sábado, 25 de noviembre de 2017

El misterio de la muerte y el misterio de la vida

Todo es opinable pero en las cosas del nacer y del morir, estamos todos bastante de acuerdo.
Visto desde la platea o desde el anfiteatro, si utilizamos un visor que nos permita ver de golpe unos cuantos siglos en sucesión rectilínea, la línea de pronto se derrumba y unos cuantos millones de seres humanos,  desaparecen del escenario. Como si las cataratas cayeran en un pozo sin fondo.
Bien pensado, sólo se mueren los vivos. Una paradoja porque de los vivos, sólo cabría esperar que vivan, como de los triángulos que tengan tres lados.
El forense certifica los restos, pero de lo otro - de lo vivo - no puede certificar nada.
El asunto se presenta como un drama entre el aparecer y el desaparecer. A ese nivel de percepción sensible, cabe la certeza de que la persona, antes aparecía y ahora no aparece.
Pensemos que en el escenario estamos esperando a Godot. Van pasado ordenadamente un acto después de otro y al final, ya se sabe: Godot no aparece y por tanto tampoco puede desaparecer. Se acaba la representación. Hay aplausos y baja el telón. Los espectadores dejan el teatro y se van a sus casas.
¿Todo acabó?.Evidentemente que no.
Permanece como si nada, el libreto de la obra, de Becket pero sigue en la memoria de los amantes del teatro.
Todo eso no es esencial. Lo que sí parece inconmovible es que Godot - existió, en la obra. Existió tanto que existe hoy.
¿Todo se juega en las ficciones del tiempo y en las fijaciones de la memoria?
El tiempo y la memoria, son cazuelas de barro que sirven para contener realidades, la fabada, el potaje o el plato alpujarreño. No se puede recordar lo que nunca existió. Sólo se puede imaginar. A la vez, lo que imaginamos, sabemos que nunca existió.
Nuestras facultades buscan lo real como la cazuela sus alimentos. De este modo las leyes de la realidad, las podemos descubrir pero no crear.
Quien diga que fuera del espacio y del tiempo, no hay nada, no sabe matemáticas. Hay infinitos mundos posibles, matemáticamente demostrables. Nosotros vivimos en uno de ellos que ha sido  materializado. En este mundo ocupamos un espacio y duramos un tiempo.

Si nos colocamos fuera del flujo del río de la vida, ésta aparece y desaparece como las fuentes del Guadiana. El pensamiento racional verifica lo que los sentidos evidencian. Fuera de ese flujo, de esa vida precaria que aparece y desaparece, quedan las leyes del flujo y el Observador.
No hay observación sin observador y el mundo real del que sólo percibimos una pequeña parte, es una totalidad, en donde el Observador parece ausente. Sólo, lo parece, porque el Observador no puede ser observado, pero existe, contemplando la totalidad del Cosmos que no está a nuestro alcance.
Cualquier obra dramática no tiene sentido sin espectador. Cada uno de nosotros es espectador de sí mismo y de un trocito de mundo. Nos observamos, observamos a los demás y al mundo, pero nosotros mismos no podemos ser detectados empíricamente.
Cuando por escaneo, neuroimagen o resistencia magnética, se captan reacciones y variaciones correspondientes a la alegría, a la tristeza, no hacen más que registrar el efecto observable, no al Yo, que ríe o llora.
El Yo que ata todos los nudos de la conciencia siempre está detrás de lo observable, entre bastidores.
No hay autor sin obra, ni obra sin autor.
A veces nos asustamos ante la muerte, porque no la pensamos suficientemente. No querer pensar para “no amargarse”, es poner la cabeza bajo el ala.
Hay muchas clases de vida que no responden a la definición biológica. La vida de los números, de las ecuaciones, de las leyes físicas, la vida de la obra de arte que queda para siempre. Más vida tiene la ley por la que surgen las estrellas que las propias estrellas.
Ese yo que el nihilismo y el relativismo quisieran borrar y disolverlo en la madre naturaleza-  como las cenizas que se esparcen en el océano- es el que obra el bien y el mal, el que tiene una vida frustrada o una vida lograda, una libertad y una responsabilidad.
Es un asunto muy serio, ese del “yo” porque siendo imposible que no haya existido mi yo, no es lógico que no responda de sus actos. En el mundo de las apariencias, ya se ve que no responde. En el mundo de los números donde se hace el balance de cuentas, es de sentido común.
Las religiones y las filosofías han mantenido constantemente ese punto de vista. La ideología mecanicista y sus derivados no saben explicarlo. Todos admiten y aceptan que las deudas hay que pagarlas y que,de no hacerlo,se produceun desorden social.
Todos reconocen que sobran alimentos en el mundo y que, a la vez, sobran hambrientos. Alguien es responsable. Y “Alguien” como el avestruz no quiere informarse de nada que tenga que ver con eso de la inmortalidad del alma.
Estos argumentos no afectan a nuestro sentimiento o sensibilidad sino a la cabeza y por eso no convencen a muchos. Me conformo con que hagan pensar a algunos.      



