domingo, 6 de julio de 2014

La relativa indiferencia de las formas institucionales

Artículo publicado en el periódico Ideal de Granada, 1 de julio de 2014

En la discusión candente sobre la forma monárquica en España, tenemos una de las constantes que definen  el flujo de nuestra historia. Desde las Cortes de Cádiz, venimos discutiendo o imponiendo, formas monárquicas y dictaduras. Parece que no nos quedamos tranquilos con ninguna. La razón de fondo es que en España el motín de Esquilache, trazó una línea entre la tradición y el progreso que permanece más o menos desdibujada. Aquí como en otros lugares de Europa, el progreso, o algo llamado así, se abre paso de mano de los partidos considerados liberal-conservadores. Es el caso de Alemania cuya primera legislación social la consiguió el Canciller Bismarck y en España, el Instituto Nacional de Previsión, viene de la mano de Largo Caballero con el permiso de Primo de Rivera. La Historia es la que es y no se puede elegir como tampoco podemos elegir padres ni código genético.

¿Por qué se da ese fenómeno? Porque las izquierdas, especialmente en el área latina, tienen una fe casi religiosa en sus ideales y  la conciencia de tener toda la razón de su parte, toda la verdad, consideran que las derechas, son irracionales, egoístas y retrógradas. Esa convicción lleva a negar al adversario, el pan y el agua. El Congreso de Suresnes representó un punto de inflexión que aproximó al socialismo español desde la mentalidad revolucionaria a la propia de la socialdemocracia europea. Felipe González, hombre inteligente y de gran sentido común, fue el gestor del giro, quedando para independentistas, comunistas y anarquistas, el banderín de la izquierda radical. Así se entró en la NATO, así fuimos aceptados en Europa. Desde muy atrás en Estados Unidos y Europa, desde el 68, la izquierda radical tiene su Vaticano II, en los Foros de Pekin, Río y en movimientos de masa, más bien violentos, en Seattle y Barcelona. No nos olvidemos. El giro consistió en asimilar el ecologismo, la ideología de género, el espíritu asambleario, la paridad, etc. Con este Magisterio, vinieron los freekys y pare de contar.

 Fuente: Estandarte de Juan Carlos I  España 
En este panorama coloreado por una crisis financiera mundial, el Rey Juan Carlos abdica, desplazando de los titulares a Pablo Iglesias, al derecho a decidir y a la crisis del PSOE. Esto se adereza con una música de fondo que es la lenta pero progresiva, mejora de la economía que es lo que parece nos interesa a todos. El órdago del Rey ha dejado descolocados a todos y ha sido en mi opinión, el último (o penúltimo) servicio de Juan Carlos a éste país. No importa que, en realidad, “ya le tocase”, por edad, salud y por la difusión de sus líos y de los de su entorno. El hecho es que el momento elegido y la rapidez con que se desarrolla el proceso sucesorio, están medidos y bien medidos. Rubalcaba, más heredero de Felipe que de Zapatero, ha tenido el cuajo de mantener el pacto constitucional, dejando atrás, los cordones sanitarios, los tocados palestinos y las “maldades” propias de su índole. 

Lo que no tiene sentido es empezar un debate ideológico sobre la Monarquía. Ese debate se prolongaría indefinidamente y quedaría en tablas, superado por el vertiginoso paso de los hechos. La política de alto o bajo nivel, trabaja con la realidad social y vive de ella. Las ideas que se manejan, si no fueran ideologías (propias de religiones laicas) debieran estar en la línea de “otro mundo es factible” y no de “otro mundo es posible”. Porque como dicen los físicos, de los infinitos mundos, matemáticamente posibles, alguien eligió éste en que vivimos. No es mejor ni peor que los otros, pero tiene a su favor que es el que hay, el real. Como si aquí, no hubiera pasado nada,  desde 1914 a nuestro 2014, algunos pocos quisieran borrar la Historia y fabricar un mundo ideal, que como los dulces, nos gustaría a todos.

Es asombroso como los problemas históricos de España son casi los mismos de hace dos mil años: vascones y carolingios, los islamistas y el Turco,  Monarquía o República, “comecuras” y “meapilas”, el patio de Monipodio, los tempranillos y las corridas de toros. Hay dos nuevas realidades que son los factores más determinantes del porvenir: La existencia de la Unión Europea y el futbol, cuya función político-ideológica la inventó Franco.

En el mosaico de los grandes y pequeños estados europeos, no se mueve una pieza sin que Bruselas y la Sra. Merkel, lo autoricen. Dicen que Europa no se compromete. No lo hace cuando sabe que pierde, pero, de hecho, está rodeando a Rusia de tropas y escudos antimisiles. Obama ya no está de guardaespaldas de la economía de mercado sino que se ha puesto delante, apoyando a Ucrania, incondicionalmente. Su posición está ya en la delantera.

La Unión Europea se amplía por el Este y tras la reordenación de territorios después de la caída del bloque soviético, sólo se precisa de estabilidad dentro de los límites de la U.E. y de apertura a nuevos mercados y fuentes de energía. Nos queda a los españoles, poco margen de maniobra. La pregunta clave que deberíamos hacernos es: “En el actual momento de la vida de la gente corriente, en el contexto de la difícil salida de la crisis ¿A quién le interesa un cambio radical que ponga el país "patas arriba”? Como en 1975, en 1981, ahora en 2014, la Corona sigue siendo determinante.

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