viernes, 29 de agosto de 2025

El quinto elemento

 Artículo publicado en el periódico Ideal, agosto de 2025


Ante el fuego, efecto del abandono, los humanos recurren a la

solidaridad.




La solidaridad, como la limpieza de los bosques, debiera funcionar

antes de las emergencias y no sólo después.

Hombres y mujeres defienden su dignidad, identidad y bienestar por

encima de todo. Si se sienten mal con su nariz, se echan en manos del

cirujano plástico, pero no se les ocurre pensar en que abajo, en el portal,

el mendigo pide un plato de algo, y no siempre se lo dan.

El látigo descarga sobre la piel de toro cuando ya no hay toro que no

contamine. Los millones de la UE no llegan ni para la pandemia, la Palma,

la Dana, y la pre-emergencia del Norte.

Sutil maquillaje de la gran emergencia de los últimos cien años.

Con esa sutileza las Comunidades del enemigo político deben pedir

aviones a Francia e Italia.

Viento, fuego, asolan la tierra y se combate el fuego con agua y con

vida. Los cuatro elementos, los ancestros de la tabla periódica se desatan

sobre España.

El quinto elemento, la solidaridad, no moja ni quema, no se ve ni se

oye porque no hay radares para el espíritu.

La solidaridad, socialmente hablando, nació en las luchas obreras del

XIX, con la idea de hacer una caja común con la que poder resistir durante

las huelgas.

En el siglo XX fue un factor decisivo en la caída del Muro.

Cuando el Estado mira hacia otro lado, la sociedad de forma

espontánea, se defiende instintivamente con ese movimiento que es la

solidaridad.

Solidarios son los hermanos con sus padres, solidarios los

municipios con sus vecinos, incluso, los estudiantes que se intercambian

“chuletas” con sus compañeros.

A veces la solidaridad traspasa las fronteras y unos países ayudan a

otros en catástrofes y terremotos.

La sensibilidad salta a flor de piel y no importa arriesgar la vida para

salvar otras vidas. Les llamamos “héroes”, y lo son, y en similares

circunstancias muchos harían lo mismo que ellos.

Esas formas elementales y primitivas de solidaridad surgen cuando

las gentes, que ven que todos están perdiendo todo, se lanzan a luchar

contra el fuego, el agua o el volcán.

Cuando todos están perdiendo todo, la solidaridad alcanza su grado

máximo.



La civilización, ha creado desde el Neolítico, unas instituciones que

han ido protegiendo a los ciudadanos frente a los eventos desagradables.

El Estado y también organizaciones privadas, tienden a estabilizar los

socorros. La Sanidad, la Seguridad Social, etc. son canales que civilizan

la solidaridad y le quitan sus aspectos emocionales y heroicos.

Todo tipo de Seguros son capaces de cubrir las necesidades y los

imprevistos.

La enfermedad, la muerte, la ignorancia, la inseguridad individual y

colectiva, ahí tenemos al Estado y su enjambre burocrático del que tantas

veces nos quejamos.

En ocasiones como las que todos hemos podido lamentar en la última

década, presenciamos, como si no hubiera Estado, la vuelta del heroísmo

y la solidaridad.

Las instituciones del Estado no están para funcionar cuando los

ciudadanos o las entidades inferiores no son capaces de resolver una

situación imposible, sino planificar y prever los problemas del futuro,

para que cuando éstos sucedan, nada quede a merced del arbitrio, del

azar o del heroísmo.

Felipe González recordaba que cuando se dio una emergencia grave

en Bilbao, llevó en 24 hs. el Ejército a resolverlo.

Como aquel otro que desvió el Turia con buen acuerdo.

El quinto elemento, es sin duda, la solidaridad, pero hay una

solidaridad civilizada y cuando ésta falta, la suple el heroísmo salvaje de

los héroes.