martes, 6 de diciembre de 2022

Democracia sin mantequilla

 Artículo publicado en el periódico Ideal, en noviembre de 2022


Hay cuestiones importantes y otras que lo son menos o que, incluso, son

prescindibles.

Los pueblos desarrollados han perdido el sentido de la necesidad porque

llevan casi ochenta años con las “necesidades” cubiertas.

Los salarios hasta hace cuatro años, podían ser pequeños pero el paro,

el PER, el ERTE, los Seguros, la Sanidad o sea lo que supone el Estado

Socialdemócrata de Derecho, funcionaba más o menos bien, la inflación

contenida y eso sí, una progresiva “degradación” de la oferta de empleo

juvenil con todas sus consecuencias.

Hay muchos europeos que ya no recuerdan lo que es tener necesidades

pero que tienen muy claro el ámbito de sus libertades. Y no sólo son

conscientes de ellas, sino que se inventan otras que, además, las tienen

y defienden como si fueran fundamentales a capa y espada, a vida o

muerte.

Unos crean organismos para defender los derechos de los ríos como

sujetos jurídicos, otros, declaran la importancia de elegir el sexo a los

doce años, otros, se pirran por decir que lo que dicen no lo dicen, sino

que lo quisieran decir. Todo ello con una flagrante prevaricación e

incumplimiento de las leyes tanto las ordinarias como las fundamentales.

A la historia como al campo le llegan verdes y maduras, catástrofes,

guerras y períodos más o menos largos en que el historiograma parece

dar plano y que no pasa nada.

No hace falta decir que, aunque el CIS lo ve todo de color de rosa, los

ciudadanos, no ven nada porque en poco tiempo el “casteller” se les ha

venido encima.

El mismo hecho de que el Poder Judicial en bloque esté en SOS

permanente subraya que cuando falta la mantequilla y el solomillo, es

difícil mantener los más esenciales elementos de la democracia.

En todos los países la tendencia a gobiernos fuertes, es como echar las

campanas al vuelo anunciando que hay mucha humareda y que debe

estar cerca el fuego.

No es que incitemos al miedo, es que tenemos miedo porque entre los

impuestos, la inflación y la incertidumbre el dinero ya no vale nada.

La idea que conviene poner encima de la mesa es que la libertad no es el

arbitrio del que anda sobrado sino la lucha por superar y vencer la

necesidad. Dicho de modo más crudo si cabe: No ganaremos nuestra

libertad sin luchar unidos por vencer la necesidad. Tenemos en ese

patrón dos modelos humanos: el del inmigrante y el del deportista.

Para que la necesidad funcione como cebador de la libertad debe ser

consciente, debemos sentirnos mal de verdad porque el dolor moral es el

estímulo más fuerte para salir de él.

Por eso el catastrofismo debe convertirse en conciencia de catástrofe

para que Europa empiece a funcionar.

Si no se cree en la democracia y en las responsabilidades que conlleva,

os dará miedo que los jueces elijan a los jueces, y que dentro de dos

años se hayan permitido una serie de medidas legislativas y

administrativas, claramente inconstitucionales.

Si Europa hace oídos sordos a todas estas cosas es porque ve

levantarse por todas partes, enanos olvidados que aún creen que hay

cosas que están bien y otras que están mal y otras que son ya

putrefactas.

Cuando el Poder dice sentirse perseguido por aquellos mismos poderes

que le sostienen, se comporta como la dama ofendida que aun ni se ha

dado cuenta de que está desnuda.

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