muchas otras medidas similares, son las únicas que permitirían afrontar el desafío del futuro.

domingo, 12 de junio de 2016

La madurez en política

Artículo publicado por el periódico Ideal de Granada, 12 de junio de 2016

A finales del siglo XX y en lo que va de siglo XXI, en el mundo occidental se ha perdido la memoria. No lo digo en sentido figurado sino muy en serio.
Un alumno que se está doctorando en Michigan me dice “Aquí no interesa la historia”
Este es el punto de llegada de una larga narración de relatos y cuentos escritos por los vencedores.

La pérdida de memoria es en realidad un trueque de la memoria por el instante y este asunto nos lleva a campos truculentos de la psicología y la psiquiatría. Sin memoria, hay que vivir al día, al momento y las relaciones sociales que fundan su legitimidad en la historia. Los ancianos las cuentan a los niños y eso hace la familia, la tribu y el estado.
La vida a corto plazo, apurando el instante, supone una regresión del cerebro humano a cerebros menos evolucionados. Los chimpancés, los delfines, son los más listos con tres veces menos cerebro que nosotros.
Convertir la memoria en un instante prolongado es regresar a la adolescencia y en eso estamos. La mielina que envuelve las terminales nerviosas no está aun bien formada. No hay madurez biológica. Si el Sistema nervioso central aun no ha pasado la selectividad, podemos explicarnos los problemas de Occidente
   Alguien dijo entre nosotros que los políticos deberían tener menos de cuarenta años. Esta es la conclusión.
Tanto los pedagogos como los psicólogos, los que han tenido alguna experiencia en las aulas piensan que los niveles de comprensión son cada vez menores y que la tecnología no hace más que incrementar el retraso.
Debe unirse la prolongación de la adolescencia por lo menos hasta los treinta y cinco años. Papa Francisco la prolonga hasta los cuarenta.
Esto lleva a sugerir que los políticos que visten de adolescentes con camisas muy blancas, informales, coletas y mucho amor nos preparan un porvenir de inseguridad, inestabilidad e improvisación. Siempre bajo la común opinión de que “todo el mundo es bueno”, “todos somos iguales” y  cambiemos el modelo productivo y esto se arregla en un instante”. Una tesis que condena a los disidentes en retrasados mentales.

Son ideales muy bellos para contemplar estéticamente pero no, para trabajar. Un ideal imposible no tiene nada de ideal.
Si a esto añadimos que los jóvenes políticos son en buena parte hijos de un sistema educativo facilón, sin  exigencias y en donde era peligroso suspender, tenemos un perfil de político sin mucho crédito. No importa su titulación, doctores o graduados  superiores, ni si tienen dos o tres máster, porque esto no suele servir ni para encontrar un puesto de trabajo.
A las personas se les debe juzgar por lo que hacen o por lo que no hacen pero no sobre lo que aparentan. Este problema es desgraciadamente propio de los países desarrollados.
Numerosos grupos pertenecientes a las nuevas generaciones quieren el poder sin historia. La democracia asamblearia, por ejemplo, decide todo absolutamente, por un voto de mayoría. Nada de lo que se hizo antes debe prevalecer sobre la voluntad del pueblo que surge en un instante, de una mayoría simple. Un solo voto y lo blanco es legalmente, negro.
Todos no somos iguales y las personas, los políticos también se clasifican por el coeficiente intelectual y por el coeficiente moral. O sea, los hay más listos.
En una asamblea la libertad convive con el miedo porque como todo es posible y todo vale no caben límites que marquen la historia, la Constitución o la buena educación.
Cuando uno está enfermo, le interesa el mejor médico no el que tenga más votos.
Los jóvenes políticos van a tener que aprender a gobernar sobre la base del cambio total, más o menos lento, como si en estas cuatro décadas nos hubiera ido muy mal.  Cuando nos ha ido mal, les ha ido mal a todo el mundo y cuando se ha tratado de remontar hemos sido los primeros.
España es el país más atractivo para todo el mundo. Su mayor seguridad, sus tradiciones, su calidad de vida, la Seguridad social y la sanidad pública y más cosas.
Me tendrían que explicar eso del cambio porque no parece que sepan muchos a qué quieren cambiar.
¿Mejor un estado federal? Más competencias que las autonomías no tendrían. Tendrían nuevos títulos “estado, “ministerios”, cánticos y rosas.
 ¿Cambio de modelo productivo? Lo ponen muy fácil. Al no tener la paciencia de la historia creen que el cambio de modelo productivo se hace de la noche a la mañana y sin contar con Europa.  Subir los impuestos a los ricos. Se recaudaría poco
¿Suprimir el ejército? Ahí es nada.
Un cambio es deseable sin duda: el ejercicio de la autoridad, el cumplimiento de las leyes y la devolución de miles de millones volados “por errores contables”.
Creo que la agilidad mental de algún político no ha llegado a entender el secreto del póker y del mus. No hay que decidir deprisa, pensando en un golpe de fortuna, sino silenciosamente, con el freno puesto.

