lunes, 25 de junio de 2018

La función política de las ideas

Artículo publicado por el periódico Ideal de Granada, el 24 de junio de 2018

¿Qué es la política?
Una primera respuesta sería: “lo que hacen los políticos”.
Nos llevamos las manos a la cabeza porque al parecer los políticos no viven la política sino que sobreviven a ella.
Estamos en democracia aunque otra pregunta sobre la democracia depende de lo que entiendan los políticos de cada momento sobre el tema.
En democracia, los políticos son representantes directos de unas elecciones o personas designadas por ellos, para ejercer un poder delegado en determinados ámbitos.
La gente que solamente vota en determinados días, lo que le interesa es también sobrevivir, manteniendo o mejorando su calidad de vida. Sus quejas o adhesiones, las detectan los sondeos.
Nosotros, los electores, no sabemos como hacerlo porque eso es muy complicado pero sí sabemos comprobar si estamos mejorando o empeorando y en trazos gruesos sabemos por qué. De ahí las quejas o las adhesiones.
Pasa, sin embargo,  que la relación entre calidad de vida y política, nos sugiere: ¿“Que deberían buscar los políticos además de sobrevivir”?. La misma pregunta nos la podemos hacer nosotros: ¿Debemos aspirar como ciudadanos, a algo mejor,  además de tener una mediana calidad de vida?
  No vale decir solamente: “mejorarla”, porque entonces la encuesta sobre la calidad de vida se podría hacer igualmente a los pollos de un gallinero o a las medusas malignas.
Podríamos subir el listón y añadir: “Hay muchos significados de la palabra “vida”.
Lo que entienden las personas por “vivir bien” no es lo mismo para todos ni mucho menos.
Preguntemos a un artista, a un emprendedor, a un deportista de élite, a un drogadicto  o a un misionero, a un payaso o a un cura.
La respuesta que suele dar un economicista revolucionario in mente sería: Bueno todos ellos necesitan techo, un plato sobre la mesa y un taparrabos más o menos imaginativo.
Es evidente que aquí no superamos la perspectiva del gallinero o de la granja porcina.
Lo curioso es que las personas de mínimos,  defienden ideas de máximos y esto hace que los políticos, en general, si quieren sobrevivir, vacilan entre la ideología y la demagogia.
En 1900 en España, había un 70% de analfabetos pero hoy estamos a plena alfabetización del personal y casi todos entienden lo que es demagogia e ideología.
La demagogia pide lo imposible y la ideología lo justifica.
Lo que define la política nos lo indica, no lo que es  sino lo que debería ser.
 Una conciencia humana evolucionada por encima de los mínimos de subsistencia debería pensar de la política algo más alto. Los clásicos decían: el bien común y ahora dicen: el interés general.
Recuerdo un video de un líder político  que reproduce un discurso al comienzo de la crisis.
Era una maravilla, el estilo analítico y frío pero que arrastraba pasiones, emociones. La multitud vibraba y las argumentaciones confirmaban a los oyentes que el líder tenía más razón que un santo.
Como todos sabemos el cerebro de la revolución griega, el señor Txiphras le dio en un santiamén la vuelta a su tortilla cambiándolo todo sin moverse del sitio. Y ahí sigue.
Entonces el sabio de turno exclama como dama ofendida: “Eso no, eso, no”.
       El problema que tienen los políticos es que les gusta el poder, decir a los demás lo que tienen que hacer y lo que no. El poder es como un helado para un niño. Siempre quiere más pero tiene que venderlo a su abuelo con halagos o rabietas. El poder, el sexo, la droga: la naturaleza humana.
En otras épocas, el poder se lo repartían entre unos cuantos, lo decían sin tapujos y acudían al santo del pueblo como su simpecado. Se pedía al santo que protegiese al poderoso o poderosos. Ellos disfrutaban de la libertad que negaban a los demás.
Tenían una idea muy clara de la libertad puesto que disfrutaban de ella. Eran los conservadores de lo bueno.
El liberalismo acuñó una expresión feliz para definir el bien común: “el mayor bien para el mayor número” pero dejaba lo que es el bien, al gusto de cada cual. Así nació la Economía Política.
Parece pues que la política tiene que ver con el bien que es el tema de la moral.
La sociedad resulta de la sociabilidad de las personas que ya es un elemento del bien, siempre que no sea tan grande que aplaste a las personas que lo sostienen.
Los antropólogos dicen que todo se resume en conseguir un equilibrio entre el instinto de conservación y el altruismo.
En la tribu, las cosas se resuelven con facilidad “o con el tótem o fuera del tótem”. En una democracia hay dos opciones o la política desciende al nivel de un campo de concentración de cinco estrellas o los políticos se vuelcan para formar personas que tiren más arriba: a la ayuda mutua, la familia, la amistad, la natalidad, la ciencia, el arte, la religión, la filosofía.
Hay una gran oferta diversificada con y por encima de las lentejas. No recortemos ninguna.