domingo, 19 de noviembre de 2017

Cataluña: Conflicto de interpretaciones

Artículo publicado en el periódico Ideal noviembre de 2017


Necesitamos todos hacer una consideración lo más objetiva posible sobre los fundamentos históricos y jurídicos de la actual situación.
El problema de las nacionalidades surge, en la Modernidad,  a partir de la Revolución Francesa y su concepción “geométrica” del estado. Después de siglos de reinos patrimoniales que se van configurando aleatoriamente según victorias y derrotas, viene el tiempo nuevo de la ciencia. Todo debe sujetarse a razón, a la regla y el compás, conforme la simbología masónica.
  El Antiguo Régimen tenía resuelto el problema de las nacionalidades, mediante el concepto de imperio que en último término se heredó de Roma y antes, de los Imperios orientales.
En un imperio las nacionalidades pueden ser reinos con leyes propias y autogobiernos.  
El nacimiento que configura la Nación, forma parte de la naturaleza y luego, la historia va creando una cultura y una manera de ver el mundo en los integrantes de cada nación.
El Estado es otra cosa. Es producto de la historia y no de la naturaleza. Es un resultado de circunstancias históricas generadas por la necesidad. En este contexto, lo lógico es que en todo Imperio convivan varias nacionalidades.
En la Europa del siglo XX el imperio alemán o el austrohúngaro se gobernaron según este modelo. La Rusia zarista, también se estructuró así, lo mismo que  la Unión Soviética que tenía una Cámara de Nacionalidades.
Eso no significa que las naciones no luchasen por su independencia de los estados respectivos: Irlanda, Serbia, etc., especialmente, en el Imperio austrohúngaro, aunque no en Alemania donde los “laänder” son estados federados, producto más bien, de la historia que de unas elecciones.
   En la España de los Austria,  no existía una centralización de este tipo. Sino que los Reyes necesitaban el voto de las Cortes para aprobar su presupuesto.
En el siglo XVI, el señorío de Vizcaya estaba inserto en la corona de Castilla y el Condado de Barcelona -mucho más tarde, Principado de Cataluña- pertenecía a la Corona de Aragón. Navarra era un reino independiente que asumió Castilla, por enlaces matrimoniales.