El mal menor es, en ocasiones, el mayor bien posible.

miércoles, 11 de mayo de 2016

¿Por qué es tan dificil la convivencia?

Artículo publicado por el periódico Ideal de Granada, 8 de mayo de 2016

En los últimos años coincidiendo con el pico más alto de prosperidad material, en las alegrías de la burbuja económica, el índice de separaciones matrimoniales ha crecido de forma evidente. La entrada en vigor de la legislación sobre el divorcio “exprés”, aceleró esa cifra y a la vez, hemos llegado a una situación en que la mitad de matrimonios, civiles o canónicos, se rompen con suma facilidad.
“Animados” por estos hechos, los jóvenes ya no piensan en casarse y a los matrimonios tampoco  les apetece el tener hijos.
Haber tenido hace bastantes años relación directa con familias, con este problema, podemos reflexionar sobre el tema que tal vez nos ayuden a todos a mejorar la situación.
Las rupturas matrimoniales, especialmente cuando hay hijos por medio son generadoras de infelicidad para todos. En muchos casos, se llega al drama y a la tragedia. Los hijos, fuera del ambiente familiar normal, se sienten no queridos y saltan de rabia ante una situación de la que ellos no son responsables. Este “rebote” marca sus vidas si, en algún caso, se entra en el laberinto de la droga, el alcohol y el sexo, de puro instinto.
El problema está generalizado en Occidente y en alguna medida, refleja una reacción contra aquellos modos totalitarios de entender la vida que llevaron a la Segunda Guerra Mundial.    
La idea de que si la razón y el orden impuesto por la violencia, habían desencadenado millones de muertos, el camino de la libertad era el único viable para la felicidad.

