viernes, 8 de diciembre de 2023

Clientes y clientas

Artículo publicado en el periódico Ideal noviembre de 2023

El cliente figura como ciudadano, pero es un vasallo a todos los
efectos. La clienta es como el cliente, pero sujeta a discriminación
positiva.



La clientela es aquella forma sin papeles por la que se gobierna
verdaderamente una nación.
En otras culturas, la clientela se basa en los lazos de sangre y todos
votan como hijos de su padre. En Occidente, la clientela tribal tiene
caracteres residuales y puntuales pero muy visibles. Una familia de siete
hijos, acaban todos en la cárcel en razón del 3% o en razón de una estafa
piramidal. Siempre hay millones con muchos ceros en juego. Un
sentimiento de asombro nos embarga cuando se encausa a padres e hijos
como si se tratase de un proceso a la camorra siciliana.
La más auténtica de las clientelas contemporáneas se encuentra en la
estructura de los partidos políticos que son auténticas oficinas de
colocaciones.
Existe un paralelo con la costumbre medieval en donde en las peores
épocas del feudalismo y luego del absolutismo, la única manera de
ascender en la escala social era ingresar en un monasterio o cofradía.
Cualquier jornalero del campo podía llegar a percibir tantas rentas como
el Duque de Alba. Como, a la hora de la verdad, los pobres son a veces,
más listos que los ricos, los mendigos se hacían mendicantes y podían
aspirar al Arzobispado de Toledo.
Jamás a un vasallo se le permite decidir sin consultar a su señor y si lo
hiciere, será declarado “felón”, sujeto a descuartizamiento y pena de
ceguera perpetua.



La Ilustración promovió la humanización de las costumbres, la
supresión de la tortura como medio de pesquisa de las intenciones y la
introducción de cárceles cómodas y de mayor salubridad. Todos
desearían acabar en ellas, de hecho, procuran los mafiosos vivir en los
alrededores, para el caso.
Los partidos, como se sabe son muchos, pero el jefe es único. Son
elegidos por las bases del partido que son unos cuantos miles y esa
elección tan restringida es la decisiva porque por ella se elige al jefe.
Éste, vinculado por la gratitud debe colocar a sus fieles, siendo éstos,
primero funcionarios del partido y si el jefe gana, altos funcionarios del
Estado, ministros, presidentes de Altas Instituciones, embajadores, etc.

Hay profesionales de alto prestigio como notarios, médicos, ingenieros
y otros que deben prepararse largos años para conseguir su plaza. No se
ha visto un notario o un médico o un guardia civil analfabeto o que no
sepa memorizar una ponencia o una clase.
La clientela política lo asume todo. No hay que estudiar, sino entrar por
abajo e ir subiendo en el escalafón con los méritos que da la fidelidad.
Cada miembro de la clientela es como la piedra en el lago que va
formando pequeñas olas de clientes, por un método parecido al de los
agentes de seguros.
Cada cliente “forma” varios clientes con la única condición de votar
sin pensar.
Si desde la pirámide política seguimos la escala descendente de la
clientela, los privilegios disminuyen hasta que las olas del poder llegan al
límite del presupuesto.
La consecuencia de este sistema es que la política es cosa de los
políticos, que los políticos viven de ello, que sus cualidades, valores y
competencias, no han sido evaluadas e incluso que, en determinadas
formaciones, la incompetencia es regla pues todo error se amnistía con el
agua bendita de la lealtad.


Así se explica que el resultado de las votaciones sea previsible,
haciéndolas inútiles y que quienes nunca fueron nada, de la noche a la
mañana, lo serán todo.
Somos conscientes de tal situación y de que hay otras peores. Es
necesario envolver el mecanismo con las grandes palabras de libertad,
igualdad y fraternidad.

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