Artículo publicado en el periódico Ideal el 29 de septiembre de 2014

Tienen una raíz
lingüística común y su estructura social básica es tribal, especialmente en Oriente
Medio y Norte de África. La tribu como familia extensa aglutina con lazos de
sangre, la fidelidad necesaria entre los individuos para configurar la organización social. El grado
de “tribalización” varía. Vemos como en Libia y en Siria, el vacío de poder,
hace saltar a primer plano, la tribu y las luchas intertribales.
El Estado moderno nace en Europa, primero, en forma de monarquías centralizadas e Imperios de tipo federal y luego pasarán a ser, repúblicas o monarquías constitucionales.
En Estados Unidos el
modelo moderno de estado, surge de un pacto entre todos los refugiados
político-religiosos de Europa: puritanos escoceses, católicos irlandeses. Se
añaden luego los negros, los hispanos con aportaciones culturales y religiosas
específicas.
Establecer de un plumazo
en Oriente Medio, estados de tipo occidental, se presenta como tarea difícil,
sino imposible. Eso lo sabemos todos, con la historia en la mano, pero
Occidente, no parece tenerlo en cuenta. En los pueblos semitas sólo se ha podido
instaurar estados democráticos, sólo en apariencia y al amparo de férreas
dictaduras. El caso más avanzado de occidentalización es Turquía, gracias al Ejército,
heredero de los jóvenes oficiales de Kemal Ataturk.
La raza, la tribu, el idioma, la religión
crean en estos pueblos, un contexto muy distinto al nuestro que se resiste a
integrarse como podemos comprobar en Alemania con los turcos, viviendo en
barrios o guetos, igualmente, los marroquíes en España, Francia, etc.
La religión es un factor
aglutinante añadido a la cultura y al régimen tribal. La familia, la religión y
la lengua han permitido al pueblo judío subsistir a los innumerables “progroms”
de exterminio, holocaustos y deportaciones. Esta realidad histórica hace pensar
si es la democracia occidental un factor aglutinante suficientemente sólido,
capaz de sostenerse a sí misma, en situaciones complicadas. El interrogante se
agudiza si pensamos, precisamente, en la crisis de la familia y la religión
entre nosotros.
Los americanos y los europeos
decimos que creemos en la libertad y nada más. En el siglo XXI la libertad
necesita un aparato de Estado que garantice que todo el mundo pueda hacer sencillamente
“lo que le venga en gana”. En los países del sur de la Eurozona, la
transgresión de las reglas sustituye a las normas constitucionales. Solamente
los factores económicos aglutinan, lo que supone que estos países dependan de
la mayoría conservadora europea. Decir conservador, hoy, es hablar de mercado
global y poca cosa más. A nadie le importa, en serio, si se cumplen los
Derechos Humanos en aquellos países con los que se comercia.
En estas circunstancias
aparece, una vez más, la efervescencia islamista de una forma violenta y
arrasadora en nombre de un concepto de religión, de familia y de cultura
semita, que tiene poco que ver con la
nuestra.
La yihad es un caballo
desbocado que recuerda el método militar del islamismo en todos los tiempos, las
razias de Tarik y Muza, las de los
almorávides y de los almohades en España. Los períodos de fiebre acaban en
períodos de consolidación y decadencia que reclaman un nuevo comienzo.
Es evidente que la yihad
es un complejo en donde la religión es un factor psicológico determinante que
no responde a la época de la globalización, de la posmodernidad y del progreso
tecnológico avanzado.

A los caballos desbocados
se les ponen bridas. Eso han hecho sin ningún éxito, Rusia, Estados Unidos,
China y la India. El fracaso ha sido rotundo en todos los casos. Las ideas no
se vencen a cañonazos.
Si estadísticamente esos
son los resultados, necesitamos asimilar que el modelo de vida occidental precisa
ser corregido en varias direcciones:
- Son necesarias políticas
familiares y de fomento de la natalidad.
- Hay que recuperar la
conciencia de patria como familia amplia y común.
- Debemos dejar de
frivolizar con el sexo, el género, la chanza antirreligiosa y la democracia
entendida como “realganismo” y “realganancia”.
- Evitar hablar de Derechos
Humanos sin los Deberes relativos correspondientes.
Estas líneas de fuerza
son meramente orientadoras y nos ahorrarían muchos disgustos, mucho dinero en
armas, en equipos de psicólogos. Mejorarían nuestra autoestima, la confianza en
nosotros mismos y el valor. Volverían a estructurar la familia y la sociedad. La
formación integral de las personas iría más allá de hacer la real gana.
Los caballos que ganan en
las carreras no están desbocados, llevan bridas. Eso que nos falta a nosotros.
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