viernes, 8 de diciembre de 2023

Amar la vida

 Artículo publicado en el periódico Ideal, noviembre 2023


Crecen exponencialmente las violaciones, los asesinatos de mujeres y la

relajación de las leyes penales. La natalidad está bajo mínimos.

La propaganda del Gobierno va por la línea-¡oh paradoja!- de qué todo

vale con tal que no te vean.

En los seres humanos, la necesidad es la madre de la libertad. Esto es así

porque la naturaleza la hemos recibido, no la hemos construido ni creado

por nuestra cuenta y en ese sentido, la naturaleza es el manual de

instrucciones que si los seguimos nos hará libres y en consecuencia

felices.



Curiosamente la naturaleza permite su propia negación, porque una

naturaleza libre puede hacer todo lo que le permita su “software” y hay en

ese programa una pestaña que posibilita la autodestrucción.

Esa libertad de autodestruirse que puede darse en diversos grados de

autolesión, demuestra que la vida libre necesita para serlo, de la

formación de hábitos en cuyo aprendizaje comprobamos que el hábito

repetido con constancia, nos libera.

Sin esa formación de virtudes o hábitos buenos, la libertad con la que

todos nacemos no se puede desarrollar y consolidar. El instinto está

hecho para ser feliz, dentro de un orden.

La despreocupación de la sociedad, de la Administración, de los padres y

de gran parte de los educadores por la formación en virtudes, es la causa

directa del incremento inquietante del número diario de suicidios

juveniles.

No se forman los hábitos, atosigando a los niños de placer y alejándoles

de todo lo que signifique sacrificio.

El bien y el mal no son dos personas, sino que los buenos son los que se

construyen según las reglas de la naturaleza y son infelices los que se

destruyen, destruyendo esas reglas.

¿Se nace ya bueno o malo?

Evidentemente que no, se nace con la posibilidad de ser bueno y sólo es

posible llegar a bueno siendo libre y sólo se puede llegar a ser libre

entrenándose en la práctica de las virtudes y con un buen entrenador.

Las ideologías que fomentan en los jóvenes, el deseo de apropiación, la

presión mediática, el input obsesivo de que ser libre es “hacer lo que a

cada cual le dé la gana”, están fabricando una sociedad, si se puede

llamar así, de infelices, incapaces de control de sí mismos y en lucha de

todos contra todos, porque el hombre sin formación puede llegar a ser un

lobo solitario, un depredador cuyo único bien a su alcance es el rencor y

el resentimiento.

El rencor se alimenta del amor propio herido que satisface su ego con el

mayor odio al prójimo, envuelto muchas veces, en la bandera de la

justicia.

La vida requiere un contexto, una estructura, fundada en la entrega de

uno por los demás. El modelo natural que genera mayor felicidad y

sentido de la vida es el matrimonio, siempre que no sea una forma de

egoísmo compartido.

Hay formas de entrega a los demás que por la misma dinámica del amor

son capaces de hacer felices: la religión, la ciencia y hasta la política.

Hay en efecto una condición previa para amar la vida, creer en ello.

El centrar nuestros deseos en el placer que producen las tecnologías en

sus variaciones infinitas genera un efecto castrante.



Si todo me lo dan hecho, si imágenes y sonidos alejan de los libros, si la

I.A., trabaja por nosotros, no tenemos forma de entrenarnos cada día para

ser mejores.

Es admirable como uno de los padres fundadores de los Estados Unidos,

Benjamín Franklin, apuntaba cada día en un pequeño cuadernillo, su

examen de conciencia.

Clientes y clientas

Artículo publicado en el periódico Ideal noviembre de 2023

El cliente figura como ciudadano, pero es un vasallo a todos los
efectos. La clienta es como el cliente, pero sujeta a discriminación
positiva.



La clientela es aquella forma sin papeles por la que se gobierna
verdaderamente una nación.
En otras culturas, la clientela se basa en los lazos de sangre y todos
votan como hijos de su padre. En Occidente, la clientela tribal tiene
caracteres residuales y puntuales pero muy visibles. Una familia de siete
hijos, acaban todos en la cárcel en razón del 3% o en razón de una estafa
piramidal. Siempre hay millones con muchos ceros en juego. Un
sentimiento de asombro nos embarga cuando se encausa a padres e hijos
como si se tratase de un proceso a la camorra siciliana.
La más auténtica de las clientelas contemporáneas se encuentra en la
estructura de los partidos políticos que son auténticas oficinas de
colocaciones.
Existe un paralelo con la costumbre medieval en donde en las peores
épocas del feudalismo y luego del absolutismo, la única manera de
ascender en la escala social era ingresar en un monasterio o cofradía.
Cualquier jornalero del campo podía llegar a percibir tantas rentas como
el Duque de Alba. Como, a la hora de la verdad, los pobres son a veces,
más listos que los ricos, los mendigos se hacían mendicantes y podían
aspirar al Arzobispado de Toledo.
Jamás a un vasallo se le permite decidir sin consultar a su señor y si lo
hiciere, será declarado “felón”, sujeto a descuartizamiento y pena de
ceguera perpetua.



La Ilustración promovió la humanización de las costumbres, la
supresión de la tortura como medio de pesquisa de las intenciones y la
introducción de cárceles cómodas y de mayor salubridad. Todos
desearían acabar en ellas, de hecho, procuran los mafiosos vivir en los
alrededores, para el caso.
Los partidos, como se sabe son muchos, pero el jefe es único. Son
elegidos por las bases del partido que son unos cuantos miles y esa
elección tan restringida es la decisiva porque por ella se elige al jefe.
Éste, vinculado por la gratitud debe colocar a sus fieles, siendo éstos,
primero funcionarios del partido y si el jefe gana, altos funcionarios del
Estado, ministros, presidentes de Altas Instituciones, embajadores, etc.

Hay profesionales de alto prestigio como notarios, médicos, ingenieros
y otros que deben prepararse largos años para conseguir su plaza. No se
ha visto un notario o un médico o un guardia civil analfabeto o que no
sepa memorizar una ponencia o una clase.
La clientela política lo asume todo. No hay que estudiar, sino entrar por
abajo e ir subiendo en el escalafón con los méritos que da la fidelidad.
Cada miembro de la clientela es como la piedra en el lago que va
formando pequeñas olas de clientes, por un método parecido al de los
agentes de seguros.
Cada cliente “forma” varios clientes con la única condición de votar
sin pensar.
Si desde la pirámide política seguimos la escala descendente de la
clientela, los privilegios disminuyen hasta que las olas del poder llegan al
límite del presupuesto.
La consecuencia de este sistema es que la política es cosa de los
políticos, que los políticos viven de ello, que sus cualidades, valores y
competencias, no han sido evaluadas e incluso que, en determinadas
formaciones, la incompetencia es regla pues todo error se amnistía con el
agua bendita de la lealtad.


Así se explica que el resultado de las votaciones sea previsible,
haciéndolas inútiles y que quienes nunca fueron nada, de la noche a la
mañana, lo serán todo.
Somos conscientes de tal situación y de que hay otras peores. Es
necesario envolver el mecanismo con las grandes palabras de libertad,
igualdad y fraternidad.