  Se explica, en este marco histórico, el conflicto de interpretaciones que emerge, a la muerte de Carlos II, en la Guerra de Sucesión. En efecto, no se trataba de una secesión de Cataluña sino de una disputa dinástica entre los Austria y los Borbones que aspiraban a la Corona de España. 
 La Corona de Aragón a la que pertenecía Cataluña optó por el partido de los Austria frente a los Borbones.
 Bajo esa aparente disputa sucesoria había un motivo de fondo añadido: Los Borbones suprimirían los fueros y seguirían el modelo centralizado francés. Aquí “el fuero tenía más importancia que el huevo”. Los catalanes, como el resto de los partidarios del Archiduque Carlos, deseaban volver a la España de los Austria. No había más intención.
Un siglo después, la Guerra de la Independencia, lo volvió todo del revés.
Esta contienda mantuvo el equívoco. Todos luchaban contra las tropas revolucionarias de Napoleón, pero, entre bastidores, unos lo hacían para restablecer los fueros y otros para elaborar una Constitución.       
Tras la muerte de Fernando VII,  los carlistas seguían luchando por el Antiguo Régimen, por sus fueros. En Galicia, el País Vasco-Navarra y Cataluña se hicieron fuertes, justamente, dónde hoy, se mantienen corrientes independentistas.
 En la actual situación, la única vía legal para una posible secesión sería la reforma de la constitución española de 1978.
      La Generalidad de Cataluña, cuyos argumentos jurídicamente no se sostienen, sin embargo tiene un firme apoyo en lo que antes se llamaba el derecho natural y modernamente, el derecho de autodeterminación.
El Pueblo tiene derecho a elegir su destino y a constituirse conforme a la libre opción de sus ciudadanos. Ese derecho tiene un carácter más bien filosófico. Las grandes potencias no están dispuestas a consentir su cumplimiento. Es de prever cómo Turquía resolverá la independencia del Kurdistán.
     El caso de Escocia es bien distinto porque la Gran Bretaña no se rige por una constitución liberal votada por el pueblo sino por la tradición que los ciudadanos asumen como propia. El caso de Quebec es idéntico. En realidad, la Commonwealth es un imperio en donde la autonomía de los territorios que lo componen está asegurada por la Corona
En el caso de Cataluña, la dificultad se debe a nuestra Constitución.  Tenemos una Constitución cuyo espíritu es el del liberalismo del siglo XIX y más concretamente de la restauración canovista que fue posible gracias a Alfonso XII y al final de las guerras carlistas que defendían la estructura del antiguo régimen.
  La independencia de Cataluña no afecta sólo a los ciudadanos catalanes sino a todos los españoles.

Estamos pues ante un conflicto de interpretaciones que en el terreno jurídico no tienen la misma jerarquía y valor.
El Estado español además, tiene el deber ineludible de defender los derechos y recabar los deberes de todos los ciudadanos españoles que están en España o en el extranjero y por supuesto en Cataluña.  
Como siempre el sistema educativo y lingüístico es el que ha distanciado cada vez más a Cataluña de España. Se ha impuesto, en el marco del estatuto de Autonomía, estando éste subordinado a la Constitución Española. Desde hace décadas se ha “puenteado” la Constitución, mientras los gobiernos por la conveniencia de circunstancias contingentes, se han puesto siempre de perfil.
Ahora, nos pasan factura.

Debilidad

Artículo publicado en Noviembre de 2017 en el periódico Ideal

Los nacionalistas moderados ocupan los cargos representativos en el actual proceso independentista. Sus decisiones están mediadas por las exigencias de la CUP que son y han sido siempre “sin patria”. La cabecera de la burguesía catalana, necesiten el apoyo de quienes echaron a perder la II República.
Es fácil deducir que se trata de  un pacto coyuntural
Lo que Marx  denominaba, “lumpen proletariado” y que, hoy como ayer, no cuentan socialmente, son los indigentes y mendigos, los refugiados e inmigrantes sin papeles.
   Aunque el último escalón social es ocupado por ellos, su representatividad es nula, son invisibles. Lo único que esperan es adquirir un trabajo en lo que sea.
Pero en la jerarquía sociopolítica plenamente representativa, el lugar más bajo de la sociedad lo representa simbólicamente, Podemos.
Mediáticamente y en las universidades ocupa Podemos  un lugar  privilegiado. Esta confederación de mareas-por ahora-  está formada por dos segmentos fundamentales: los “ni-ni” y los trabajadores precarios y mal pagados y los que no alcanzan al aprobado para poder solicitar beca.
Dada la política de nivelación de la enseñanza en los últimos decenios, gran número de sus componentes son universitarios, licenciados y profesores interinos de todas las escalas. Sumemos los investigadores, algunos brillantes, que difícilmente llegan a “mileuristas”.
La igualación por abajo, ha llegado a una degradación del nivel de calidad que reflejan las encuestas. Basta comparar el trabajado y brillante discurso de Rajoy en el Senado, con cualquier otro de la misma sesión.

