lunes, 6 de marzo de 2023

Relatividad y relativismo

 Artículo publicado en el periódico Ideal, el 4 de marzo de 2023

Cada día se inventan palabras nuevas para definir lo que antes entendíamos

con otros términos. Al introducir el nuevo nombre se añade un matiz inédito y como

el nombre hace la cosa, con el matiz entra la tergiversación.

Hoy más de cien años del invento, algunos creen y otros aprovechan que el

genial Einstein es el fundador del relativismo, aunque se limitó a descubrir la

relatividad.



Es cierto que la teoría de Einstein tiene dificultades de comprensión para la

mayoría.

Si dejamos a un lado, los aspectos matemáticos para hacernos entender, la

teoría de la relatividad está más cerca de la realidad física que las anteriores,

incluyendo la de Newton.

Se trata de hechos, no de especulaciones.

Desde los griegos trabajamos con líneas rectas que no existen en la realidad. A

pesar de eso, nos salen las cuentas porque para distancias cortas o sea las

terrestres, la diferencia es mínima. En la realidad, la línea más corta entre dos

puntos es la línea curva.

La razón es la luz, cuya velocidad es constante, se desplaza describiendo una

curva.

Es cuestión de ponerse a medir. Incluso un triángulo cuyos lados vayan del

Polo Norte al Ecuador y desde ahí, al Japón y luego lo devolvemos al Polo, forma

un triángulo curvo cuyas dimensiones son mayores que las de un triángulo plano.

Gracias a que las trayectorias celestes son curvas sabemos cómo discurren

cohetes y sondas.

La medida exacta de un cuerpo depende del observador fijo en su sistema de

referencia.

Para que esto funcione sólo hace falta saber dónde está el observador y que la

velocidad de la luz sea constante.



Esa configuración del Universo, se puede calcular matemáticamente pero no

representar imaginativamente en una pizarra, por ejemplo.

Es natural, que nos dé vueltas la cabeza, si nos dicen que ese edificio, la

catedral de Burgos, que parece eterno, tal como lo vemos, sin embargo, se acorta

o se alarga, dependiendo de la velocidad y del tiempo, con el que se desplazaría si

pudiéramos hacerlo como hacemos con las estaciones espaciales.

Algunos científicos de alto nivel, sienten como el mundo se derrumba bajo sus

pies. No digamos el hombre de la calle.

La Catedral de Burgos se verá como grande o pequeña, quieta o en

movimiento, según donde esté el observador, según la velocidad con que la

podamos desplazar y el tiempo en que lo logremos.

La realidad física, su verdad, es así.

Nada se viene abajo. Sólo ocurre que el Dios de Einstein es mucho más

inteligente y grande que el de Newton.

No importa que Einstein no creyera en Dios, pero descubrió la verdad física del

Universo, aunque, puestos a medir no alcanzó a medir a Dios que es

inconmensurable. Tampoco sabía hacerse el nudo de la corbata.

Aún cuando suene igual, esto no tiene nada que ver con el relativismo moral.

Las estrellas las vemos muy pequeñas porque están lejos. Las vemos, pero a lo

mejor ya no existen porque lo que nos llega son los últimos momentos de luz,

antes de su desaparición.

No quiere decir que todo vale.

Para que esto funcione es preciso contar con elementos invariables: la

constancia de la velocidad de la luz, la identidad de masa y energía, la inmovilidad

del observador, etc. No todo da igual.



En nuestro pequeño planeta, esa relatividad apenas nos afecta. Es un milagro

que esté preparado para nosotros. Si variase algunos de los parámetros esenciales

de temperatura, presión, etc., desapareceríamos sin más. Podemos vivir y no por

que sí.

A mí no me molesta saber que, en mi piel, más profundamente que el alcance

de mi vista, pululen millones de átomos con su precioso collar de electrones.

Todo está pensado y bien pensado.

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