miércoles, 13 de junio de 2018

Examinando la complejidad política

Artículo publicado por el periódico Ideal de Granada el 12 de junio de 2018

El mejor ejemplo de complejidad es la previsión del tiempo que con los datos del Meteosat y los cálculos estadísticos, nos anticipan el tiempo a corto plazo. Con tantos medios técnicos y tanto análisis es difícil equivocarse porque literalmente como se dice “las ves venir”.
Se llama “complejo” en física aquel objeto de investigación que tiene muchas variables y obliga a manejar matemáticas de grandes números. Gracias a las computadoras se facilitan cálculos, antes imposibles.
En la vida corriente y en la política, decimos que estamos ante situaciones muy complejas. Esta expresión tiene dos sentidos, uno cuando decimos de un problema que no entendemos que es muy “complejo”. Con esa expresión por un lado nos hacemos los listos porque hace falta ser muy listo, para tratar de asuntos complejos y por otro,  justificamos que no sabemos resolverlos.
La exégesis bíblica ha seguido el modelo de los idealistas alemanes, la mayor parte de ellos teólogos protestantes y del renovador de la crítica liberal de las Escrituras, Schleiermacher.
A partir de aquí nace la interpretación materialista de Carlos Marx. Como se ve entre religión, historia y política hay estrechos lazos, bastante inevitables, si pensamos que el ser humano es un centro en donde converge esas actividades y otras muchas.
La información, las computadoras y la estadística se puede aplicar para anticipar tendencias en la economía, la política, etc.
Pero un buen día sale lo imprevisto que no es lo mismo que lo imprevisible. Lo imprevisto lo es para los que no tuvieron información. Para los que la tenían, lo sorprendente era perfectamente previsible.
Muy compleja es la política porque la hacen personas de carne  y hueso que nos decimos libres y autosuficientes y algo de eso somos pero en pequeñito. Las urnas son responsables de que nos lo creamos. Creemos que contando los votos, ya tenemos la verdad.

Los votos se cuentan por millones, o sea son grandes números y sólo nos dan cuenta de un proceso muy complejo que ha llevado a unos a poder ser candidatos y a otros a poder votar con un montón de mediaciones como la propaganda, los medios, las falsas noticias, los intereses del capital y un largo etcétera.
Sin embargo cogemos una papeleta, nada por delante. nada por detrás, la libertad humana al desnudo.
Después de tanto pensamiento y exégesis, aparece   un caballero que como Apolo emerge de las aguas sin padre ni madre ni genealogía. Sólo con el tesón de su pura voluntad. Se puede añadir y un buena cantidad de contingencias favorables. Y  “arma un pollo”.
Pero ¿Quién supo verlas?
Pedro Sánchez ha conseguido un imposible y en lógica se llama imposible a lo contradictorio. “Sí. Se puede” y los que claman así,  saben que lo que se ha podido es liar todas las contradicciones. En lógica, también lo contradictorio es lo imposible y uno y otro, no pueden existir en la realidad.
Precisamente en la complejidad, todas las variables son contingentes, menos una: la que dirige los acontecimientos hacia adelante.
 La gente que, para su felicidad, no han entrado nunca en esto que se llama la dialéctica de la historia, hablarán de conspiración, fraude, plan premeditado.
No es eso sino una fe ciega en que en la medida en que las contradicciones son más extremas, la historia avanza.
Sólo hay un problema.
Esto sólo puede funcionar retrospectivamente.
Cuando el resultado ha sido positivo para los que así lo esperaban, se mira hacia atrás y se hace el análisis que siempre tiene efectos retroactivos.
Ahora miremos hacia adelante, en donde la historia crea un vacío, llamado “mañana”.
Ahí no hay nada. Todo está por hacer. Habrá que encajar las contradicciones y eso depende de aquellos que las emplearon con un solo fin. Una vez conseguido, resuelta la contradicción, Pedro Sánchez tendrá que gobernar.
¿Cómo gobernar las contradicciones, una vez resueltas en la persona del nuevo inquilino de la Moncloa?
Visto así con normalidad siguiendo aquella definición clásica de economía: “satisfaciendo necesidades ilimitadas con recursos limitados, añadiendo según criterios de justicia, pero eso es muy normal, poco complejo.
La rueda no puede pararse sin caer de la bicicleta. Lo primero es facturar una imagen  convincente para la mayoría.
Para que el ciclo se mantenga en pie y siga adelante, hay que seguir dando vueltas: incrementando las contradicciones selectivamente. El conflicto centro-periferia, no se puede tocar porque es el alma de esta dinámica.
El conflicto presupuesto-demanda social, lo mismo. Igual ocurre con el conflicto sistema-antisistema.
¿Qué queda por tocar?
El que nunca falla y que forma parte del patrimonio histórico de España: la confesionalidad del Estado. Es el más barato.

El catolicismo en Europa retrocede. En la medida que lo hace, retrocede la socialdemocracia. No creo que se tropiece en un tema tan sensible, estando abierto el camino hacia unas elecciones.
Puede haber gestos, guiños y desplantes. Los ha habido desde el primer momento.  Pasar  de largo, como obsoleto, del ápice.
Parece que son cosas menores. Tampoco es una minucia pasar de largo ante unas elecciones en un momento muy delicado.
En democracia, la representación es el todo. Hay sufragio universal, hay votaciones parlamentarias pero votar por coaliciones es una novedad, legal pero  deja perplejo a los futuros electores.
¿A cuál de las coaliciones posibles quiero votar? Porque esto no está en la papeleta.