martes, 24 de diciembre de 2019

Estrategias impuras

Artículo publicado por el periódico Ideal el 28 de noviembre de 2019

La democracia, con todos sus defectos tiene el acierto de manifestar más pronto que tarde, el incumplimiento de sus programas, por parte de los políticos.  
No hay una correspondencia exacta entre el incumplimiento y la desafección del electorado porque existe una base de votantes incondicionales, inasequibles a los mayores incumplimientos.
La sensibilidad del elector no es tan estricta que no sea capaz de perdonar algunos incumplimientos. Lo que no suele perdonar es un incumplimiento que, de haberse conocido de antemano, hubiera determinado el cambio de voto en aquellos que se sienten defraudados.
Los partidos nacionalistas son muy rigurosos con lo suyo porque las ideas integradas en sentimientos profundos no tienen por qué cambiar. Son la verdad absoluta. El diálogo lo entienden como una deuda del adversario obligado a dialogar y a reconocer la pureza de los ideales independentistas.
Los grandes partidos ya es otra cosa.
La experiencia de gobierno les proporciona plasticidad, adaptabilidad. Sus programas son  lo que son pero el cumplimiento de los mismos por el Poder es harto discutible.
Felipe González nos llevó a la NATO y no hubo grandes desórdenes públicos porque al fin y al cabo, “no podía hacer otra cosa”.
Los incumplimientos graves, radicales, los trajo Zapatero que sin cambiar la letra del programa socialista, cambió no sólo la música sino el sentido de lo que es la socialdemocracia. Es cierto que el nuevo rostro del socialismo es la ideología de género, el feminismo y el progresismo que revíve la angustia de Carrillo teniendo a los sublevados a tiro de cañón desde la Casa de Campo.
A Zapatero se lo llevó la crisis y dejó el sabor de boca de que nos mintió en la Gran Crisis de 2008 por boca de Pedro Solbes y Salgado.
Mariano Rajoy, bien por ser gallego, hombre de paz o por el complejo de la superioridad moral de la izquierda  se cerró a nada que no fuese la solución a la crisis económica. La crisis, era, sin embargo una coyuntura muy grave pero el programa del partido no es coyuntural sino de principios y tras el temor a tocar los temas esenciales del país fue relegado primero por una moción de censura nefanda y luego por un hundimiento de su electorado.
La sensación del país en general es que los años que van de Rajoy a Sánchez no se ha hecho nada entre el temor y la inercia.
Pedro Sánchez retoma el zapaterismo, sin gran confianza de sus barones a los que vence pero no convence e inicia una estrategia que de triunfar conduciría a un modelo similar a la Primera República española y al cantonalismo de Pi Margall.
Su táctica es otra cosa. Como no ha tenido Presupuesto, ni mucho dinero, ni grandes adhesiones,
tiene que conformarse y aprovechar los aplausos vergonzantes de sus adversarios, los independentistas, tanto los pacientes como los impacientes.
La respuesta del electorado a los guiños, a la dejación y al estancamiento en el que se ha sumergido porque lo quiso desde un principio, ha sido claro: Ha sido la lista más votada pero con la boca pequeña y pérdida de votos porque Sánchez no convence a nadie empezando por los suyos. Es lo peor que puede hacer un presidente en funciones: No hacer sus deberes.
Albert  Rivera, cuyo funeral político ha sido el más concurrido, es la respuesta emblemática más estridente a su abandono de  su sentido fundamental: dar la batalla al independentismo, lo cual casi logró.
Las llamadas extremos, Podemos y Vox no engañan a nadie pero de una manera muy distinta.
Pablo Iglesias da una imagen que parece sacada del Pravda con una vocación de poder que le convierte en antagonista de Sánchez. Se ponga como se ponga, no se sale de su guion.
En cuanto a Vox, tampoco engaña, aunque ha demostrado flexibilidad en la política autonómica.
En buena parte VOX es una obra de ingeniería de Sánchez -como ha proclamado Ávalos: el triunfo de Sánchez ha sido frenar a “España- Suma”. Dividir al adversario es una operación de manual pero no da votos.
La Memoria histórica, la exhumación de Franco, la complicidad empática con el independentismo y la crisis han dado la victoria Santiago Abascal.
Y con todo Sánchez, ha perdido escaños.
¿Y ahora qué?
La situación no está ahora, mejor que antes del 10 N, más bien peor.
En un contexto mundial de estancamiento y en una parálisis europea muy acusada, Sánchez, necesita una investidura y un Presupuesto. Sólo Esquerra Republicana le puede hacer Presidente, el partido cuyos dirigentes están en la cárcel.
Gestionar el Presupuesto será aun más difícil contando con que Bruselas no le permitirá grandes alegrías en el gasto público y la Recaudación está como una vaca con las tetas secas por la sequía.
Aunque el paro es acuciante, el verdadero problema es Cataluña.
Si Sánchez no hace el papel de Sánchez, sino sigue su estrategia impura de no cumplir con la socialdemocracia a la que dice asumir, en las próximas y no lejanas elecciones, seguirá perdiendo.
La socialdemocracia ha dejado un vacío en Europa que ha  cubierto el conservadurismo nacionalista que en algunos países ronda la mitad del electorado.
La naturaleza “aborrece el vacío”.


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