viernes, 7 de abril de 2023

La persona y las cosas

 Artículo publicado en el periódico Ideal, abril de 2023


¿Qué es lo que nos hace ser personas y no cosas?

En la Antigüedad no tan lejana y en la posmodernidad era persona el que

podía serlo, o sea el que era más fuerte que su contrario. Esa fortaleza no

era sólo física sino jurídica. Un padre de familia que no pudiera pagar una

gran deuda podía ser vendido como esclavo, lo mismo que un prisionero

de guerra.



El comercio de esclavos practicado por casi todo el mundo, con sus más

y sus menos, partía de la base de que todo el que no podía impedir ser

capturado, era susceptible de convertirse en cosa de la propiedad del que

lo captura. Quienes huían de sus señores podían ser crucificados.

De modo que la muerte de Jesús en la cruz cobra un gran significado

histórico.

Los hebreos, incluso, consideraban a Dios, Padre del pueblo, pero no de

las personas. Así se explica que Jesús fuera crucificado por hacerse Hijo

de Dios e igual a Dios.

Ser persona, sujeto de todos los derechos y deberes era en Roma propio

de los cives, los ciudadanos romanos, un concepto político semejante al

nuestro de ciudadanos con el pasaporte de la U.E.

La igualdad de todos los seres humanos ante Dios, sin Dios, se convierte

en la igualdad de todos ante el Estado según el concepto antiguo y

pagano de la existencia.




Si algún hombre, en nuestro país, va al Registro y cambia su género, uno

entre los dieciséis modelos que permite la ley del Estado, sea de tal o cual

orientación sexual, es libre de hacerlo, con la consiguiente trampa: Tú

eres de tal o cual orientación en tanto cumples la ley del Estado. La

trampa aparece en cuanto no te registras o no cumples con el papeleo

burocrático.

En este caso si te comportas como hombre o mujer sin registrarte, tu

comportamiento es ilegal.

Esto incide confusamente en todos los Códigos, civil y penal. Si eres

mujer registrada como hombre, no te puedes divorciar de tu marido. Si

eres hombre registrado como mujer tampoco podrás divorciarte de tu

mujer.

Todo este lío infinito procede de confundir las imágenes y el sentimiento

propio de los animales con el concepto y definición de persona y cosa,

propio de los racionales.

En las infinitas complicaciones que harán, de los jueces adivinos más que

magistrados, lo único claro es que es persona quien decida el Estado que

es persona.

No digo nada si introducimos el lacerante tema de la inmigración.

Los problemas que trae consigo la injusta legislación sobre la vida y la

propiedad nos devuelve al poder del más fuerte. El destino del feto es el

de una cosa, un esclavo que es tratado como cosa que se tira, lo mismo


que el de un anciano terminal que con discreción se espera que deje

pronto su cama o el de un ingeniero genético que quiere salvar al mundo

echando al cesto cientos de embriones viables.

El Crucificado eleva a todos los hombres a la categoría de persona. Es el

esclavo que al morir y resucitar perdona al que quiere ser perdonado y

resucita al que quiere ser resucitado.

La igualdad entre los seres humanos no puede depender de una decisión

política que permita o prohíba, sino que es previa a ella.





La Declaración de las Naciones Unidas así lo proclamaba y “reconocía

que todos los seres humanos nacen libres e iguales”. Al reconocer y

proclamar expresan que la igualdad no es una decisión política sino un

reconocimiento de la naturaleza misma de las cosas y de las personas.

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