Y es verdad. La libertad y no la racionalidad tecnológica es la raíz de la felicidad. Sería una contradicción creer que hablamos de la libertad de instinto. Si ser libre significa hacer lo que a uno le apetece en cada momento, el apetito determina nuestra libertad. Esto lo saben hacer muy bien los animales que además de no producir tecnología, tienen poca cabeza. El instinto los salva, el programa genético, pero no la libertad.
¿Qué hacer? La moralidad requiere como condición esencial, la libertad. A pesar de los hechos en otras culturas y en la nuestra en épocas recientes, no se puede obligar a nadie a ser bueno como tampoco se puede coaccionar a nadie a casarse. Un acto forzado deja de ser moral y humano.
Hablamos de la familia y de la coyuntura difícil que atraviesa. Hablamos, por tanto del amor que siempre debe ser libre, absolutamente libre. Hay quien entiende por amor y por libertad, el “amor libre” desplazando el centro de gravedad del amor, desde la entrega al otro, a la entrega a sí mismo, con olvido del otro.
Amar no es sentir amor sino sentirlo hasta el punto que uno viva para el otro antes que para sí mismo. Esta es la clave de la estabilidad familiar.
El equilibrio entre el instinto egoísta de conservación y el instinto altruista de sociabilidad es la clave de la supervivencia humana en términos de la biología elemental.
La convivencia es difícil porque siempre queremos tener razón, no pedimos perdón por ello. Eso ocurre en las familiar y en cualquier organización social.
La religión, independientemente de la solidez de su inserción en una sociedad, tiende a favorecer el matrimonio y su permanencia, pero la religión, especialmente la cristiana, no es un código moral o ético.
Nos sorprende, demasiadas veces, observar como matrimonios de formación cristiana e incluso practicantes se separan después de diez o veinte años de matrimonio y de haber tenido varios hijos.
Pienso que no son los responsables, el azar, o la presión ambiental o la legislación y la publicidad o la constante presencia en los medios  del elogio del instinto. Tampoco me vale el recurso  a trastornos mentales. Todo eso influye. La responsabilidad es de las personas o sea de nosotros.
Hay encuestas que aseguran que entre los matrimonios cristianos, sólo siendo practicante uno de ellos, el índice separaciones es del 1%. Si los dos son practicantes, desciende al o’3. Tiene su lógica pero ese dato estadístico no nos dice cómo arreglar las cosas, en un marco de libertad social.
Entre los cristianos, cabe el riesgo de una doble vida inconsciente, especialmente si son muy practicantes. El centro de su vida es la piedad, la iglesia y el orden social. Captemos el matiz: Lo verdaderamente central según creen, son las normas de piedad. Ese ideal, tan asequible por estar lejos de la vida ordinaria puede ser un estupefaciente. La familia o la empresa, eso es lo real y lo duro.
A fuerza de comparar la facilidad de la piedad y la dificultad de la vida familiar o laboral, se pierde el sentido de la fe cristiana.

“No es el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre”. No lo he dicho yo.
En la iglesia cada día nos dicen que la Eucaristía, no es un programa que sirve para vivir la Eucaristía o que cumplir ciertas normas consiste en hacerlas cada día mejor.
Lo esencial es que al llegar a casa o a la empresa repitamos de hecho, lo que hemos oído “Esta es mi sangre que será derramada por vosotros” y “Cuantas veces hciciereis esto, hacedlo en memoria mía.
La piedad se practica en los últimos siglos, en las Iglesias pero su dinámica y lugar natural, son la casa, la calle y el trabajo.


sábado, 19 de marzo de 2016

La experiencia política

Artículo publicado por el periódico Ideal el 18 de marzo de 2016

La política es, nada menos, que una forma de la virtud de la amistad. Así lo pensaban los griegos aunque como seres limitados, la practicaban imperfectamente según épocas.
La amistad no excluye la diversidad de opiniones sino que es una oportunidad para exponer con la intención de convencer.
Las formas políticas no son indiferentes ni tampoco en sí mismas, buenas ni malas. Su bondad o perversidad depende de cuatro factores clave.

·         La historia del país de que se trata
·         El contexto global presente donde se inserta el país
·         El talante de los líderes políticos del momento
·         La credibilidad o confianza que el pueblo les otorgue


No es nada bueno que los líderes políticos sean muy jóvenes porque tienden a hacer tabla rasa de la historia o bien subrayan aquellos aspectos del pasado cercanos a la del partido o grupo que lideran. En el tema de la memoria histórica, hay que tener en cuenta que en España, hay dos memorias de igual rango. Cada una de ellas quiere exterminar a la otra, adoptando con gran desparpajo, un sentido dogmático y sectario de la historia.
Ese sectarismo dogmático y excluyente, en otras circunstancias,  lleva al fanatismo y a la discordia civil.

