viernes, 28 de septiembre de 2018

Una tesis doctoral



Artículo publicado el 24 de septiembre de 2018

Por lo visto y leído, muchos piensan que una tesis doctoral es un trámite, un papel, unos sellos,  el pago de una matrícula, etc.

Ha calado en esta sociedad de clase media homogeneizada que la burocracia, los títulos y diplomas son meros formalismos que ya no significan nada como los lores ingleses o las togas y los medallones.

Les parece que son los restos de la bazofia burguesa para epatar a las gentes sencillas que se agolpan para ver unos señores disfrazados como en el siglo XVI en Salamanca o Alcalá.

Esa falsa creencia interesada que lleva a igualar doctores con acomodadores de platea o mayordomos vestidos de aristócratas lleva a lo que lleva y la que está llegando.
Una tesis es algo muy costoso más o menos como unas oposiciones de alto nivel, abogados del estado, registradores, etc. con una diferencia: estos funcionarios alcanzan un estatus social y una rentabilidad que los simples doctores nunca alcanzarán. Ser doctor no se cobra. Es gratis.

No es lo mismo ser doctor que catedrático, pues un catedrático además de doctor, tomará posesión de una plaza en una universidad. El doctor tendrá suerte si le contrata alguna universidad.

¿Por qué cuesta tanto elaborar una tesis doctoral? Porque lo normal es presentarla al principio de los años 30 de su biografía. Es una edad en que se cruzan las necesidades de la vida que hay que ganársela en actividades que no tienen que ver con la tesis. Si uno consigue subsistir en esas condiciones, tiene probable el éxito.

Lo más importante de una tesis es su naturaleza misma. Y lo más duro.
Una tesis doctoral señala el futuro intelectual de la persona e influirá en ella decisivamente. Por esa razón es importante el Director de la misma. Si es un maestro y el doctorando quiere trabajar, tenemos más puntos.

En mi nada breve experiencia académica he visto de todo. Desde gente que se viene abajo, a gente, generalmente honesta, que tarda diez años en acabarla.
Los casos de frescura y poca seriedad no dependen del pícaro sino del Director que lo permite.

Con las nuevas tecnologías se facilita mucho la labor del investigador. Tiene acceso a miles o millones de artículos especializados que el Doctorando no puede, obviamente, leer ni de pasada. Ahí es donde el Director aporta su experiencia y su criterio. Le puede simplificar el trabajo con indicaciones concretas: “De este autor te interesa sólo tal capítulo de tal libro” o “esta revista no tiene categoría”

Una tesis no es una exposición sino una demostración: “qué quieres decir o qué aportas de nuevo” y muchas otras preguntas semejantes que el que comienza no sabe por dónde empezar.


Si el maestro es bueno, lo mejor es seguir las instrucciones. Con una sola palabra le puede abrir un camino, una luz y sobre todo enseñarle el tono, la calidad de lo que está haciendo: “Cita siempre a este autor por tal edición” o “por esa traducción”.

            Luego viene el trabajo personal, leer primero, discernir lo leído, ponerse  los anteojos de su tema e ir leyendo con el “prejuicio” de que sólo le interesa aquel texto bajo el punto de vista de lo que trata de demostrar.

Los grandes avances técnicos siempre tienen oportunidades positivas y negativas. Hay vergüenza y hay trampa. Es un aspecto de toda acción humana: se puede frivolizar o se puede “ir en serio”. Es la libertad de cada cual. En este orden de cosas supe de un ácrata que presentó su tesis escrita a lápiz. No sé si se le admitió. Eran los años inmediatos al final de la Dictadura.

Confieso que he sido muy feliz en la Universidad pública y contando con que la felicidad plena no existe en este mundo, he sido feliz   a pesar de los pesares.

Partiendo del coeficiente básico de vocación profesional, he podido trabajar en lo que he querido. Es lo bueno que tiene una universidad liberal como la nuestra que apenas ha variado desde mediados del XIX.
Me siento un privilegiado a pesar de no haber tenido grandes becas o premios.

Entre el liberalismo y la acracia existe el denominador común del amor a la libertad. Lo diferente está en que el liberalismo, por exigencias del mercado, exige calidad y la acracia trata de vaciar las formas académicas de su alma, de su potencial.

Es cierto que la Universidad está muy politizada. Es inevitable porque ¿Cuándo no lo estuvo? Generalmente se respeta el principio de legalidad. Esto es mucho porque la legalidad es la garantía de la libertad de cátedra, expresión de hace dos siglos.
¿Vale la pena reformar la Universidad?

            Quizá mejorar la selección del personal, corregir la endogamia pero ni esto me atrevería a tocar porque depende del actual sistema político presente. Es cierto que desde la Transición, la Universidad parece haberse socializado. Café para todos, todos licenciados, todos con máster, todos a por todo.

            Las reformas estructurales dejan intactas las redes de poder. De influencia y de alianzas con el poder económico que controla el euro, saca rentabilidad de las patentes de los investigadores que no van a salir de apuros.

            ¿Por qué se suelen hacer tesis doctorales tan brillantes, con todo el lastre que arrastran las estructuras?

Por pudor o vergüenza, por pura vergüenza.


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