domingo, 21 de mayo de 2023

La monarquía, ¿vigente?

Artículo publicado n el periódico ideal mayo de 2023


Los modelos de estado, vienen de antiguo reducidos a tres que en el

lenguaje actual serían: monarquía, república y oligarquía.

Como la oligarquía, hoy más bien económica, sólo interesa a los oligarcas

y a sus mantenidos, podemos quedarnos a considerar como alternativas

más asequibles, la monarquía y la república que los griegos llamaban

democracia.



Las monarquías han sido electivas, las más antiguas, y hereditarias a

partir de la Edad Media. Las repúblicas fueron en principio senatoriales

con un censo restringido a los grandes propietarios y hasta el siglo XX no

incorporaron el sufragio universal.

Creo que el asunto no es teórico, tal como estudia la ciencia política y los

constitucionalistas sino práctica y de sentido común.

Siempre habrá partidarios de la república porque confunden racionalidad

con historia y en política lo que funciona sobre el papel, no siempre

funciona en la realidad.




Vemos como en Francia después de la Revolución, Napoleón se erigió en

Emperador a punta de bayoneta. Pasada su época, volvieron los

Borbones, le siguió Luis Felipe de Orleans y Carlos X y aun el imperio

encontró otro Napoleón que se denominó Napoleón III. Luego vino la

guerra franco- prusiana y a partir de ahí, se mantuvo la república que ha

sufrido seis cambios constitucionales.

El progreso económico y social se dio en todo el siglo XIX,

independientemente de la forma de gobierno y todavía en la última guerra

mundial el Conde de París rondaba sus pretensiones en el ámbito de

Vichy.

Las formas de Estado las hacen y deshacen los acontecimientos

históricos, el juego de fuerzas, el equilibrio de intereses y en raros casos,

las urnas.

Más fácil es que la monarquía caiga o se levante, por un golpe de estado,

una revolución o que una guerra exterior lo decida.

Así puede verse en el siglo XIX español en donde ninguna forma de

Estado sucedió a unas elecciones libres.

Eso no quita de que la forma del estado pueda ser asumida y aceptada

por razones prácticas, salvo en casos tan excepcionales como en el

Reino Unido en donde británico y monárquico son casi sinónimos.

Las monarquías europeas son constitucionales y confesionales dentro de

la religión protestante. La española es constitucional y aconfesional e

indirectamente se puede considerar avalada por las urnas que votaron la

Constitución de 1978.

Los socialistas y los católicos desde León XIII prefieren considerar la

forma de Estado como accidental. Lo realmente importante es que el

pueblo como un todo y en conjunto lo asuman como propio o por lo

menos lo acaten.

En este momento y en nuestro país, la monarquía desempeñó un servicio

histórico impagable. Un caso excepcional de cambio de régimen sin

disparar un tiro.

Se dijo en su momento que los españoles eran “juancarlistas” lo que no

significa lo mismo que monárquicos.

La monarquía como la patria o la nación no son temas cerebrales, sino

que tienen mucho de carismático, emotivo, de que “coja” a la gente o no.

Cuando en 1931 unas elecciones municipales derrumbaron la monarquía

de Alfonso XIII, nadie daba un duro por ella. Los generales, empezando

por Sanjurjo, que luego se sublevaron, fueron los que abandonaron al rey.

Por mucho que los reyes españoles no han sido siempre ejemplares, la

gente da por supuesto que la vida privada del rey conserva una cierta

privacidad.

En la actualidad vivimos un “impasse” en que nuestra gente acepta esta

monarquía constitucional que proporciona una sensación de estabilidad,

continuidad y orden.

Y sólo los que piensan