En resumen la, en otro tiempo, clase trabajadora y revolucionaria no son ahora mendigos sino que tienen móvil y tarjeta de crédito.
En algunos aspectos, la CUP puede asimilarse a Podemos. Existe sin embargo una distinción de concepción política. Siendo ambos asamblearios, en Podemos se transparenta el marxismo-leninismo,
de manual con tendencia al dogmatismo y por tanto a un neo comunismo. La CUP es el anarquismo de raza, radical que es un producto social genuino de Cataluña.
En la sesión del pasado martes en el Parlament, la percepción subjetiva que se podía captar era de mesura aunque muy rica en contenidos y “argumentarios”, de los representantes   constitucionalistas. Tampoco Podemos y la CUP se excedieron ya que eran conscientes de que estaban desnudos ante los mass media comunicación de todo el mundo.
Hay que reconocer que la sesión en un asunto capital, reflejaba una fuerte “vis cómica”- No sólo porque el President suspendió lo que no había proclamado sino que además la CUP forzó  a los diputados independentistas a firmar-quieras que no- una Declaración de independencia sin votación previa y con caras largas-
Esa comicidad que todos los comentadores han detectado no es una burla el Estado sino más bien, en la línea de un “quiero y no puedo”.

Esta percepción, tal vez no acertada, nos hace pensar en un sentimiento de profunda debilidad del proceso de independencia.
Dejando en suspenso las medidas extremas que puede emplear legítimamente el Estado, permitan que les confiese que una independencia sobre el papel y que ni cuente con una  hacienda propia-ya controlada por España- tuene un problema en la economía familiar de los responsables. La dudosa posibilidad de cobrar la nómina del presente mes.
Es muy simple la solución o a mí me lo parece:, la Deuda pública catalana que sólo tiene  como fiador, al Estado español, la fuga de empresas, la evidente minoría del Governy otros muchos déficits que todos conocen, hacen pensar en la cantidad de inteligencia, habilidades imaginación que se han agotado en una tarea imposible.
¿Cómo cabe pensar que tanto talento haya saltado por encima de la realidad fáctica hacia un romántico paraíso en la tierra?
No se duda de los nobles sentimientos que embargan a muchos nacionalistas pero ¿No meditaron en los graves daños, tal vez irreversibles- a la cohesión social de una sociedad dividida en buenos y malos, leales y traidores?
En la comparecencia de Mariano Rajoy, este miércoles queda manifiesto el talante gallego del Presidente y la difícil situación en la que colocado a Puigdemont.
¿Ha declarado V. la independencia o no?
Entre personas adultas es inconcebible este tipo de esgrima florentino.
Sólo se explica si ambas partes están entre la espada y la pared. Puigdemont tiene la amenaza de la CUP, Rajoy la voz de la mayoría de la población, de la patronal  y de las cancillerías europeas que le piden una solución inmediata.
Si atendemos al contexto mundial, el momento escogido por el President para amagar una declaración de independencia es la de un presunto resquebrajamiento de la UE y una generalización de los gobiernos hacia el centro-derecha o la extrema derecha. Todo ello en un ambiente de crisis económica en que las economías particulares están bajo mínimos. Tal vez en el imaginario del
Independentismo se contempla un salida a la griega. Alternativa que tendría el voto incondicional de Podemos y la CUP.
Rajoy por primera vez a  mencionado el artículo 155 de la Constitución que supone la sus pensión de la autonomía siguiendo la tesis de Rivera. A la vez Pedro Sánchez no ha tenido más remedio que integrarse en el bloque constitucionalista presionado por sus barones y por la naturaleza de las cosas.
Esta inversión de la situación desde “todos contra Rajoy” a “todos con Rajoy” indica muy bien la naturaleza de la política. Ante la necesidad, los deseos y ambiciones personales abren paso a la coalición.
A un precio interesante: La reforma de la Constitución y la puesta en marcha del artículo 155.

¿Qué es la guerra?

Artículo publicado en el periódico Ideal en Noviembre de 2017

La naturaleza de los conflictos bélicos presenta algunos factores invariantes y unas cuantas variables. Parece que, a primera vista, una guerra es una ecuación. Se repiten unas constantes y siempre encontramos alguna novedad.
Este planteamiento analítico de la guerra como ecuación, puede facilitar su comprensión e interpretación
Hay actualmente en el mundo en torno a cincuenta guerras civiles, dentro del propio país o entre países o alianzas de varios estados.   La mayoría de estas contiendas se dan en países pobres y se concentran casi todas en África.
También  por efecto de la globalización, ha surgido en las últimas décadas, un tipo de guerra a semejanza de la tradicional guerrilla pero con rasgos específicos: el terrorismo y su estructura policéntrica y global que  han empleado los islamistas radicales.
En  Asia, el islamismo se hace notar en la provincia nororiental de Sinkiang en China. En Birmania, el islamismo es machacado por el gobierno budista.
Las grandes guerras suelen tener en común, la convicción por parte de los que las desencadenan, de que acabarán en días o meses. Lo cierto es que una guerra se sabe como empieza pero no cuándo y cómo termina. Algunas no terminan nunca, se hacen endémicas como las de Sudán del Sur, Somalia, Corea donde no se ha firmado un tratado de paz.

