miércoles, 26 de agosto de 2020

La gran capitulación

 Artículo publicado en agosto de 2020 en le periódico Ideal


La rendición de Francia ante la Alemania de Hitler

Se están cumpliendo los 80 años de la capitulación de Francia ante las tropas alemanas. El Mariscal 

Petain, el héroe de Verdún, tomó sobre sí la responsabilidad y la vergüenza de aceptar las condiciones de Hitler. Se firmó en el mismo vagón de ferrocarril que había servido en 1918 para preparar la rendición alemana del Tratado de Versalles.

Inglaterra y Francia gobernadas por Chamberlain la primera y por la segunda, Daladier, llevaban años intentando pacificar a Hitler, operación que culminó en el Tratado de Munich en el que todos juraron paz eterna y lealtad irreversible.

Los alemanes habían ocupado, a pesar de tales promesas, algunos territorios en los Sudetes y aspiraban a formar un protectorado en Chekia. Se consiguió,  con gran dificultad, a pesar de la bravura de los checos. Luego, Hitler se anexionó Austria sin problemas ya que gozaba del apoyo de la población de lengua  alemana.

Las potencias, entretanto, dieron la callada por respuesta esperando que estas ventajas obtenidas por los nazis, les bastaran.

Para entender el poder del Führer y el apoyo que tuvo en Alemania y Austria, hay que recordar que Hitler llegó a la Cancillería, de la mano de Von Papen, jefe de la Democracia Cristiana alemana pues, en principio, parecía que su misión se limitaba a recuperar la economía alemana, conseguir el pleno empleo, favorecer a la familia y mantener el orden más estricto.

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Con estas promesas, se atrajo a los católicos. De hecho en los futuros regímenes como la Croacia de Ante Pavelic, la Hungría de Horthy y la misma Francia de Petain tomaron un formato similar.

La tesis del “espacio vital” era la motivación profunda de los alemanes y pronto pudo comprobarse que el Tratado de Munich sería papel mojado.

En 1939 invadió Polonia e hizo caso omiso a las peticiones de Pío XII en favor de los católicos polacos. A la vez que se aproximaba a la línea fronteriza de la URSS, en un espectacular golpe de efecto, firmó una imprevisible paz con los soviets, la paz de Molotov-Ribbentrop.

El objetivo de este pacto de los nazis con sus mayores enemigos ideológicos, era guardarse las espaldas para su ofensiva del Oeste que aspiraba a deglutir a Bélgica, Holanda y Francia y lo que era más importante, invadir Inglaterra.

 La guerra relámpago-blitzkreig- permitió en pocos días, deglutir a los Países Bajos y Francia, culminando con la ocupación de una zona en el Oeste francés hasta Hendaya y la creación de un gobierno bajo su protección, dirigido por Petain.

Los ingleses que habían enviado un Cuerpo expedicionario en ayuda de Francia, ante la capitulación lograron con muchas dificultades reembarcar  en Dunkerke a sus tropas y algunas de los “franceses libres” que lideraba el General De Gaulle. Se incluían unos miles de republicanos españoles.

La situación de Europa después de la capitulación era lastimosa y todo parecía estar pendiente de las decisiones de dos potencias totalitarias.

Probablemente, Alemania e Italia, que pronto se agregó al vencedor, aspiraban a dominar el mundo, dentro del marco del capitalismo de Estado.

Hitler  engañó a todos, incluso como escribe Churchill en sus memorias, a la Unión Soviética pues cuando le interesó invadió Rusia.

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De todo este teatro bélico lo que resulta más interesante es que sólo la voluntad de Winston Churchill y la unidad del pueblo británico, creyeron que era necesario seguir luchando en un momento en que la soledad de la Gran Bretaña era bien visible.

Hitler perdió la batalla de Inglaterra y entonces puso su atención en la invasión de Rusia con la idea añadida de abrirse al petróleo del Caúcaso.

No pudo entrar en Inglaterra ni en España que mediante un Tratado con Portugal, aseguraba indirectamente, su acuerdo con los aliados.

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