No haber vivido el pasado, les libera del síndrome postraumático de nuestra guerra civil. Esta carencia no está claro que sea conveniente, porque ignorar lo que hemos hecho en la secuencia histórica, es desconocer lo que somos. En ese caso, desafortunadamente, la historia se transforma en ideología.
El revolucionario, propiamente dicho, está convencido de que el sistema político, e incluso, cualquier sistema es perverso. También está convencido de que los políticos son los parásitos de la clase trabajadora, y que sólo ellos, los intelectuales inorgánicos, tienen el expediente limpio y sin mancha. Desde su pureza original y desde su autosuficiencia, pueden y deben cambiar, de un plumazo,  toda la organización social, económica y política.
Se rechaza la historia porque, desgraciadamente, la historia es una hipoteca impagable que lastra el presente. Ese lastre sería nefasto si no se encargara, él mismo, de frenar con sus bridas la audacia de los que tienen prisa.  Les advierte de que el presente está tejido de esa misma historia. 
Es propio también del revolucionario, verde, rojo o morado no arredrarse ante las limitaciones que muestra la globalidad del mundo mundial. No hay límites que no se sientan capaces de traspasar. No les importa la huída de capitales, ni la inercia del paro y el estado de congelación económica de todos los países en cuyo marco estamos englobados.
Esos políticos que aspiran a pasar desde una democracia avanzada a una democracia popular, hacen gala de una deficiente educación, puesta al servicio de la justicia absoluta y de la verdad incondicional que sólo ellos detentan.
En nombre del amor y del boca a boca.
A medida que se alarga este prolongado período de incertidumbre, los políticos se retratan en imágenes de alta resolución. Lo que ganan en espectáculo, pierden en credibilidad.
La confianza de los ciudadanos en sus representantes es el vínculo que legitima cualquier forma política. Esa confianza, ya muy mermada por la corrupción masiva de los políticos de todos los colores, se dispara cuando los ciudadanos ven cómo se comportan en público y en privado.
La mala educación, la falta de respeto al otro que es considerado, antes enemigo que persona, los constantes intentos de introducir en el Congreso y en los municipios detalles de mal gusto, hacen pensar a los futuros electores que este tipo de cambios anticipan una involución hacia lo peor.
La diferencia entre las ideas políticas y la ideología consiste en que la idea como ideal, exige el esfuerzo de mejorar personalmente. La ideología es un sistema de ideas en el que no se cree pero que se adopta en tanto es eficaz atractivo para los jóvenes que pasarán de idealistas a defraudados.
La Derecha hispánica, a su vez, sufre el doble acoso de  la corrupción y del cordón sanitario, con el que los demás partidos le castigan. Una vieja expresión que rememora la censura del, ya viejo, Floridablanca, ministro de Carlos IV  para impedir que la propaganda revolucionaria. libros, revistas, entraran por los Pirineos y contaminase al pueblo.
El intento de deshacer la Derecha es un anatema a la base social que representa y a los valores elementales de sentido común que se comparten.
Es éste un panorama muy semejante  a la situación de España en las elecciones de 1934, donde socialistas e independentistas actuaron unidos en Asturias y Cataluña. La CEDA que representaba el centro-derecha pagó el precio de una guerra, por haber acabado con el levantamiento de Asturias y del fin, en 24 horas, del “Estat Catalá”.
Son otros tiempos, pensamos, pero no lo parece. Tal situación se debe a la juventud de los políticos que parecen estar jugando a la revolución y no conciben que los adversarios tengan alguna razón.
A resultas de ello, el partido que ganó las elecciones y que remontó la crisis económica, por lo menos en los grandes números, se le enfrenta la “mayoría del cambio”. Esta mayoría progresista, suma, a beneficio de inventario, a docenas de grupos cuyos programas son incompatibles entre sí. Se evidencia que eso no es problema porque los programas dejan el paso a los sillones.


No deja de ser una satisfación, observar que, la manipulación del lenguaje, ya no convence a nadie.