Las guerras ideológicas o de tipo étnico o religioso, son las más duras para la población porque el enemigo es considerado como la encarnación del Mal mientras que el Bien es el emblema de los agresores o a la inversa.
Esta proyección de las razones de la contienda a esas entidades absolutas permite las guerras de exterminio, las depuraciones y exilios masivos. 
Los intereses económicos son una invariante. Los territorios, hoy se disputan el gas o el petróleo. También hay motivos estratégicos y geopolíticos como el control del Mar Rojo y del Cuerno de Oro, Hitler esgrimía la teoría de la expansión vital, la necesidad de espacio.
Los individuos responsables de los conflictos, a veces son personas concretas, cuya intervención los impulsa. Pensemos en el káiser Guillermo II y en Hitler.
Los Estados Unidos han sido protagonistas de varias guerras en el siglo XX y XXI. Dada la estructura democrática del pais, donde la separación de poderes es muy estricta, los protagonismos no se derivan del carácter de un individuo sino de los intereses  de las instituciones en bloque. El Presidente no puede iniciar un conflicto sin contar con la aprobación del Congreso que debe financiarlo.
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En todas las guerras se usa siempre una cobertura ideológica cargada de sentimiento y emocionalidad sin las que sería difícil motivar a las tropas. Si este factor decae, como en la Guerra del Vietnam, la guerra toca a su fin.
En el ámbito moral, las conciencias se polarizan entre el deber de defender a la patria y la objeción de conciencia de quienes consideran la guerra como un crimen. Entre los primeros cristianos se dieron las dos tendencias de opinión.
¿Existen guerras justas? En la Edad Media, se elaboró una teoría de sobre qué caracteres tiene que tener una guerra para considerarla justa. Es un tema difícil sobre todo si contamos con la cantidad inmensa de muertes militares y civiles y todos los abusos que se dan en ellas. La teoría se remonta a San Agustín y ha tenido ilustres defensores.
Las guerras modernas, son exterminadoras por el impacto de la tecnología que en su límite, como en el caso de una guerra nuclear, es por sí misma el mayor mal.
Sólo pensar en que una cierta arma puede disparar cien balas por minuto, se imagina uno, cómo estamos: en un progreso que lo carga el diablo.
Gandhi y su doctrina de la no-violencia, derrotaron al Imperio británico, el pacifismo se  ha extendido en todas partes. Va ligado casi siempre, al prohibido prohibir, a la ideología de género. En ocasiones puede ser instrumentalizado por los estados para debilitar a sus adversarios.
La guerra es el peor de los males-se suele decir- pero no se piensa en su causa, el pensamiento belicista que se emplea a fondo en aquel principio repulsivo “el fin justifica los medios”.
 Tampoco el pacifismo puede llegar a impedir el ejercicio de la fuerza para el cumplimiento de las leyes justas decretadas por la autoridad legítima. La permanente burla y desprecio del principio de autoridad en los últimos cuarenta años, el no ejercer la fuerza para hacer cumplir las leyes, supone un espíritu corrosivo que convierte los estados en la víctima de poderes más altos como las multinacionales.
La guerra es, en muchos aspectos, una regresión al estado de naturaleza donde rige la ley del más fuerte. Es un fracaso de la civilización y de la Ilustración que propugnaba la paz perpetua.
Son precisamente, los países más civilizados e ilustrados los que han protagonizado las mayores guerras o bien se da el caso poco dudoso que los grandes países propician un conflicto entre sí mediante países que figuran de testaferros. Es el caso de Siria en donde la guerra más compleja de este siglo, se acaba cuando las dos potencias han empleado eficazmente toda su fuerza.
Guerras justas no hay ninguna, legítimas algunas, homicidas, todas.